sábado, 15 de abril de 2023

UNA MALETA EN LA QUE NO CABE UN PERRO



Alejandro Céspedes

Me dispongo a comprar online una maleta de viaje para ir en avión. En todos los anuncios la capacidad está expresada en litros. 34 l, 40 l, etc. Y por las fotos no me hago idea de cómo de grande es la maleta. No viajo casi nada, y cuando lo hacía las cosas se medían como dios manda; aparte de que como todo el mundo daba por supuesto que para viajar era necesario llevar una maleta no existían estas absurdas limitaciones. Así que me pongo a imaginar cuánto cabe en una maleta de 40 litros. Voy a por la bolsa de botellas de agua que compré en el súper. Pongo una señal en el suelo y voy moviendo la bolsa de 10 botellas cuatro veces hasta que llega a los 40 litros. ¡Estupendo! Si en la maleta puedo meter 40 botellas de agua es posible llevar más de la mitad del armario. Pero…, no puede ser, pienso, porque deduzco que lo de los 40 l tiene que ser necesariamente una limitación, y esa maleta es enorme. Entonces voy a ver la bolsa de arena para los gatos; su capacidad también se mide en litros: 10. Pongo 4 bolsas una detrás de otra y vuelvo a pensar: es imposible, ¡40 litros de arena de gato es casi 10 veces menos que 40 litros de agua! Voy a la cabaña y busco la bolsa de tierra para macetas que también está en litros: 12. Hago una proyección espacial de lo que serían 3 bolsas y pico de tierra y me sale un maletón de escándalo. Nada, no hay coincidencia posible con ninguno de los otros 2 experimentos.

Desolación. El tiempo urge y no sé si dará tiempo a que la reciba antes de la fecha del viaje. En mi nerviosismo, observo que ¡por fin! en el avión la capacidad de la maleta está expresada en kg! Solo permiten llevar 10 kg en cabina. Pero como las maletas se venden por litros, sigo sin saber a cuántos litros equivalen 10 kg.

Más desolación. Pongo uno junto a otro todos los paquetes de 1 kg que tengo en casa: lentejas, arroz, garbanzos… 10 ¡dios mío, pero en ese espacio solo caben los zapatos y la bolsa de aseo! ¡No puede ser, no puede ser! Hago otro experimento. Recuerdo que mis perros pesan 25 y 11 kg respectivamente. Les digo que se tumben, les recojo las patas para que queden lo más rectangulares que se pueda y mido. ¡Nooo!

La compro y que sea lo que dios quiera. Cuando llega la «maleta de cabina» (qué cosas, antes solo había maletas pequeñas, medianas y grandes) y la saco de la caja de cartón veo una caja de cerillas grande, con ruedas, que también cuentan como medida de la maleta aunque no puedas llevar nada en ellas. Y lo único válido fue el experimento con legumbres: en la maleta solo caben los zapatos y la bolsa de aseo; la bolsa con los medicamentos... muy malamente. Noté que me hice viejo cuando empecé a tener que meter una buena ración de medicamentos cada vez que iba de viaje.

Algo (más) está mal en este mundo mío cuando ya no me puedo fiar ni del sistema de medidas. La tierra, la arena de los gatos, los maleteros de los coches, la capacidad de una maleta… se calculan en litros. La superficie de un terreno se mide en campos de fútbol –qué voy a hacer yo que no he visto ninguno en toda mi vida–, los volúmenes se expresan en piscinas olímpicas…

Llamo a un amigo que viaja con frecuencia y me dice que no se me ocurra llevar desodorante ni elixir bucal en la bolsa de aseo. No lo entiendo, le digo, qué pretenden, ¿Qué volvamos al tiempo de los campamentos boy scout y nos lavemos los dientes frotando con el índice? Es por las bombas, dice. ¡Una bomba en el desodorante y en el Listerine? No sé, o yo ya no entiendo nada, o la gente se ha vuelto muy cerda y no se cambia de ropa cuando viaja ni se lava los dientes.

  DdA, XIX/5.426

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