Paco Faraldo
Lo dicen los tertuñados habituales en los medios de comunicación y también
lo dice la mayoría de los políticos: “Esto es una charlotada”.
No lo creo.
De momento el autor de “Estructura económica de España” - que va por la 26
edición- ya ha conseguido casi todos sus objetivos: relevancia mediática, tener
al país prendado de sus pañuelos y que le pongan un trono en medio del
hemiciclo. No son cosas menores.
En los últimos años del franquismo y durante la Transición, cuando alguien
se afiliaba al único partido realmente existente, le hacían pasar por
seminarios de formación política donde le proporcionaban las armas teóricas
precisas para avanzar hacia la revolución inevitable. En tales seminarios los
nombres que más se citaban eran Marx y Lenin, pero cuando se hablaba de
economía siempre se leían fragmentos de la obra de Tamames. Al llegar yo a
Mieres también existían estos seminarios, impartidos por un camarada plúmbeo
que venía de Gijón. Le recuerdo con ternura ya, que cinco minutos antes de la
hora señalada, la Asociación amigos de Mieres, lugar donde tenía lugar la
ceremonia, se vaciaba de repente debido a que los camaradas mineros ponían pies
en polvorosa. Es que estaban más por la barricada pura y dura que por la
reflexión sobre el último informe del secretario general o por conocer la
diferencia entre plusvalía relativa y plusvalía absoluta. Tal vez por esas
desbandadas no se hizo la revolución ni se la espera, quien sabe. El caso es
que todos se iban menos yo que, como venía de Catalunya, estaba hecho un
gramsciano de tomo y lomo y me gustaba provocar un poco a aquel responsable de
formación. Y también en nuestras conversaciones salían Tamames y su libro,
aunque creo que ninguno de los dos lo habíamos leído por entero. Así que un
respeto.
Tamames es inteligente y poseedor de una soberbia intelectual que le hace
peligroso. Si hubiera podido, habría descabalgado a Carrillo de la secretaría
general porque le gusta mandar y tiene visión estratégica, pero su gancho entre
la clase obrera era mínimo. Ya en el Congreso se le veía ligeramente desganado,
como si aquel no fuera su sitio. Ahora se dice mucho que nunca fue comunista,
lo cual resulta tan evidente como que en Gijón nunca habrá metrotrén, pero eso
mismo se puede decir de un porcentaje bastante alto de sus camaradas de
entonces que se entregaron de hoz y coz al posibilismo y ya sabemos dónde
acabaron.
El martes es el gran día y Tamames es el único que no se muestra nervioso.
Opino que habrá sorpresas y que Abascal no estará muy contento cuando acabe la
moción. Y busco en la estantería sin encontrarlo aquel ejemplar editado por
Guadiana de la Estructura económica de España. Aprendimos algunas cosas
leyéndolo.
DdA, XIX/5.400
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