Valentín Martín
Federico García Lorca fue un poeta popular porque fue un niño de pueblo. Hasta los 8 años vivió en la Huerta de San Vicente y alrededores, bebió su mundo que ya no le abandonó nunca. Incluso cuando se trasladó a Granada para estudiar, siguió saliendo cada semana a los pueblos. La universidad no te hace mejor persona ni mejor poeta, quizás te sume algo diferente. Pero donde está el mejor García Lorca es en el manantial de los pueblos. Nadie como él fusionó nunca lo culto y lo popular.
El mejor floklorista de Salamanca, Gabriel Calvo, ha vuelto a Madrid en el día internacional de la poesía con ese rastro lorquiano que dejó Federico al pasar por nuestra tierra. Lo ha hecho acompañado al piano de Chema Corvo. Muy oportuno, a Federico le podía la seducción del piano y con el piano fue por el camino de La Argentinita, y embobada las noches de sus compañeros en la Residencia de Estudiantes.
Gabriel Calvo ha romanceado en Madrid por segunda vez a Federico, con un Folklorquiando que tendrá el vuelo mucho más largo o estamos locos si no aprovechamos esta ocasión de recuperación insólita de la memoria tradicional.
Es verdad que Federico García Lorca fue un andaluz rico que hasta los 36 años no prescindió del dinero del padre. Y que en Madrid encontró el billete de viaje para su expansión definitiva. Pero ello no habría sido posible sin el poeta popular que se alimentó antes de todo lo que Gabriel Calvo propone en este Folklorquiando que ha vuelto a Madrid.
No encuentro mejor motivo para celebrar la poesía popular, la inolvidable tradición, la memoria cultural de todos nosotros. Afortunados hemos sido y somos porque Folklorquiando seguirá caminando.
Esta tarde, mientras en la Carrera de San Jerónimo andaban de toma y daca, en torno al gran Gabriel Calvo, más al Sur de Madrid, un público con devoción escuchó muy alto la palabra libertad.
Y todos volvimos a casa con su sabor. Que no nos falte.
DdA, XIX/5.404
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