Lazarillo
Traemos hoy a colación lo que el diario El Comercio de Gijón ha hecho observar a sus lectores estos días, gracias a la copiosa hemeroteca de la que dispone este viejo periódico decano de la prensa asturiana, a propósito de la explosión que hundió el crucero norteamericano Maine en la bahía de La Habana el 15 de febrero 1898 y que sirvió de chispa incendiaria para que Estados Unidos iniciara una guerra con España en Cuba, hasta entonces colonia española, a pesar de que había sectores militares en nuestro país que querían evitarla, conscientes de que iba a suponer, como así fue, un auténtico desastre ante el poder militar del adversario. USA culpó a nuestro país de haber atentado contra su crucero y su tripulación. Conviene recordar esta historia ahora que la mayoría de la prensa mundial, incluida la española, se niega a dar no solo validez sino tratamiento informativo al artículo del prestigioso periodista norteamericano Seymour Hersh, publicado en muy pocos medios europeos, en el que da por cierto la destrucción de tres de las cuatro tuberías del gaseoducto Nord Stream por parte de Estados Unidos, con la colaboración de Noruega, con el claro propósito de que Rusia entienda el atentado contra esa instalación como una provocación que puede derivar en efectos gravísimos para Europa, si Rusia ampliara a mayor escala la guerra que mantiene con Ucrania. Conviene no olvidar que la invasión de Irak por Estados Unidos y los países de la OTAN se basó también en una rotunda falacia: que ese país poseía armas de destrucción masiva, tal como aseguró en España el entonces presidente Aznar, sin se haya disculpado hasta ahora de su mentira. El resultado fue catastrófico para Irak, como lo está siendo ya desde hace un año para la población de Ucrania, invadida por Rusia ante el riesgo de que se convirtiera en un país asociado a la OTAN, cuya beligerancia no es la mejor garantía de paz. Se está demostrando día tras día, invasión tras invasión. Por eso, cuando Beiden nos acaba de decir que ha regresado de Kiev con Ucrania en el corazón, mejor hubiera sido que volviera a su país eludiendo semejante manifestación de hipocresía.
NI USA SOLA INCIATIVA DE PAZ
Pedro Jiménez Hervás
¿Qué
es hoy ser pacifista? ¿Desear alargar un conflicto hasta la victoria final de uno de los
dos bandos? ¿Apoyar al país que consideramos más débil e
inocente?
En la guerra Ucrania-Rusia son muchos los creadores de opinión
comprometidos con un solo bando, el de Ucrania… El país que abraza la
democracia y Europa… el frágil territorio que ha sido asaltado por la implacable
Rusia… Imperialista y autócrata, comunista y tirana... Soviética y
corrupta…
A estos articulistas no les interesa conocer los posibles antecedentes del
conflicto. Las verdaderas razones del horror… De hecho, no consideran que la
guerra sea un engaño. Para ellos, y ellas, la cosa es muy sencilla. Rusia ha invadido Ucrania por no
seguir sus pasos. Así que Europa está obligada a ayudar a Ucrania con dinero y
armas. Punto. Eso sí, cada uno desde su propia casa. Preservemos cierto
espíritu de neutralidad.
A estos opinadores de prensa y televisión poco importa que la OTAN
incumpliera su palabra y se acercara a Rusia con sus misiles. Ahora le ha
tocado a Ucrania. Pero Ucrania tampoco está sola. Detrás de Ucrania se esconde Gran
Bretaña, con sus intereses. Y Estados Unidos, con los suyos.
¿O qué país ha sido el que ha volado los oleoductos Nord Stream? ¿Por qué
no se atienden las investigaciones del periodista Seymour Hersh? ¿Cuánto dinero
ha ganado Norteamérica desde entonces con su gas, ese mismo que antes vendía
Rusia a menor precio?
El relato de que Europa sigue instrucciones de EEUU no interesa.
En la mente de estos mismos talentos de escritura fácil persiste la idea de que
apostar por Ucrania sirve para desgastar a Rusia. Y, de paso, preservamos nuestro estilo de
vida.
Mientras, tenemos que escuchar al líder del país atacado reclamar
armas y más armas. Dinero y más dinero. Como si esa exigencia teledirigida no
supusiera más sangre y engaño para la población, que de nuevo vuelve a ser utilizada como
carne de cañón.
¿Cuántas iniciativas de paz hemos presenciado desde que se desató
este conflicto? Ninguna. Si, de verdad, queremos castigar a un país, ¿por qué
no hablamos de boicots artísticos, deportivos, suspensión de relaciones
comerciales, interrupción de exportaciones, paralización de circuitos
turísticos? Mejor jalear los bombardeos, el exterminio de prisioneros, las
masacres indiscriminadas, la asistencia técnica, el enterramiento de soldados
vivos y el uso de la población civil en el frente…
La propaganda emborrona el auténtico drama de la vida diaria y de
la guerra. De nuevo la guerra se comprende y justifica. Para la casi
totalidad de las televisiones, radios y periódicos, las hostilidades son una consecuencia inevitable de algo, o de
alguien. Y se jalea a uno de los dos bandos. Como si se tratara de un duelo que
se observa desde la comodidad de la distancia kilométrica. El lenguaje guerrero
de los medios de comunicación parece normalizado. Propio de los que quieren
sacar tajada. Seguimos sin aprender nada. (InfoLibre)
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