Pablo Iglesias
La lectura que se está haciendo de estas elecciones de medio mandato en
Estados Unidos es, básicamente, que los republicanos y Donald Trump, a pesar de
que arrebatarán la mayoría a los demócratas en la Cámara de representantes e
incluso podrían obtenerla por la mínima en el Senado, han defraudado sus
propias expectativas. Se aprecia una cierta euforia en la prensa progresista
que afirma que el trumpismo habría tocado techo y que incluso ya no estaría tan
claro que Trump vaya a ser el candidato de los republicanos en 2024.
A pesar de que los republicanos avanzan posiciones, en estas horas es un consenso que se trata de una victoria pírrica y que estas elecciones han traído muchas sorpresas positivas. Permítanme que me detenga en una de ellas que me parece particularmente interesante: la inesperada victoria de un candidato que en Europa podríamos calificar claramente como de izquierdas, en Pensilvania. Les hablo de John Fetterman. Pensilvania, quinto estado más poblado de Estados Unidos, ha sido, de hecho, el único en el que los demócratas han arrebatado un senador a los republicanos.
Los medios internacionales destacan de Fetterman su estatura (nada menos
que 203 centímetros), su corpulencia de atleta (de hecho jugó al fútbol
americano en la universidad), sus brazos tatuados, su perilla y que prefiera la
sudadera con capucha a la americana. Este tipo, que probablemente sería detenido
por la policía municipal si se pasease por el barrio de Salamanca (salvo que le
acompañara Isa Serra), ha derrotado al favorito de los republicanos, el
televisivo Mehmet Oz, un propagandista de las pseudociencias y los remedios
milagro para la pérdida de peso y las terapias de reordenación sexual para
“curar” la homosexualidad.
A pesar de su aspecto de white working class que recuerda
al último videoclip de Los Chikos del
Maíz, cuenta con una sólida formación académica con posgrados en la
Universidad de Connecticut y en Harvard. En 2006, fue elegido alcalde de
Braddock, un pueblo de 2.000 habitantes de Pensilvania donde los bajos
salarios, la marginalidad y la segregación racial dibujan el paisaje social del
capitalismo americano.
El alcalde gigante Fetterman fue arrestado por la policía por protestar por el cierre de un hospital; los tatuajes que luce homenajean esos años de lucha municipalista en Braddock. Su brazo izquierdo luce el código postal de un distrito (el 15104), toda una declaración de orgullo de clase, en tanto que en su brazo derecho muestra las fechas de nueve homicidios ocurridos mientras era alcalde.
Fetterman impulsó programas de reinserción juvenil en su ciudad y también
proyectos artísticos y culturales para sectores desfavorecidos que hicieron que
el periódico británico The Guardian le llamara el alcalde más cool de
Estados Unidos. El gigante es un comprometido defensor de la sanidad pública
(eso en Estados Unidos es casi ser comunista), de la subida del salario mínimo,
del derecho de las mujeres a la interrupción voluntaria del embarazo y también
de una reforma del sistema penal que entienda que la cárcel debe tener un
carácter resocializador. Defender que los presos son seres humanos ha hecho que
la ultraderecha republicana le presente como amigo de asesinos, pero su estilo
claro y sin concesiones así como su imagen de currela blanco, ha hecho que
muchas familias obreras que, en algunos momentos, se sintieron atraídas por
Trump, le den su apoyo. El gigante nunca se ha cortado a la hora de calificar a
Trump como un troll de internet como cualquier otro y tampoco
dudó en apoyar al socialista Bernie Sanders en las primarias demócratas.
Las crónicas destacan que las pintas y el estilo de Fetterman gustan a los
jóvenes de clase trabajadora también en las zonas rurales de Pensilvania. Hace
algunos años conocimos a Joe the plumber como metáfora del
deslizamiento progresivo de la clase obrera blanca americana hacia el fascismo.
Ojalá la sorpresiva elección del gigante de Pensilvania ayude a cambiar esa
tendencia.
CTXT DdA, XVIII/5.305
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