No está de más, a propósito del artículo que firma hoy el poeta García Montero en InfoLibre, recordar lo que el poeta Antonio Machado dijo y recordamos en este DdA hace unos días, al hacer referencia a la entrevista realizada por José Orozco y publicada en el diario madrileño Ahora el 1 de mayor de 1937: ¿No cree usted en el poeta de bandera al servicio de la alta y única verdad del pueblo?, le plantea Orozco. A lo cual contesta don Antonio: "De una manera dogmática, no. Pero en España el poeta debe estar siempre con el pueblo. Lo mejor en España es siempre el pueblo. El patriotismo, por ejemplo, es siempre popular, no es del "señorito". El "señorito" vende a la patria y el pueblo la salva con su esfuerzo y con su sangre. Ocurrió así en la guerra de la Independencia, está ocurriendo ahora".
Luis García Montero
Son muchas cosas las que le debo a la
lectura de María Zambrano. En momentos en los que la razón práctica
podía desembocar en la autodestrucción y en una cámara de gas,
su concepto de razón poética sirvió para cuestionar cualquier modernidad que
prescindiese del respeto a la dignidad humana. Me valgo de la razón
poética cada vez que las dinámicas sociales quieren separar la razón y los
sentimientos, provocando autoritarismos sin compasión o populismos
irracionales. Frente al poder sin corazón o frente al asalto mediático de
los fluidos neoliberales, creo en las instituciones capaces de ordenar el
diálogo y la convivencia.
También pienso
en Benina, la protagonista de Misericordia de
Galdós estudiada por María Zambrano, cada vez que necesito justificar mi
inclinación a la resistencia y la esperanza. Quien no puede asumir el cinismo del
todo vale y nada tiene solución, ni la ingenuidad optimista del que desconoce
las heridas de la realidad, llega a encontrar en las convicciones
íntimas y en la propia educación sentimental argumentos para salvarse
del odio y de la renuncia.
Pero el consejo
de María Zambrano que más he recordado en los últimos meses es la necesidad
de vigilar a los patriotas que trabajan para destruir a su patria, esa
retórica del nacionalismo que se convierte en una forma dañina de perderle el
respeto al sentido democrático de pertenencia y a la necesidad de convivir. Se
trata de una precaución que aprendí con la lectura de Los intelectuales
en el drama de España, un ensayo, muchas veces reeditado, que publicó por
primera vez en 1937 la editorial chilena Panorama.
Confieso que lo
primero que me llamó la atención y me emocionó cuando cayó en mis manos el
libro fue el anuncio en una de las solapas de otro libro, Madre España,
en el que los mejores poetas chilenos mostraban su amor por mi
país. Una España democrática y solidaria, sin tentación ninguna de
imperialismo, había conseguido que poetas como Pablo Neruda, Vicente
Huidobro y Pablo de Rokha la llamasen madre, igual
que el peruano Cesar Vallejo, el cubano Nicolás Guillén o
el argentino Raúl González Tuñón. Para quien ha heredado el
profundo amor a España de una exiliada como María Teresa León, un
preso como Miguel Hernández o un asesinado como Federico
García Lorca, víctimas todos del falso patriotismo, la defensa de la Madre
España supuso una invitación al orgullo.
A lo largo de
sus reflexiones, en las que despuntan la esperanza y la razón poética, María
Zambrano le explica a Gregorio Marañón, sumiso al golpe de Estado
de 1936, uno de los motivos más fuertes de su indignación. Eran numerosos los
levantamientos o las revoluciones a lo largo de la historia, pero ninguna había
utilizado hasta entonces el patriotismo para vender a la patria.
Los militares que dieron el golpe y provocaron la guerra, autodenominándose
nacionales, no tuvieron el menor escrúpulo a la hora de vender España a Hitler
y Mussolini.
Así lo escribió
María Zambrano en 1937: “En realidad estos nacionalistas se
avergonzaban íntimamente de ser españoles, porque en España no había esa
exhibición lujosa de fuerza y violencia que era el fascismo. Antes
que españoles eran…fascistas y su pertenencia a España estaba condicionada. Y
eso es lo que nos separa, doctor Marañón: nosotros antes y sobre nada
pertenecemos al pueblo español y estamos unidos a su suerte y a su porvenir
incondicionalmente porque le amamos y este amor nos da esperanza en
sus decisiones”.
No puedo evitar
acordarme de María Zambrano cada vez que alguien intenta deslegitimar a un
Gobierno elegido por los españoles en las urnas, cada vez que los políticos con
banderita de España en la muñeca intentan desprestigiar en Europa a la nación,
cada vez que un nacionalista trama conspiraciones para que los fondos
europeos no lleguen a su país o cada vez que en nombre de la
patria se venden la salud pública, la luz y el salario de los españoles en
beneficio de los bancos y las grandes empresas. Sí, es una triste
verdad actual: son peligrosos los patriotas que no dudan en vender a su
patria.
DdA, XVIII/5.268
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