sábado, 9 de julio de 2022

EL DINERO SE HACE PARA QUE SIGAN SIENDO RICOS LOS SUYOS



Enrique del Teso

Hace años, Carmen Gómez Ojea ganó un premio literario (no recuerdo cuál) y dio en Panorama Regional una respuesta inteligente a una pregunta necia. Le preguntaron que qué le parecía que le hubieran dado aquel premio a una mujer. Ella contestó que no le parecía nada, que si se lo hubieran dado a un chimpancé le hubiera chocado, pero que habérselo dado a una mujer no le parecía nada. Hubo revuelo con eso de que el alumno con la nota perfecta de la EBAU eligiera estudiar Filología Clásica. Que el estudiante con más nota decidiera abrir un quiosco sería raro porque eso no tiene relación con la EBAU. Que elija estudiar Clásicas es como que una mujer gane un premio literario. No debería parecer nada. Hay muchos atractivos en la filología clásica, aunque lógicamente no tiene por qué gustar a todo el mundo. Eso que se llama cultura clásica es un cóctel de artes y pensamiento del más alto nivel que aporta sabiduría y buen trato con la belleza. Carl Sagan compara a la humanidad con un niño huérfano a la puerta de un hospicio que, cuando crece, quiere saber su origen. Todas las culturas contienen algún relato, mítico o histórico, sobre su origen. No hay civilización sin principio. No sabemos ser un huérfano sin venir de alguna parte. La cultura clásica da origen, profundidad y fundamento a esta parte del mundo. El contacto con el latín hace al uso de la lengua que estoy empleando un efecto parecido al de los baños de eucalipto en los pulmones. Desenreda, aclara y explica. Así que ese alumno tenía buenas razones para utilizar el impulso de su envidiable formación y adentrarse en los estudios clásicos. Tan buenas como para estudiar cualquier otra cosa.

Desde hace algún tiempo tengo la imagen del buen periodismo (ese fenómeno menguante) como una parrilla y las redes sociales como lo que está debajo de la parrilla donde caen los churretones de grasa. Las redes sociales no son el país real, sino eso, el lugar donde caen los churretones sucios y sobrantes del país. Pero, aunque así sea, esas plastas de grasa llevan la sustancia de lo que está encima de la parrilla. En cuanto fue noticia que un buen estudiante quería hacer Filología Clásica, empezaron a caer en las redes sociales esos pegotes grasientos que son la versión degradada y sucia del país real. Se insultó al alumno porque su caso era prácticamente una apología pública de la ineficacia y del despilfarro, en un mundo necesitado de «eficiencia». Como digo, son desechos formados de indigencia mental, pero desechos que llevan el aroma de la sociedad real. Mucha gente, sin la zafiedad de los indigentes de la red social, cree que este chico de la EBAU desperdicia su nota y sus poderes estudiando Filología Clásica y cree que debería hacer algo más útil. Y cometen dos errores. Uno es evidente, pero no descuidemos el segundo error.

Se hace algo inútil cuando se tiene una necesidad o una conveniencia y lo que se hace no la soluciona. La actividad inteligente consiste en concatenar actos inútiles que forman un conjunto eficaz para solucionar nuestra necesidad. Por su parte, la disciplina consiste en aceptar actos inútiles sin beneficio que solo colectivamente tienen algún provecho. Se extiende por el sistema educativo la idea de que hay que educar en competencias y no en contenidos. La idea puede ser correcta, si le limamos dos asperezas: sí que hay que estudiar contenidos, las competencias son flores que necesitan una maceta; y, sobre todo, no se debe manejar la idea ramplona de que las competencias son destrezas para hacer cosas ya, inmediatamente. La inteligencia repele la impaciencia. Creer que cada competencia ha de ser una destreza con resultado inmediato ataca la línea de flotación de la disciplina y de la inteligencia. Este es el primer error de los haters del alumno brillante que quiere estudiar clásicas. Solo desde esta visión chambona de la formación que reseca los nutrientes del conocimiento se puede lamentar que alguien tan destacado estudie Filología Clásica.

El segundo error es creer que el dinero se consigue estudiando otras cosas y que es parasitismo todo lo que no sea buscar dinero. El dinero, cada vez más, no se consigue, se nace con él. Y si se consigue, no es por estudiar. No se dan codazos y se mueven complejas estructuras de poder para que acaben haciéndose ricos los estudiados. Se hace para que sigan siendo ricos los nuestros. Es ironía, quería decir los suyos. El proceso por el que las oligarquías tienen cada vez más y las mayorías cada vez menos no se basa en estudiar unas cosas u otras. Se basa en poner barreras de exclusividad, no de valía y saber, que alejen todo sueño de igualdad de oportunidades. Se saca el dinero de los servicios públicos que gestionan nuestros derechos y nuestra protección, se concentra (quitando impuestos o evadiéndolos) en los bolsillos más adinerados y se privatizan los servicios públicos ya anémicos para que el acceso a ellos sea desigual. Hacen bien los biempensantes templados y los voceras carrasposos de la red social en denostar estudios parásitos. Pero no apuntan bien. La Filología Clásica es conocimiento real, noble y, en el buen sentido de la palabra, útil. Van proliferando estudios de mentirijillas en universidades (privadas) de pega, muy exclusivas pero de pega, para dar apariencia de conocimiento y mérito a lo que ya estaba decidido desde la cuna. La mayoría de los ricos nacen ricos y luego estudian para que parezca que son ricos por conocimiento, pero no estudian donde se pueda notar el mérito y conocimiento reales. Los que tanto celo tienen en señalar estudios parásitos no rebusquen en los estudios clásicos de las universidades públicas. El caladero está en otra parte.

La desigualdad creciente ya no solo es un hecho, sino una doctrina explícita y desvergonzada. No olvidemos cómo se formuló la burla descarnada de dar becas a ricos en Madrid. La formuló la ultraderechista Monasterio: la educación debe ser gratis para todos y las familias todavía pagan casi el 20%. Ayuso dijo que no era sostenible de momento esa gratuidad total, que hacía lo que podía. Las familias que pagan son las que pagan en los colegios de pago. Cuando se dice que hay que bajar impuestos, sin especificar, lo que se dice es que hay que bajar los impuestos de los ricos. Cuando se dice que las familias no deben pagar la educación, lo que se dice es que las familias ricas no deben pagar los colegios de pago, que para eso estamos los demás. Cuando Ayuso dice que hace lo que puede, quiere decir que mete el dinero que puede en los colegios de pago de los ricos, que cuando pueda ya meterá más, que para eso estamos los demás.

Pero también se equivocan. Popper intentó sin éxito adaptar a la política su falsacionismo. Un enunciado científico se equivoca cuando es falso y la ciencia debe tener procedimientos para determinar cuándo se equivoca. Lo mismo pasa con la política. Una política errónea no es falsa, sino fallida, y tiene que haber procedimientos que muestren que una política falla. Las ciencias serían falsables y las políticas falibles. No funcionó ese abracadabra, no hay forma objetiva de decidir si el Gobierno lo hace bien o mal, es cuestión de opiniones e ideología. Pero podemos apurar el razonamiento de Popper hasta donde sea posible. Si la política conduce a la violencia o hace desear la violencia en partes amplias de la población, la política es fallida. Si solo se evita el deseo de violencia a base de mentir, la política es fallida. Un orden que se sustente en el uso de la fuerza o en la mentira sistemática es un orden fallido y propenso al enfrentamiento. Así es el orden neoliberal de la desigualdad extrema. Exhibir con provocación el desfalco de los servicios públicos para becar a los ricos no remata a la izquierda, como dice la web de Vox. Es el tipo de sarcasmo que lleva al conflicto, es decir, a un orden es fallido. La actitud del alumno de la EBAU hace ruido. Chirría con estridencia con todo lo que hay de fallido en nuestro orden social. Además, en los estudios clásicos hay complejidad, belleza y conocimiento, lo que realmente algunos necesitan rematar para imaginar su reino.

 La Voz de Asturias  DdA, XVIII/5216

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