viernes, 29 de abril de 2022

JUAN DIEGO, AHORA QUE YA CASI TODO ES CUATRIFAKES POSTUREO



Ahora que mi estimado Paco Faraldo evoca la imagen de aquella huelga de actores en el año de la muerte del dictador, debo hacer lo propio en mi memoria a la hora de recordar el seguimiento informativo que hice como reportero en agraz de la misma, casi recién llegado a la práctica del periodismo profesional en Madrid, cuando no costaba más que oponerse al que había para creer en un país mejor. Tal como afirma Paco, referido a este asunto, con Juan Diego se reafirma la certeza de que solo cuando defendemos lo evidente juntos y a pecho descubierto, nos es dado recuperar lo que nos pertenece.

Paco Faraldo
Para el actor Maxi Rodriguez

Había mucha gente en la manifestación, como si hubieran matado a un obrero de la Pegaso, o como si hubieran vuelto a asesinar a Grimau o a Enrique Ruano. Es que entonces, 1974, el teatro era un alimento necesario que nos congregaba para ver al TEI, a Los Goliardos a Bululú y a tantos grupos necesarios para conocer, ya sobre un palco, los textos que publicaba Escelicer, de Brecht, Adamov, Lorca, Valle Inclán, Becket, Ionesco. Aquello desbordaba el límite de una huelga sectorial y hasta los encarcelados del 1001 habían enviado su comunicado de solidaridad. Allí estaban los actores, los escenógrafos, los autores que ponían en pie cada tarde el teatro y estábamos también nosotros, los estudiantes, apoyando la dignificación de una cultura que reflejaba una visión del mundo y del arte que nos pertenecía aunque el oscurantismo franquista nos la había arrebatado. En medio de aquella vorágine reivindicativa, en el fragor de aquellas movilizaciones, se movía también él, Juan Diego, con el sobaco repleto de panfletos que iba repartiendo de mano en mano, acompañado de una mujer menuda que reconocí como Tina Sainz, otra roja habitual. Cuando aquello acabó en victoria, y reabrieron los teatros, él ya se había convertido en un símbolo.
Muchos de sus compañeros y compañeras lo han despedido con el puño en alto. Y ahora que ya casi todo es cutrifakes y postureo, y teatro del malo, el gesto recupera toda su potencia, toda su pureza original. Con él se reafirma la certeza de que solo cuando defendemos lo evidente juntos y a pecho descubierto, nos es dado recuperar lo que nos pertenece. No hablo solo de teatro, claro.

DdA, XVIII/5153

1 comentario:

Anónimo dijo...

!Qué tiempos!!

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