"Por vosotros y por una
sociedad mejor luché y caí, nunca os avergoncéis de mí ni de mi muerte. Llevar
la cabeza alzada como corresponde a toda persona decente (…), pero con la brújula
hacia la clase trabajadora”.
Félix Población
Santos Mañes Mañes nació
en Embid de la Rivera, un pueblecito de la provincia de Zaragoza el 1 de
noviembre de 1890. Residió en Madrid y fue militante del partido Izquierda
Republicana. Se le fusiló en el Cementerio del Este el 8 de octubre de 1940 a
los 49 años de edad. El actual Ayuntamiento de Madrid eliminó su nombre y
memoria del homenaje público que se quiso rendir a las 2.936 personas
ejecutadas en la ciudad de Madrid desde el final de la guerra hasta 1944. La
dictadura franquista condenó sus nombres al olvido y la sola recuperación y
exposición de los mismos en un memorial ubicado en ese mismo cementerio,
mediante la tarea investigadora llevada a cabo por el colectivo Memoria y libertad y
bajo la alcaldía de Manuela Carmena, provocó que esos nombres fueran
nuevamente condenados al silencio en cuanto la derecha retornó al gobierno
municipal.
La reciente publicación
del libro Morir en Madrid
(1939-1944). Las ejecuciones masivas del franquismo en la capital, Fernando Hernández Holgado y Tomás Montero Aparicio [eds.],
ofrece, además de su muy valiosa función reparadora en ese sentido y en todos
los sentidos, una documentada aportación historiográfica que lo sitúa como un
libro-memorial de gran calado en el que se personaliza y hace más próximas a
cada una de las víctimas. Memoria y libertad inició esta labor
hace más de quince años, cuando se sirvió del primer trabajo llevado a cabo por
los historiadores Mirta Núñez
Díaz-Balart, profesora de la Universidad Complutense, y Antonio Rojas Friend en
1997. Fueron ellos los primeros en elaborar un listado de las personas
ejecutadas en Madrid durante ese lustro de la primera posguerra.
“En las
inmediaciones del cementerio madrileño se fusilaron, una madrugada
tras otra -se nos dice en el citado libro, recientemente presentado en Madrid-
, a decenas de personas de una sola vez y durante años. Un manto de silencio se
extendió a su alrededor: los habitantes de las barriadas cercanas oían los
disparos y callaban por miedo. A los familiares de las víctimas que se
arriesgaban a enterrarlas, las autoridades militares les instaban también a
guardar silencio: los entierros debían realizarse en el mismo cementerio s in
“boato ni ceremonia”, en las más estricta intimidad. No fueron pocos los
familiares que perdieron la memoria de lo ocurrido porque nunca llegaron a
tenerla: se les ocultó el asesinato de su deudo, nunca llegaron a saber qué
pasó con él, si murió o desapareció en la guerra, o después. Más de dos tercios
de aquellos cadáveres nunca llegaron a ser reclamados, con lo que a los diez
años acabaron en la fosa común”.
El actual alcalde de
Madrid, José Luis Martínez Almeida, dejó
desmemoriado el memorial de La Almudena, eliminando los nombres de las víctimas
y el poema de Miguel Hernández que los acompañaba. Vino a ser, según se nos
dice en el libro, un a modo de remache final del enterramiento en el
olvido que guió a la dictadura para que los nombres de sus víctimas y la razón
por la que fueron asesinados dejaran de existir. Ese doble intento de condena
al olvido no podía prosperar en un país democrático porque en favor de la
memoria democrática están obras de tanta perseverancia y denuedo
documental como Morir en Madrid, título homónimo al del filme
de Fréderic Rossif (Mourir
à Madrid, 1963), que mucho enojo causó al viejo régimen cuando este se
quería evadir de sus orígenes y proyectar sobre Europa una imagen diferente a
la que lo caracterizó hasta el final de la segunda Guerra Mundial, cuando
tantos miles de condenas a muerte fueron dictadas y ejecutadas contra los
vencidos en la Guerra de España.
“La entrada en Madrid
del Ejército de Ocupación el 28 de marzo de 1939-nos dice Santiago Vega Sombría
en el libro- marcó el fin de la guerra y el inicio de la persecución de quienes
se había enfrentado a la sublevación militar desde el 17 de julio de 1936. No
vino la paz, llegó la Victoria, las imposiciones, las humillaciones y la
persecución a los vencidos. Un acoso que afectó a todos los desafectos, incluso
a los que no les quedaron fuerzas para seguir combatiendo a la dictadura. La
vida para los derrotados no alcanzó descanso”.
Según el listado de las
2.936 personas ejecutadas en Madrid entre el mes de abril de 1939 y el mes de
febrero de 1944, 80 fueron mujeres. Un total de 44 varones fueron víctimas
del garrote vil cuando concurrían sobre los condenados "circunstancias
agravantes". Estas atroces ejecuciones tenían lugar en las cárceles de
Porlier y Conde de Toreno. Manuel Alcázar Monje, detenido el 28 de marzo de
1939, fue la primera víctima, junto a Antonio Sánchez Fraile, fusilados ambos
el 16 de abril. Solo durante el primer bienio de la posguerra, ya en tiempo de
paz aunque siguiera vigente el estado oficial de guerra que permanecería hasta
1948, más de 2.000 personas fueron ejecutadas en Madrid en el transcurso de
veinte meses, entre abril de 1939 y finales del año siguiente.
A juzgar por su
contenido, la carta de capilla de Santos Mañes que se incluye en el libro Morir
en Madrid (1929-1944) con una fotografía de su firmante –conservada en
el archivo familiar-, consiguió burlar la censura de los carceleros de la
prisión de Porlier y llegar a la calle por canales alternativos al oficial.
Santos escribió la carta, según consta en la misma, el 7 de octubre de 1940,
seguramente a lápiz. Será fusilado a la madrugada del día siguiente en el
Cementerio del Este. El texto original debió correr riesgo de
desintegrarse con el paso del tiempo, por lo que, antes de que eso
ocurriera, alguien de la familia decidió mecanografiar su contenido para
preservarlo del deterioro que acabaría por borrar sus palabras.
Una primera parte de
la carta la dirige Santos a sus amigos, y la segunda la dedica a su familia,
con palabras para su esposa y mención expresa para cada uno de los diez
hijos del matrimonio. Esta circunstancia la hace especialmente singular y es la
razón por la que la he entresacado del libro. Llama la atención la entereza y
serenidad que transmite el condenado horas antes de que fuera ejecutado, así
como la fe en su compromiso con la causa que le va a costar la vida, algo que
suele ser común en la mayoría de estos documentos.
Transcripción de la
carta de capilla*
En capilla a 7 de
octubre de 1940. Querido amigo Vicente: Como te dije personalmente, harás el favor de
mandar la ropa a casa, las cartas todas las quemas, los materiales disponéis
los tres de ellos en la forma que queráis. Noticias a mi casa desearía que
pasaran un par de días para que se enteraran. Con ello quiero evitar que vayan
a verme al cementerio, así se lo harás saber si tienes ocasión de hablar con
ellos. Son las dos de la madrugada y han pasado estas horas sin darme cuenta,
podéis creer que todo se reducirá al momento de la ejecución. Había conseguido
del “Bárbaro” que bajarais, pero como buen jesuita ni palabra mala ni obra
buena, paciencia una vez más. Caspe te admiro, en ello condenso todo el cariño
que te profeso, recibe mi último abrazo. S. Mañes.---- Isidoro, despídeme de
todos los amigos, les das un abrazo de mi parte y tú los recibes de tu buen
amigo S. Mañes. ---- Vicente un abrazo más extenso a toda la sala. S. Mañes.
Madrid, en la capilla
de Porlier a 7 de Octubre de 1940. – Queridos hijos: En los últimos
momentos de mi vida, quisiera dirigirme a vosotros. No sé si el entendimiento
me responderá, aunque os aseguro que estoy completamente tranquilo, con la
tranquilidad que proporciona una conciencia limpia y honrada. No sé si debo
justificar ante vosotros mi actuación sostenida durante la guerra contra el
régimen fascista. Los hijos pequeños no lo comprenderán y de los mayores es
sobradamente conocida mi actuación que, basada en la más estricta honradez,
nunca rehusé el puesto que me fue confiado y sin duda esto es lo que me priva
de la vida, sintiéndome orgulloso de haberlo hecho así. Y si algún dolor me
causa, sois vosotros. Por vosotros y por una sociedad mejor luché y caí, nunca
os avergoncéis de mí ni de mi muerte. Llevar la cabeza alzada como corresponde
a toda persona decente y seguir la trayectoria que vuestras conciencias os
dictan pero como hasta aquí: con la brújula hacia la clase trabajadora.
Quisiera dedicar unas
frases a cada uno de vosotros y no encuentro palabras ponderativas que expresen
lo que significáis para mí. ¿Hijos? Es poco, porque hijos lo sois por el hecho
de haber venido al mundo. Pero hijos cariñosos, comprensivos, trabajadores,
honrados, valientes y sobre todo de un cariño hacia sus padres que por mucho
que hiciera por vosotros siempre estaría en deuda. Una cosa os pido en estas
últimas horas: que si es posible aumentéis hacia vuestra madre el cariño todo
que a mí me profesaba. ¡Pobrecilla! Por mí, que la tuve siempre esclavizada.
Por vosotros ¡erais tantos! que no hizo más que trabajar para teneros siempre
limpios. ¿Debéis ocultarle mi muerte? No sé qué aconsejaros, pienso que sería
mejor silenciarlo, pero vosotros con más juicio obraréis en consecuencia.-
Carmen, ya desapareció
el obstáculo para tu boda, cásate y sé muy feliz. Mírate en el espejo de tu
padre y procura hacer feliz a tu compañero. Para Enrique un abrazo de mi parte.
– Antonio, nada te digo. Me has demostrado repetidas veces que eres digno de
mí, con tu inteligencia lleva esa pesada nave que te dejo por herencia y con tu
tacto lima las asperezas que surjan en la familia. – Loli eres toda corazón
¡cuánto te quiero! ¿Más que a los demás? No, pero es que todo en ti es bondad.
¡Qué feliz harás al hombre que a ti se una! - Antoñita, tan pequeña como eres y
esta ingrata sociedad te obliga a llevar el papel de madre. Recibe en premio mi
último beso. – Santitos, Pascualín, Carlitos, Enrique, Natachina, ya os
explicarán vuestros hermanos mayores quién fue y por qué murió tu padre. –
Rogelio, cómo se demostrará tu corazón. Ten valor como yo lo tengo y a luchar.
– Besos, besos, muchos besos de vuestro padre S. Mañes.
*Del blog https://www.memoriaylibertad.org/quienes-eran/
2 comentarios:
Hola Félix,
Soy nieto de Santos Mañes, fusilado el 8 de octubre de 1940, a quien dedicas este artículo. Comprenderás que me haya emocionado hoy al leerlo, y quería comenzar por agradecerte su publicación. Desde que comencé la tarea de rescatar a mi abuelo del silencio que le envolvía, como a tantos otros, por miedo en su momento, luego por dolor, han pasado tres años. Mi padre, su hijo, se negaba a hablar de él, visiblemente emocionado cada vez que yo preguntaba qué le había pasado a mi abuelo, siendo yo niño. Lo único que sabía es que le habían matado después de finalizar la guerra, y que era republicano.
Hace tres años decidí ponerme a investigar para derribar el muro de silencio. Me ayudó su apellido, Mañes, muy poco común. En seguida encontré varios hilos de dónde tirar y llegué hasta un libro, Los fusilamientos de la Almudena, de Manuel García Muñoz, donde aparecía Santos y los números de los sumarios, cinco, en los que fue encausado. Conseguí que me enviaran los sumarios desde el Ministerio de Defensa y el Centro Documental de la Memoria Histórica. Porque uno de los sumarios fue instruido por el Tribunal de Responsabilidades Políticas: cuatro años después de haberle fusilado, todavía le abrieron un procedimiento para averiguar si le quedaba algún bien al inculpado para confiscárselo.
Poco después contacté con Tomás Montero, impulsor de Memoria y Libertad, el colectivo de familiares de víctimas del franquismo en Madrid. Con ellos estaré en deuda siempre, porque me dieron la oportunidad de intervenir en el homenaje a los fusilados el 13 de abril de 2019, junto a la tapia del Cementerio del Este, y honrar la memoria de Santos con un breve relato de lo que fue su vida, truncada prematuramente por su compromiso con el gobierno de la República.
Gracias al asesoramiento de Memoria y Libertad conseguí también una Declaración de Reparación y Reconocimiento Personal por parte del gobierno del Estado Español y recientemente, tras un año de espera, he recibido del Ministerio del Interior su expediente penitenciario, pues estuvo en la cárcel de Porlier más de un año, antes de ser fusilado.
La carta de capilla la conseguí a través de una prima mía, otra nieta de Santos. Desconocía su existencia hasta hace bien poco. Creo que no hacen falta adjetivos para describirla, una vez leída.
Cuando empecé a investigar sobre Santos nunca pensé que llegara a publicarse un artículo sobre él, además en un medio que leo con frecuencia, como El Salto. Para mí, supone una nueva victoria en el empeño de rescatarle, como a otros muchos que sufrieron la misma muerte, del silencio que les han envuelto durante tantos años.
Muchas gracias, Felix, por tu artículo.
Por cierto, da la casualidad que desde hace un año vivo en Asturias. ¿Casualidad o algo más?
Me ha emocionado tu comentario, amigo. Desde hace muchos años me dedico a hacer memoria de los nombres que la dictadura quiso enterrar. No de los grandes nombres, sino de los pequeños que como Santos dejaron un testimonio tan elocuente de su talla moral y ciudadana con una sola carta. Celebro que vivas en Asturias y te mando un fuerte abrazo con la satisfacción de sentirme muy compensado con tus palabras. Salud y memoria.
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