Dos interesantes artículos del poeta y escritor Luis García Montero podemos leer hoy en los medios de información. "La inteligencia artificial no existe", publicado en el diario El País, es tan digno de lectura y meditación como el que Luis firma en InfoLibre, donde habitualmente colabora cada domingo con su columna Verso suelto. En este caso desarrolla el concepto de "empatría", que para el autor es, entre otras cosas, "no seguirle la corriente a los que quieren que pensemos que la desigualdad y los peligros vienen de fuera y no de los falsos patriotas que pretenden manipular nuestra patria como si fuese un cortijo particular a su servicio. Decir empatría es negarme a que Fernando VII vuelva a vender España a los franceses… y Franco a Hitler y Mussolini". Este es el lúcido artículo de Luis García Montero que no puede faltar en la agenda de lectura de la prensa este domingo:
Decir empatría es
un modo de empezar el año.
La prisa nos ha acostumbrado a decir lo
que pensamos sin pensar antes lo que decimos. Se trata de un sentimiento de
libertad propio de la servidumbre, porque hablamos al dictado y asumimos lo
que otros han pensado para nosotros. Somos
loros de repetición incluso cuando contestamos al que nos ofende siguiendo las
reglas de juego establecidas por él. Una espontaneidad sometida.
Y la verdadera libertad se juega al
pensar lo que decimos antes de decir lo que pensamos. Es lo que nos permite
vacilar, escaparnos del ruido y los dogmas, hacernos dueños de nuestra propia
opinión al dudar de nosotros mismos. Es también lo que nos permite mantener la
esperanza y defender la dignidad de las causas que justifican nuestro sentido
democrático de pertenencia. Al pensar lo que decimos aprendemos a pensar lo que
escuchamos. La servidumbre empieza por nuestra relación con las palabras, por
nuestra capacidad por elegir el tono y los motivos de las conversaciones. Los
manipuladores, que no pueden imponernos un modo de pensar, pueden llegar a
dominarnos cuando consiguen imponernos los asuntos de la discusión, ocultando
aquello que nos afecta, los retos que dan sentido a nuestras preocupaciones.
La relación de los patriotas con su
patria y de los nacionalistas con sus naciones suele dar buenos ejemplos de
todo lo que afecta al sentido de pertenencia, al disfraz de las conversaciones
provocadas y a los estados de crispación que invitan a decir lo que pensamos
antes de pensar lo que decimos. Mi viejo miedo a los patriotismos
que acaban convirtiendo a sus patrias en campos de odio hizo que me gustase mucho la palabra empatría, una idea que me propuso el
rapero y cantante Rayden en una conversación pública organizada por Twitter.
La patria, según el diccionario, es una
tierra natural o adoptiva ordenada como nación, a la que se siente ligado el
ser humano por vínculos jurídicos, históricos y afectivos. Un
antipatriota puede situarse en contra de los vínculos, pero un patriota no,
necesita formar comunidad. De ahí
que su sentido de pertenencia no deba alejarse de la empatía, es decir, de su
capacidad de identificarse y compartir sentimientos. En España, desde el siglo
XIX, tiempo en el que los historiadores rigurosos fijan el nacimiento de la
nación española, no suceden así las cosas. Los autoproclamados patriotas se
definen como gente dedicada a odiar a parte de sus compatriotas y a mentir
sobre ellos.
La idea de empatría me
invita a definir el amor a España por un sentido de pertenencia basado en el
interés por la calidad de vida de los españoles, su igualdad, la calidad de su
educación y su sanidad públicas, el respeto a los cuidados de vivir en
comunidad, la solidez de sus derechos cívicos y laborales. Y me
resulta muy extraño que se declaren nacionalistas y patriotas los que se
dedican a evadir riquezas a paraísos fiscales, bajar impuestos equilibradores y degradar los servicios
públicos y la igualdad de la ciudadanía.
Decir empatría es
un modo de pensar lo que decimos para hablar de lo que queremos y no dejarnos
llevar por debates que nos desvían de la realidad para encubrir las verdaderas
heridas de la patria, por ejemplo, las brechas de desigualdad y la poca
inversión pública en los posibles remedios. Decir empatría es
sentirse orgulloso de la hospitalidad de una tierra natal o adoptiva, incluso sentirse agradecido a los trabajadores que llegan
de fuera y permiten mantener la economía y las pensiones en un país con índices
de natalidad muy bajos.
Decir empatría es no
seguirle la corriente a los que quieren que pensemos que la desigualdad y los
peligros vienen de fuera y no de
los falsos patriotas que pretenden manipular nuestra patria como si fuese un
cortijo particular a su servicio. Decir empatría es
negarme a que Fernando VII vuelva a vender España a los franceses… y Franco a
Hitler y Mussolini. Decir empatría es
pensar dos veces lo que digo antes de decir lo que pienso, porque quiero ser
dueño de mi propia conciencia española, orgullosamente democrática y española,
y no una marioneta del trumpismo internacional, sus redes y sus medios de comunicación, que manipulan las
informaciones en nombre de la posverdad, es decir, de la superstición y las
mentiras de siempre.
Sí, decir empatría,
en España, es un modo de empezar el año.
Infolibre DdA, XVIII/5061
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