viernes, 19 de noviembre de 2021

GABRIEL CALVO Y SU GARCÍA LORCA



Valentín Martín

Con el título El mundo en sus manos Raoul Walsh hizo en 1952 una de las películas más trepidantes de la historia del cine. Por entonces Gabriel Calvo no pasaba de ser un sueño de Adrián y Monforte de la Sierra ignoraba que con el tiempo este mozo serrano tendría un destino muy distinto al de Manuel Sánchez.
A las 7 de la tarde del jueves, Madrid desmintió a Gabriel Calvo. Sí, porque nuestro serrano salmantino, tan pausado como las cerraduras de siglos pasados que él busca, encuentra y ama, dice que en el Madrid del ajetreo y el frenesí cuando llega al escenario ya está cansado. Yo creo qu es por la emoción.
La emoción es duda, pero también un sentimiento que te empuja hacia arriba como un alarido. Y eso fue en el Círculo de Bellas Artes madrileño, en un salón repleto de fervor donde poco a poco, a medida que Gabriel Calvo iba dando pasos por un Federico García Lorca hincado en las historias de la tradición, frente a un ventanal donde titilaban las farolas lejanas sin encenderse los grillos, los dos se juntaron en la libertad.
Gabriel Calvo en este Folklorquiando que ha visto Madrid es más García Lorca que el poeta asesinado nunca lo fue. Y Gabriel Calvo abrió los abrazos para encontrarse a sí mismo, el salvador de memorias y creador de ilusiones.
Gabriel Calvo ha llegado a la cima de todas las colinas. Su Folklorquiando está llamando a la puerta de todas las hambres de la cultura. Hay que abrir esas puertas.
Para que se sepa entre canción, romance, y memoria de la historia quién fue también Federico García Lorca. Un poeta popular, eso ya se sabía. Pero en el recorrido por la palabra y la música de Gabriel Calvo, aprendemos todos por qué, dónde y cuándo. Y el rastro que recuperó Federico. Y el rastro que dejó Federico. Y esos dos rastros que agavilla y ofrece Gabriel Calvo.
La tarde dio para mucho más, pero baste con decir que hay un antes y un después de Federico García Lorca desde la indagación cultural de Gabriel Calvo.
Aún duran los aplausos al serrano salmantino en un Madrid que paladea su hermandad con Federico mientras la ciudad se resiste a echarse a dormir.

DdA, XVII/5014

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