domingo, 26 de septiembre de 2021

YA ES HORA DE LA CONSULTA PRESENCIAL EN LOS CENTROS DE SALUD



Félix Población

La gente ya acude por miles de personas a los estadios deportivos y alterna en los bares y caferías casi como antes de que apareciera el virus de la corona, pero los enfermos siguen sin poder ver a sus médicos de familia porque sobre la atención primaria se siguen manteniendo las mismas medidas restrictivas acordadas en los primeros meses de la pandemia. Esos servicios, además, en algunas autonomías como la madrileña están sufriendo permanentes mermas, con un plan en previsión que amenaza cerrar decenas de centros de salud. Hay que recordar que fueron 700 los centros de atención primaria cerrados en todo el país con motivo de la crisis sanitaria.

Quienes a lo largo del último año y medio han tenido necesidad de contactar con esos centros, más allá del teletrabajo sanitario y unas aceleradas comunicaciones con el médico por la escasez de tiempo de los facultativos para atender a muchos pacientes, se han sentido y se siguen sintiendo abandonados casi a su suerte. Nunca sabremos a ciencia cierta hasta qué punto se agravaron las patologías de los enfermos que requería atención presencial y no la tuvieron, pero no es raro escuchar, en el pequeño ámbito social y familiar de cada cual, que algunos enfermos de edad avanzada y con patologías graves acabaron falleciendo.

No se entiende al día de hoy, cuando la mayoría de la población está vacunada contra el COVID y los datos permiten que se haga una vida que lleva camino avanzado de normalizarse en los recintos públicos, que los centros de atención primaria no franqueen sus puertas a quienes necesitan algo más que una comunicación telefónica de urgencia con sus médicos. Que no se note ningún cambio sustancial en este sentido, como determinadas asociaciones vecinales han denunciado ante la Fiscalía General de los Tribunales de Justicia en determinadas regiones, es inaceptable. También resulta lógico que, de no poner remedio a esta situación, las movilizaciones ciudadanas como las que se ya registran en Asturias y Castilla y León cobren la fuerza y sentido que hacen al caso.

Si no lo han hecho es algo que se podía comprender hasta ahora, si se tiene en cuenta el obligado alto grado de alerta sanitaria que se vino registrando ante cada una de las sucesivas olas de las pandemia, cuando la sanidad pública se vio sobresaturada por un virus para el que no se contaba con vacuna alguna. Pero me parece que esa situación, por suerte, está muy lejos de ser la que obligó a reestructurar la sanidad pública y dejó tan trágico balance de fallecimientos.

No vale escandalizarse públicamente, como acaba de hacer el presidente del gobierno regional de Asturias, ante el hecho de que un paciente haya llamado treinta veces a un centro de salud sin recibir respuesta. Lo que vale es evitar eso y otras incidencias no menos deplorables en la atención primaria como consecuencia de un cierre cuya prolongación por más tiempo no tiene sentido.

Ante la prolongación del mismo, podríamos hacernos a la idea de lo que sería una sanidad pública sin esos servicios, con unos cotizantes callados y conformados a su suerte. Confieso que no he podido evitar ese oscuro pensamiento, después de haber asistido como ciudadano impotente al fallecimiento por COVID de miles de ancianos en la soledad de sus habitaciones en las residencias y geriátricos, sin que sus hijos pudieran hacer otra cosa que llorarlos con indignación y silencio, impotentes a su vez ante la gestión de unos centros donde los pingües beneficios están por encima del cuidado y atención de los internos. 

La última hora DdA, XVII/4961

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