Félix
Población
El
porcentaje de jóvenes entre 18 y 24 años que ni estudian ni trabajan en países
como Suecia, Noruega o Alemania está por debajo del 10 por ciento. Si se tiene
en cuenta que la cifra se registra después de una pandemia y sus negativos
efectos sobre el mercado de trabajo, es hasta cierto punto asumible si se tiene
en cuenta, sobre todo, que en España la hemos duplicado el año pasado con cerca
de un 20 por ciento de jóvenes en esa franja de edad que están en la misma situación.
En
comparación con el resto de países de la Unión Europea, solo estamos por debajo
de Italia que encabeza tan desalentadora estadística, con casi un 25 por
ciento, y un poco por encima de Grecia, donde se cifra en un 19,3. Superamos la
media de las naciones de la Unión Europea, que sobrepasa un poco el 13 por
ciento y también la de los países de la Organización para la Cooperación y el
Desarrollo Económicos (OCDE), que está en un 15,1 por ciento. Los datos
pertenecen al informe Education at a
Glance 2021, recientemente presentado por este último organismo.
Me
consta que a la ministra de Trabajo y Vicepresidenta de Asuntos Sociales,
actualmente ocupada en derogar la Ley de Reforma Laboral y poner fin a 42 años
de ineficacia en políticas de empleo -sobre todo juvenil-, le preocupa en gran
medida el problema que entraña una cifra tan alta de población estancada en su
proyecto vital cuando más energía dispone para acometerlo. No tener en
perspectiva cada día que pasa una actividad laboral o formativa que satisfaga
el compromiso social de ciudadanía que eso comporta, no solo representa un
riesgo personal de vacío existencial y baja autoestima para quienes lo
soportan, sino también un trance de extravío o nihilismo político del que
podría servirse la extrema derecha.
Es
muy llamativo en este sentido el análisis llevado a cabo por Sociométrica con
ocasión de las últimas elecciones generales del 10 de noviembre de 2019. Según
el mismo, Vox fue el partido más votado entre los jóvenes varones menores de 30
años. El porcentaje rondó el 20 por ciento (19,4), algo en lo que creo no se ha
reparado lo suficiente y me parece lo bastante grave como para tratar de
reducir a toda costa el número de lo que en términos coloquiales se vienen llamando
jóvenes ninis. También es muy
significativo que el porcentaje de mujeres en esa misma franja de edad que
votaron a la extrema derecha en los últimos comicios fuera mucho menor: 6,5 por
ciento.
Otro
dato que abunda en lo anterior y es de considerar, en evitación del perceptible
deterioro de nuestra nunca bien asentada democracia, es que barómetro
poselectoral del CIS, publicado en enero del año pasado, señaló que el
crecimiento de Vox en los comicios aludidos se basó sobre todo en el voto de
los jóvenes que en anteriores convocatorias electorales habían optado por
alternativas menos radicales.
Juega
a favor de esa tendencia el clima de polarización, crispación y falacias que
desde determinados escaños del Parlamento a ciertos medios de comunicación,
pasando por las redes sociales, se viene prodigando y me temo cala especialmente
en aquella ciudadanía carente de expectativas de promoción y realización
personal, ya sea en el estudio o en el
trabajo. Nada bueno para una democracia digna de tal nombre se puede esperar de
la siembra de intolerancia y falsedades en una juventud sin futuro. Deberíamos
saberlo. Si no es así se debe a la falta de cultivo de nuestra memoria y
formación democrática después de cuatro décadas largas de ignorar de dónde
venimos. Para hacer cumplir las mentiras del presente, es necesario olvidar las
verdades del pasado, escribió Orwell.
La última hora DdA, XVII/4955
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