viernes, 24 de septiembre de 2021

EN LA MUERTE DE JIMENA ALONSO, PROPULSORA DEL FRENTE DE LA LIBERACIÓN DE LA MUJER



Fernando Llorente Arrebola

El pasado 17 de Septiembre, a la edad de 84 años, se nos fue Jimena Alonso; una muerte plácida, pero en soledad, que la atrapó en el bello hogar que había levantado en la finca “La republicana”, en la falda del Almanzor, el rincón de paz y naturaleza que la acogió sus últimos 20 años de merecido descanso en la localidad abulense de Poyales del Hoyo. Una muerte repentina, demasiado repentina e imprevista que nos ha dejado en shock a las personas que la amamos tanto, que recibimos tantos dones de esta mujer excepcional… Así que me dispongo a escribir las líneas más tristes de mi vida dedicadas a una de mis mejores amigas, a una de las personas más importantes que he conocido en mi tránsito por Gaia.

Estuve con Jimena apenas 24 horas antes de su último vuelo. Durante estos 20 años de estancia en la vera del Tiétar habíamos mantenido una larguísimo e intenso diálogo infinito que se articulaba en torno a periódicos encuentros en los que antes, durante y sobre todo después de unas suculentas comidas, unos vinos y ese humo azul que nos brindaba esporádicas pero efectivas briznas de cielo, desmenuzábamos la actualidad política (cada vez más amarga, ciertamente), compartíamos la pasión por la historia y la literatura, por la música y el arte, nos deslizábamos con delicadeza por las confidencias emocionales y sentimentales que nos curaban de la soledad y el aislamiento que ambos sentíamos en un entorno rural socialmente hostil, confidencias y confianzas que fueron el cimiento sentimental de una amistad tan profunda como intensa, tan apasionada como terapéutica.

Compartíamos la pasión por la historia y la literatura, por la música y el arte, nos deslizábamos con delicadeza por las confidencias emocionales y sentimentales que nos curaban de la soledad y el aislamiento que ambos sentíamos en un entorno rural socialmente hostil

En esa última conversación que se ha quedado clavada en mi alma como un tesoro, pero también como un dolor infinito, tratamos de importantes cuestiones personales que no vienen al caso, me relató su reciente visita al Museo del Prado con su muy querido nieto mayor, tratando de transmitirle su pasión por la pintura y por esa pinacoteca que había visitado con tanta frecuencia… Y es que Jimena es un ser de muchas y grandes pasiones. Pero en esta ocasión el encuentro incluía la tarea de delimitar los límites de una entrevista y pactar sus preguntas, una entrevista que íbamos a grabar una semana después y que luego publicaríamos en la edición extremeña de El Salto.

La idea se me ocurrió al principio del verano; en una de nuestras tertulias estuvimos hablando largo y tendido del dolor que nos provocaba a ambos —pero a ella más— la deriva que había tomado el movimiento feminista peninsular desde las esperanzadoras huelgas del 8M (que parecen tan lejanas) a las actuales fracturas en torno a cuestiones como la prostitución, la Ley Trans, lo queer… Ella se sentía especialmente indignada por el papel que en estas discusiones estaban teniendo sus antiguas compañeras de activismo feminista desde los tiempos del tardofranquismo y los primeros años de la transición. No daré sus nombres porque en la cabeza de todas están algunas de las veteranas lideresas de la actual deriva reaccionaria y/o institucional de un sector minoritario del feminismo, algunas de las cuales habían sido también, junto con Jimena, pioneras del movimiento en los albores de la “democracia otorgada” del 78. Me fui a casa pensando en que era una verdadera lástima personal y una pérdida colectiva que las opiniones tan cargadas de sentido común, pero también de radicalidad y modernidad, de esta mujer se quedaran circunscritas al ámbito privado de nuestras conversaciones personales. Así que me atreví a ofrecerle las páginas de El Salto para que expusiera sus luminosas ideas.

Jimena Alonso, que había sido una persona muy pública, que había estado en el corazón del activismo feminista hasta principios de los 80, se había sumido en un silencio total que ya duraba 35 años después de su traumático descenso al infierno de la cárcel

La cuestión de una entrevista era delicada incluso en el plano personal pues Jimena Alonso, que había sido una persona muy pública, que había estado en el corazón del activismo feminista hasta principios de los 80, se había sumido en un silencio total que ya duraba 35 años después de su traumático descenso al infierno de la cárcel. Una mujer tan luchadora y apasionada no iba a renunciar a sus ideas por mucho que sufriera torturas y más de cuatro años de dura prisión, por mucho que sufriera la pérdida de su trabajo o por mucho que padeciera el ostracismo incluso respecto al movimiento que había contribuido a forjar. Así que durante estos 35 años no dejó de implicarse en las luchas de su entorno más cercano: desde la defensa del Parque Natural de Cabo de Gata a la recuperación de la memoria histórica, el municipalismo, la oposición a las guerras de Irak (causa que le tocaba en lo personal, porque había vivido en Bagdad, dónde nacieron sus dos hijas Alda y Viviana), el 15M o el primer momento ilusionante de Podemos, y por supuesto siempre apoyando las movilizaciones feministas… Pero ya todo eso lo hacía en segundo plano, con una humildad encomiable pero injusta consigo misma, porque ella tenía madera de líder, era una maestra natural, una dirigente nata no por ambición sino por claridad de ideas, don de gentes y fuerza personal, una persona de mente despierta y pasión audaz. Podemos considerar la pérdida de esta líder natural como otro efecto colateral de la violenta conformación del estado centralista en la reforma posfranquista.

En este sentido, ofrecerle una entrevista conllevaba el riesgo de que otra vez renovará su autocensura, pero sea por las causas que fueran esta vez aceptó, para alegría de la redacción de El Salto Extremadura y sobre todo para alegría de sus hijas e hijos, porque más allá de las cosas interesantísimas que pudiera decir, el aceptar salir de nuevo a la tribuna pública era un signo de curación o superación de su profundo y lacerante trauma personal-político. ¡En mala hora decidimos postergar la publicación de la entrevista a septiembre para que tuviera una mejor difusión!

El jueves 16 de septiembre, en nuestra última reunión antes de la grabación le planteé que la pregunta que yo consideraba que debía abrir la entrevista era, precisamente, por qué había aceptado después de 35 años de silencio hablar en nuestro medio, de modo que explicara cómo su experiencia carcelaria le había sumido en tan largo silencio. Y, contra todo pronóstico, me dijo que ella lo había pensado también y estaba dispuesta a hablar de ello, “los errores que pudiera haber cometido los pagué con creces, y no me arrepiento de nada”. Se me encoje el corazón al recordar esta frase y sentir que algo se había curado en ella, que esa profunda herida que había marcado su biografía y la de sus hijas e hijos, por fin se iba a airear. El día después de su último vuelo una compañera suya de cautiverio coincidía en alegrarse de que, por fin, hubiera estado dispuesta a hablar de “aquello”, de que hubiera roto los sellos que enclaustraban aquel tabú. Pero, por desgracia, nos vamos a tener que imaginar la enseñanzas que Jimena sacó de su particular descenso al infierno en las cloacas de esta democracia.

EL TEXTO PROSIGUE EN ELSALTODIARIO.COM   DdA, XVII/4959

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