jueves, 16 de septiembre de 2021

ALEJANDRO CÉSPEDES DA VOZ A LOS NIÑOS-NADIE

JCD

No sé si era el mejor escenario; pero ciertamente no era el escenario desde el que llegar con el eco y los medios merecidos a toda la gente que debería presenciar la representación de El aliento del klai. ¿Qué es El aliento del klai? La denuncia del ejercicio de la indiferencia hacia los más pequeños de los miserables, hacia niños sin hogar que vagan por calles y estaciones de metro, que son presa fácil de pederastas y se evaden de la vida hundiendo sus cabezas en una bolsa untada con pegamento, masticando en ella el aliento espeso y alucinógeno del abandono. Contra esa indiferencia, contra esa miseria, contra la desigualdad obscena en la que germina ese mundo subterráneo donde mueren, más que viven, los Tanya, Segorian, Yury o Pyotr, se alza la voz de Alejando Céspedes en su última publicación, El aliento del klai, de Huerga y Fierro. Un título que alude, como digo, al pegamento que inhalan los huérfanos rusos callejeros. Una poesía con vocación de crónica, con voluntad de denuncia, con versos tan ásperos como bellos. Y un texto que, además, y como ya ocurrió con otras obras de Céspedes, alcanza en su voz y sobre las tablas de un teatro el vigor imponente de un monólogo dramático. Así sucedió ayer en el salón de actos del Centro de Cultura Antiguo Instituto Jovellanos. El autor le dio voz a su obra, a los niños-nadie que adquieren en su representación la presencia incómoda de todo lo que en las sociedades opulentas se oculta en el trastero de la vergüenza, adquieren rostro a través de las fotografías de su inocencia violada y toman la palabra con la determinación de la verdad más cruda. No sé si era el mejor escenario, Alejandro Céspedes se merece una vez más un teatro a la altura de su talento interpretativo y creativo, pero mientras ese momento llega, ayer pudimos disfrutar/sufrir de ese aliento que se inhaló desde las butacas con sobrecogimiento y admiración.

Con cada mordedura sangran las encías
del tiempo en el que vive y a través del recuerdo
se abre paso. Construye sin saberlo el escenario
donde será olvidado. Entra en él con la última
imagen que posee de sí mismo.
El lugar al que va no tendrá espejos.
A. Céspedes

DdA, XVII/4952

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