Celso Miranda
Recuerdo vívidamente la crisis de los balseros
en Cuba, en 1994. Yo llegaba a la isla, con un grupo de asturianos y
asturianas, con fondos para pintar una escuela en La Habana Vieja. Era en pleno
"Período Especial", la denominación de la brutal crisis económica que
se produjo en la isla tras la desaparición de la Unión Soviética y que hizo que
el Producto Interior Bruto cayese más allá del 50%. Siempre digo que eso, en
cualquier país, hubiese producido una guerra civil. En Cuba no se produjo por
el alto grado de cohesión social. La pandemia actual ha golpeado durísimo a un
país cuyas fuentes de ingresos en divisas dependen fuertemente del turismo, el
sector más castigado por razones obvias. Apagones eléctricos por horas, falta
de alimentos, medicamentos e insumos son las consecuencias de esta
complicadísima situación económica. El bloqueo criminal de EEUU, condenado por
los países en la ONU a excepción de Israel (otro ejemplo de violación de los
Derechos Humanos) es, en este contexto, una verdadera aberración humana. No
sirve plantear la situación desde el punto de vista humanitario sin denunciar
políticamente el bloqueo económico a la isla. Denunciar a Cuba como una
dictadura haciendo tabla rasa de las dictaduras árabes y echando loas a
regímenes como el vecino reino alauí, que acaba de echarnos un pulso con su
propia población como rehén, es un ejercicio de hipocresía y cinismo impropio
de sociedades democráticamente maduras, además de una injerencia en la
soberanía de un pueblo que ha demostrado durante décadas su dignidad a prueba
de intromisiones externas. Conmigo que no cuenten para el juego macabro de
golpear al débil, me importan Cuba y su pueblo.
DdA, XVII/4895
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