sábado, 10 de julio de 2021

DARLE LA RAZÓN "EN PARTE" A LA EXTREMA DERECHA FOMENTA EL FASCISMO

            


Enrique del Teso

“Es lo que pasó”. Así terminaba Jesús Hermida los informativos. Por bien que hagan su trabajo los periodistas, los periódicos de varias décadas grapados no forman un libro de historia. Los informativos no cuentan lo importante, sino lo que es noticia. Muchas veces lo que realmente está pasando se mueve con demasiada lentitud como para ofrecer los picos diarios de atención que necesitan los medios. Por eso debemos pensar que los titulares son un chisporroteo, las virutas de impacto que saltan de la vida pública. Y más nos vale pensarlo así. Si creyéramos que lo que cuentan los medios es lo que pasó, deberíamos suponer que vamos camino de un estado totalitario controlado por la extrema derecha.

Veamos. Se van sucediendo ataques homófobos en armonía con discursos políticos que denigran al conjunto LGTBI. El repugnante asesinato de Samuel es de momento la guinda. La extrema derecha multiplica mensajes racistas y bulos contra inmigrantes que alientan la violencia. Un tribunal archiva la denuncia contra Vox por tales prácticas, pero no porque sus repulsivas patrañas estén amparadas por la libertad de expresión, sino porque tienen razón y esos niños de piel oscura son un problema. Otro juez dice que los fraudes de Rocío Monasterio no son delito porque la falsificación de los papeles era muy burda. Ya saben lo que hay que hacer para falsificar euros. La misma Monasterio había firmado proyectos sin ser arquitecta y el Colegio de Arquitectos de Madrid había archivado el caso justo por eso, porque no era arquitecta y entonces no era de su competencia. Así que cualquiera puede dirigir con impunidad la construcción de un puente o un edificio. El truco es no ser arquitecto. Embriagados los ultras por tanta bulla, ya animan a la violencia contra un periodista de El Jueves para así amenazar a los demás. Ya veníamos de tolerar el escandaloso asedio ultra al domicilio de un Vicepresidente y una Ministra. A un grupo islámico que hiciera la mitad de todo esto se le ilegalizaría.

Si estos titulares son lo que pasó, como decía Hermida, la mancha fascista nos estaría ya ahogando. Parte de su propaganda consiste en provocar titulares que nos lo hagan sentir así. No estamos en ese punto, pero sí en el punto de hacer frente a todo esto. La propaganda y ponzoña ultra tiene sus entretelas y el crimen de Samuel pone el foco en una de ellas: la segregación. La extrema derecha, a pesar de su verborrea nacionalista, quiere un neoliberalismo radical y feroz en el que las empresas no tengan fronteras y, por eso mismo, no atiendan a leyes. Está muy financiada porque muchos ricos sienten protegidos sus intereses en una sociedad autoritaria que conserve los muros exteriores de una democracia liberal. Hace años había en el Muro de Gijón una estrella de muchas puntas cada una de las cuales señalaba algún lugar lejano en el mundo. Así podías ponerte en una de esas puntas y dar unos pasos hacia Río de Janeiro o hacia Tokio.

El fascismo no está en nuestros impulsos naturales, pero determinados resortes de nuestra conducta, debidamente hipertrofiados, pueden apuntar en esa dirección, como la punta de una estrella en la acera puede apuntar a Tokio. Uno de esos resortes es la emoción grupal, su altruismo hacia dentro y su hostilidad potencial hacia fuera. Necesitamos sentirnos parte de un grupo que nos protege y en el que tenemos derechos que no necesitamos merecer. La integración y defensa del grupo es uno de los factores más compulsivos y emocionales que se pueden dar en nuestra conducta pública. El fascismo solo crece con apoyo popular y su propaganda siempre busca que la mayoría se sienta en un grupo dominante con un orden rígido amenazado por otros grupos y que la alteración de ese orden rígido sea parte de la amenaza.

La extrema derecha estimula todo tipo de segregación de grupos humanos y trata de envolver toda esa segregación en la emoción nacional. Se trata de señalar siempre a grupos ajenos y amenazantes y de señalar cualquier diversidad interna como fisuras por las que entra la amenaza exterior o el derrumbe interno. Si toda la confrontación gira en torno a amenazas de grupo, la agresividad y la emoción grupal anegarán cualquier debate político serio. Si la diversidad interna son grietas en el grupo supuestamente amenazado, la agresividad hacia esa diversidad será parte de la emoción grupal y el sostenimiento del orden rígido. Por eso la extrema derecha es racista y denigra a grupos humanos por su aspecto o procedencia. Por eso segrega a las mujeres, a los homosexuales y busca una segregación religiosa.

La Iglesia está ronca de pregonar el peligro de la igualdad de la mujer y el desorden disolvente que representa la homosexualidad. Y tiene razón, porque nuestra Iglesia es reaccionaria y una sociedad autoritaria no puede asentarse en una población tolerante, sino en una población segregada artificialmente donde un grupo dominante sienta que tiene que defenderse. La aversión al maricón o a la igualdad de género, por ejemplo, son parte del programa para que la mayoría apoye medidas autoritarias y crea estar protegiéndose con ello. El punto al que hay que llegar es una sociedad prejuiciosa donde siempre domine la información del grupo sobre la del individuo y todo el mundo crea que con lo que sabe del grupo ya lo sabe todo sobre el individuo. La simbología nacional para segregar a una parte de la nación es imprescindible porque todo el debate público tiene que quedar reducido a la defensa alucinada de la patria, a defender a España o ser antiespañol. La extrema derecha internacional busca una Europa sin fronteras económicas, de naciones emocionales, blanca, cristiana excluyente, con una estructura familiar de roles de género diferenciados y sin maricones, lesbianas o excepciones que requieran tolerancia.

Por supuesto, las conductas agresivas se presentan como defensivas. Debe parecer que nos defendemos de los moros y de los MENAS. Las imposiciones y censuras ultracatólicas deben sostenerse como defensa de unas convicciones atacadas por un vaporoso laicismo. El Instituto del Español no promoverá el español, sino que lo defenderá del catalán, del euskera o de la tiranía del lenguaje políticamente correcto; es parte de la estrategia de defender a España de los españoles. El fascismo solo puede crecer ayudado por quienes no son fascistas.

Son muy pocos los que apoyan con plenitud a la extrema derecha. La forma normal de apoyarla es dándole la razón «en parte». Cuando sentimos que cierto movimiento tiene razón «en parte», esa parte en la que le damos la razón suele ser una parte emocional y poco racional de nosotros. Puede que estemos hartos de jerga de supuesta corrección política, de veganos, de inmigrantes ruidosos, de feministas, de tanto arco iris, de que los vecinos hablen en valenciano, de provocaciones desafiantes o de que me hablen de grupos marginados cuando yo estoy en paro. Cuando le damos la razón en parte a alguien, puede que haya tocado alguna irritación nuestra, justificada o no.

Quienes sientan esa tentación deben tener en cuenta que el fascismo tiene muchas puertas de entrada que parecen parciales, pero que todas conducen al fascismo pleno. Ya se vivieron épocas con gente abrumada que no imaginó que se llegaría a lo que se llegó. Quienes crean que tanta reivindicación de minorías tan coloridas distrae de la verdadera confrontación entre ricos y humildes deben recordar que la tolerancia a la diversidad, la tolerancia a secas, ataca la línea de flotación de las formas más agresivas de defensa de los intereses de los ricos.

Los que agitan odios y segregación y los que no tienen más argumentos que España y la bandera son de dos tipos: cabezas y extremidades. Los primeros saben lo que hacen y nos quieren distraídos en trincheras porque tienen mucho que ocultar. Los segundos son lo que parecen. Balbucean patrioterismos porque no dan más de sí. Y los dos necesitan la ayuda externa de los tontos útiles, de los que creen que tienen razón en parte. Los que después dirán que no imaginaron que se iba a llegar a lo que se llegó.

La Voz de Asturias DdA, XVII/4889

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