Un país
polarizado, un margen de victoria estrecho, minoría en el Congreso, oposición
abierta de los grandes medios y una derecha que no va a querer dejarlo
gobernar.
CARLOS NOGUERA
Desde Lima
El triunfo electoral
del izquierdista Pedro Castillo, no confirmado oficialmente, pero a
estas alturas prácticamente un hecho con un conteo de votos al 99 por ciento,
es la victoria del Perú marginado, de los más pobres, del interior del país
sobre Lima, del mundo rural andino menospreciado por las élites del país. La
victoria del cambio en un país marcado por grandes inequidades. También el
triunfo sobre el miedo que impuso la derecha con una masiva campaña que
anunciaba “una dictadura comunista” si ganaba Castillo.
El profesor de escuela
rural se encontraría con un complicado escenario, un país polarizado y
políticamente muy fragmentado, un ambiente de marcada división, sin
mayoría parlamentaria, con el poder económico y los grandes medios en contra.
Y con una población muy golpeada por la pandemia y una grave crisis
económica.
Tres analistas
consultados por Página/12 examinan el escenario que se abre en
un eventual gobierno del profesor y sindicalista de izquierda.
Debilidad de origen
“Lo que se viene es un
escenario de conflicto. Lo más probable es que la derecha se resista a
los cambios y no deje gobernar a Castillo y lo confronte. En ese
escenario de agudizar el conflicto está Keiko, que busca mantener la
polarización del país a partir de un conflicto abierto con Castillo para así
tratar de mantener su liderazgo en la derecha después de tres derrotas
electorales. Para darle estabilidad a su gobierno, lo primero que
tendría que hacer Castillo es formar un gabinete plural que le baje el tono al
conflicto, que tiene que ser un gabinete de centroizquierda, y como
primeras acciones combatir la pandemia y reactivar la economía”, señala el
sociólogo Alberto Adrianzén.
En la opinión del
politólogo Eduardo Dargent, profesor de la Universidad Católica,
“con la élite en contra, un Congreso opositor en el que habrá sectores de
derecha antidemocráticos que hablan de golpe, un duro contexto de pandemia y
crisis económica, el principal reto de un gobierno de Castillo es desmontar el
enorme miedo que se ha creado en su contra, y para eso debe formar un gabinete
ministerial que dé confianza en el manejo de la economía. Esto no significa que
sea un gabinete que se corra a la derecha, eso sería un error, sino un
gabinete con técnicos de izquierda reconocidos que den confianza de un manejo
serio. En el Perú los tiempos son muy cortos, si Castillo no logra
rápido cierta estabilidad y control, su popularidad se desparramaría”.
Gobierno de coalición
Para el historiador y
analista político Nelson Manrique “el destino de un gobierno
de Castillo dependerá con qué equipo construye gobierno. Hay un conjunto de
cuadros de izquierda, particularmente de Juntos por el Perú de Verónika
Mendoza (coalición progresista que apoyó a Castillo en la segunda
vuelta), que tienen competencia profesional y credibilidad política. Depende de
Castillo aprovechar ese capital o cerrarse en un proyecto partidario de Perú
Libre (partido por el que postuló y que se define como marxista-leninista) como
quisiera Vladimir Cerrón (fundador y secretario general del
Partido Libre). Cerrarse en un proyecto partidario sería un error. Esa decisión
va a marcar cuál será el escenario y el margen de juego que va a tener su
gobierno”.
Manrique considera que
“existe margen” para que Castillo lleve adelante sus propuestas de cambio, como la
renegociación de contratos con las empresas transnacionales. Pero aclara:
“Si nos quedamos en el Congreso, llevar adelante esos cambios sería imposible,
hacerlo dependerá de en qué medida Castillo es capaz de movilizar a la
sociedad civil para cambiar la correlación de fuerzas con el Congreso,
que no le favorece”.
Pactar o no pactar
“Castillo debe hacer
un gobierno popular, que implique un cambio de modelo, para tener un Estado más
redistributivo, fiscalizador, más regulador. Una especie de modelo
socialdemócrata de izquierda. Si el Congreso no lo deja hacer un gobierno de
este tipo, la alternativa sería el enfrentamiento”, dice Adrianzén. Sin
embargo, advierte que “veo un gobierno de Castillo débil, y existe la
posibilidad que en esa debilidad pacte con la derecha y modifique sus
planteamientos. Eso generaría una nueva gran frustración. La posibilidad de un
levantamiento popular en ese caso dependerá si hay gente capaz de movilizar esa
decepción”.
Adrianzén considera
que las denuncias de supuesto fraude electoral lanzadas, sin pruebas, por la
derecha, apuntan a debilitar a Castillo. “Esas denuncias de fraude no creo que
lleguen a desconocer los resultados electorales, pero sí buscan ensuciar el
triunfo de Castillo, desprestigiarlo y deslegitimarlo para debilitarlo y
así la derecha esté en mejor posición para pactar con él y domesticarlo para
que modifique sus planteamientos, como hicieron con Ollanta Humala,
o, si eso no ocurre, debilitarlo para tumbárselo”.
“El principal riesgo
de un gobierno de Castillo enfrentado a las élites y con el Congreso en contra,
es de un desgobierno y desorden, de una presidencia accidentada y probablemente
corta”, advierte Dargent.
Disparen al Congreso
“En el Perú es
muy fácil que el Congreso destituya un presidente, hay una figura legal no
definida para hacerlo que es la incapacidad moral, si se tienen los votos se
puede usar sin mayores razones”, recuerda Manrique. Esa figura fue invocada
para destituir a Martín Vizcarra.
Los tres analistas
coinciden en que, si bien diversos grupos de derecha del fragmentado nuevo
Congreso, que tendrá diez bancadas, hacen mayoría, no alcanzan los dos tercios
necesarios para destituir al presidente. Pero advierten que eso puede cambiar.
Castillo ha levantado
como su principal bandera cambiar la Constitución que viene de la dictadura de
Alberto Fujimori, pero el Congreso debe darle luz verde para convocar una
Asamblea Constituyente y su mayoría de derecha se opone. Tendría la alternativa
de reunir poco más de dos millones de firmas para convocar un
referéndum para una Asamblea Constituyente. Algunos
constitucionalistas dicen que esa salida no es constitucional, otros la
respaldan.
“Si Castillo insiste
en convocar un referéndum sin aprobación del Congreso creo sería un error que
le daría al Congreso una razón para destituirlo”, dice Dargent. Adrianzén
discrepa: “La Asamblea Constituyente va a ser una fuente de conflicto, pero
Castillo no la puede dejar de hacer. Movilizarse para juntar las firmas para un
referéndum es lo primero que debe hacer en el gobierno. Si Castillo no logra
sacar la Constituyente sería una gran derrota”
Página 12 DdA, XVII/4872
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