miércoles, 9 de junio de 2021

DIEZ AÑOS REVELANDO LAS FOSAS DEL OLVIDO*

Poco después de que esta revista saliera a la calle en 1976, se tienen noticia de las primeras exhumaciones espontáneas que los familiares de las víctimas del franquismo llevaron a cabo. Óscar Rodríguez nos participa su trabajo como fotógrafo a lo largo de la última década al pie de las fosas del olvido: 5.000 imágenes y un centenar de vídeos conforman su crónica gráfica.


Félix Población

Con motivo de la publicación hace unos años en esta misma editorial de mi libro La memoria nombrada, hube de buscar la portada entre las miles de fotografías existentes sobre la exhumación de fosas de víctimas del franquismo. Elegí una que ocultó durante más de ochenta años los restos mortales de Abundio Andaluz Caballero, abogado, vicepresidente de la Diputación de Soria en 1936, músico y hombre de bien. Concejal del ayuntamiento de Burgo de Osma (Soria) por Izquierda Republicana, director de la Banda de Música y del Orfeón Burguense, las gafas de Abundio fueron lo primero que apareció entre la tierra que cubría sus huesos cuando la asociación Aranzadi excavó en la Cuesta del Temeroso, cerca de la citada localidad.

Esas gafas en primer término, antes de que los restos óseos de la víctima asomaran a la luz, me parecieron el objeto idóneo para simbolizar lo que quiso ser y no llegó cuajar como un periodo de regeneración, progreso, cultura y nuevos derechos cívicos y sociales en la historia de España. Las gafas, a su vez, eran una invitación explícita a leer la memoria que escondieron los victimarios en cunetas y cementerios para proteger su impunidad y tratar de enterrar en el olvido a quienes lucharon contra el fascismo durante la guerra y la posguerra.

Gracias a esa imagen conocí la obra  de Óscar Rodríguez, como fotógrafo de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, entregado desde hace una década a revelar con su cámara cuanto tuvo lugar a pie de fosa mientras se llevaban a cabo esas exhumaciones, que no llegaron a contar con el apoyo suficiente de una precaria Ley de la Memoria Histórica, aprobada por el primer gobierno de Rodríguez Zapatero en diciembre de 2007, y que los gobiernos de la derecha no solo se limitaron a ignorar sino que llegaron a despreciar.

Todos hemos escuchado alguna vez la recordada frase de Vázquez Montalbán  acerca de la Transición en España, afirmando que esta fue resultado de una correlación de fuerzas y debilidades entre el tardofranquismo y la resistencia democrática. Los primeros tenían casi todo el poder pero les faltaba la legitimidad y los segundos no tenían poder alguno pero contaban con toda la legitimidad. Así fue como llegó una Ley de Amnistía, entonces quizá ineludible para perdonarse los unos a los otros, pero también eso supuso una ley de amnesia que se prolongará demasiado tiempo, mucho más allá de los periodos conceptuados como transicionales. Montaigne escribió: sin memoria no tengo pasado, ni presente, tan solo tengo algo muy fugaz desvinculado de todo.

Mientras se cocía a base de pactos esa Transición en la alta política, muchas familias en este país seguían llorando en silencio a los miles de muertos republicanos que estaban enterrados en fosas y cunetas sin nombre esparcidas por toda la geografía nacional. Otros tomaron la iniciativa espontánea y humana de empezar a buscar sus restos mortales. Recuerdo a este respecto uno de mis reportajes en 1977 en la localidad palentina de Dueñas, en donde unos familiares estaban buscando la fosas o fosas en donde habían sido enterrados los suyos, todos fusilados por las tropas golpistas. Era comprensible entonces que nuestro encuentro con aquellos familiares se estableciera también de forma medio clandestina. El recuerdo de la dictadura era reciente y aquellas personas se tomaron todas las precauciones para que la gente del pueblo  no los viera hablar con unos periodistas de Madrid. El miedo seguía muy vivo en la memoria colectiva.

En ese tiempo, en efecto, y contando con aquella democracia en pañales, ya se realizaban exhumaciones en algunos puntos de la geografía peninsular, aunque ahora pueda parecernos algo insólito. De entre las que podrían citarse están las de Puebla de Alcocer (Badajoz). Este posiblemente fue el último pueblo que durante la guerra mantuvo izada la bandera tricolor. Un mural en cerámica copia del Guernica de Picasso y obra de Anxo Pires recuerda la represión.  Muy cerca de esta localidad se cometió una masacre de la que fueron víctimas parte de los últimos contingentes del ejército republicano, una vez fueron detenidos  y encarcelados en el campo de concentración próximo a Casas de don Pedro, en el olivar de los cortijos Casa Zaldívar y Casa de la Boticaria. Las víctimas eran integrantes de la Brigada Mixta 109. 

Se calcula que fueron fusilados/ametrallados entre 50 y 100 personas en ese lugar y fue una mujer llamada Felisa Casatejada, a la que le habían matado dos hermanos de 17 y 19 años, quien pidió permiso a las autoridades competentes para su exhumación y, de paso, la de todas las víctimas. Estábamos en noviembre de 1978, todavía en periodo preconstitucional y con buena parte del aparato del viejo régimen en activo. Aun así, un periodista de la revista Interviú escribió un reportaje titulado: Casas de Don Pedro, 39 años después de la matanza. El pueblo desentierra a sus muertos. En un libro de Palomo Aguilar, Memoria y transición en España. Exhumaciones de fusilados republicanos y homenajes en su honor, se nos cuenta la resistencia que hubo a esa ceremonia por parte de la derecha local.


Los efectos del intento de golpe de Estado del 23-F, según hizo constar el médico y antropólogo forense Francisco Etxeberria, de la Sociedad de Ciencias Aranzadi, se dejaron notar en aquella búsqueda espontánea de las víctimas del franquismo que se advirtió a finales de los setenta. Después, durante los casi catorce años de gobiernos del PSOE, nada se hizo en apoyo de esa iniciativa, como tampoco cabía esperarlo con mayor motivo durante las dos legislaturas de José María Aznar, en las que sí asistimos, en cambio, al florecimiento de una red de historiadores revisionistas que encontraron muy receptiva acogida en los sectores más reaccionarios de la sociedad, pues su discurso hacía reverdecer los méritos del caudillaje franquista como paladín y defensor del occidente cristiano contra el comunismo internacional. Se podría pensar que aquella historiografía repentina venía a suplir la carencia de determinación de unos gobiernos teóricamente de izquierda que nada hicieron en defensa de quienes perdieron la vida y seguían olvidados bajo tierra, aun siendo muchos pertenecientes al Partido Socialista.

Con el siglo en curso nacieron las asociaciones memorialistas, con una primera exhumación por parte de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica (ARMH) de una fosa común en la que se encontraban los restos de 13 republicanos civiles asesinados por un grupo de pistoleros falangistas el 16 de octubre de 1936. Ocurrió en la localidad leonesa de Priaranza del Bierzo, en el mes de octubre del año 2000. Numerosas personas acudieron al lugar de la excavación entonces para pedir ayuda y buscar más desaparecidos, algo totalmente inalcanzable bajo el gobierno de la derecha. En 2004, como consecuencia de la invasión de Irak y las mentiras sobre la autoría de los terribles atentados del 11 de marzo, el Partido Socialista volvió a gobernar, y esta vez, a los tres años de gestión, por fin, y tras aquel discurso de investidura de Zapatero que tanto impactó en la derecha con el recuerdo de su abuelo el capitán republicano fusilado por sus compañeros felones, en España hubo una Ley de Memoria Histórica, muy precaria, muy timorata, sí, pero al menos era algo después de treinta años de democracia.

El 16 de octubre de 2008 supimos por el auto del juez Baltasar Garzón,  de la Audiencia Nacional, que el número de desaparecidos se cifraba al algo más de 114.000, desglosado por provincias, una cifra que luego aumentó y sobre cuyo número exacto no hay coincidencias ni casi la posibilidad de establecerla. Por esos años la actividad de las asociaciones memorialista había traído consigo que los reportajes y noticias sobre la Memoria Histórica tuvieran una mayor cobertura en los medios de comunicación.

Le vuelta de la derecha al gobierno, con Mariano Rajoy como presidente, supuso que este no sólo no prestara atención alguna a una ley aprobada por el Parlamento, sino que se sintiera satisfecho de no haber dado un solo euro de los presupuestos generales a la Memoria Histórica, aunque -eso sí- se sintió muy molesto de que se cambiara en su Pontevedra natal el nombre de una calle que hasta ese día honraba a un tal almirante Salvador Moreno, el mismo que cañoneó desde el mar la ciudad de Gijón a las miles de personas que huían de Málaga a Almería en lo que se llamó desde entonces Carretera de la Muerte.



Todos hemos escuchado alguna vez las necedades que responden algunos estudiantes de secundaria cuando les preguntan sobre la personalidad de Franco, nada digamos si nos remontamos al periodo republicano o a los episodios y generalidades de la guerra de 1936. Si durante la Transición hubo lo que muchos llaman un pacto de olvido o mutua condescendencia través de la llamada Ley de Amnistía y otras componendas posiblemente necesarias, soy de los que piensan que ese periodo debería haber sido lo más breve y transitorio, porque lo suyo hubiese acometer con determinación planes de estudio y formación que permitieran el acceso de las jóvenes generaciones a un conocimiento mucho más documentado de la historia que les pertenece como ciudadanos de un Estado democrático, esa historia que como le dijeron a Almudena Carracedo las generaciones del exilio económico al ver su película El silencio de otros, les han arrebatado.

Es muy grave advertir ese desconocimiento y que el director general de Memoria Histórica del primer gobierno de Pedro Sánchez, después de la moción de censura contra Rajoy, considerara con tanto retraso que “la represión franquista debía estudiarse en los colegios”. ¿Qué se hizo hasta ahora, señor director general, después de más de veinte años en los que su partido ha gobernado a este país? El propio hecho de que el extraordinario film de Carracedo  nos haya llegado al cabo de cuarenta años de democracia refleja con claridad las lagunas de conocimiento histórico perpetradas con buena parte de nuestro siglo XX.

Por todo esto y por lo que queda pendiente ante la nueva Ley de Memoria Democrática, cuando avanzamos hacia el medio siglo de la muerte del dictador, es más de valorar el álbum testimonial que el fotógrafo Óscar Rodríguez, sociólogo jubilado, ha elaborado con miles de fotografías de las fosas exhumadas a lo largo de los últimos diez años, complementado además con los testimonios manuscritos de los familiares que vivieron esa experiencia. La dimensión de trabajo en cifras contabiliza un total de 5.000 imágenes expuestas en la red, correspondientes a un centenar de exhumaciones y homenajes a las víctimas, a lo que hay que añadir otro centenar de vídeos subidos a la web de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica. Óscar realizó en total de 100.000 fotografías en una década, a lo que se suma hasta cuarenta libros de visitas con mensajes a pie de fosas de familiares, vecinos y amigos.

Si se le pregunta a Óscar Rodríguez por que se metió en esto, dice haberlo hecho por el descubrimiento tardío, ya muy adulto, de una gran ocultación y del horror vivido “por quienes quisieron construir en España un sistema democrático, republicano y culturalmente avanzado en los años treinta del pasado siglo, y que fueron materialmente aniquilados por el fascismo franquista. Esa es una visión dolorosa para un ser humano perceptivo y hace que se tome conciencia, no tanto de lo que pudo haber llegado a ser este país como del camino que sí impidieron iniciar los poderes más reaccionarios de aquellos momentos en Europa, que emprendieron una prueba de fuego exitosa en España con el golpe militar contra la República. Por otra parte, la dimensión de la represión fascista contra la población civil facilitó una visión aterradora cuando fue ampliamente acreditada la existencia de miles de fosas comunes, con restos de más de 120.000 víctimas civiles, diseminadas por todo el territorio nacional. La política del olvido, de la ignorancia social sobre lo ocurrido, estaba cimentada sobre el terror. En 2010 me incorporé como voluntario a la ARMH y a ARANZADI, tras jubilarme. Hacía fotografías de las exhumaciones y de los actos de homenaje, recogía testimonios de familiares de víctimas y ayudaba en la investigación en los archivos militares, archivos de la Guerra Civil en Salamanca, etc. De 2013 a 2019 fui tutor de prácticas externas universitarias para estudiantes de cuarto curso de los grados de Sociología, Políticas y Antropología Social de la Universidad Complutense. Una magnífica y muy interesante experiencia, tanto para mí como para los que fueron mis alumnos, pues asumieron la necesidad de un conocimiento riguroso y entusiasta de nuestra Memoria Histórica. Para ellos seguía siendo un territorio casi desconocido, como decenios atrás”.

Cuanta Rodríguez  que entre los huesos de las víctimas enterradas se encontraron objetos variopintos: ropa, gafas, relojes, botas, minas de lápiz, boquillas para fumar, incluso partes del cerebro conservado y con un proyectil. “Yo no estaba solo, veía a mis compañeros aplicados en sus cometidos. Había que superar el horror y cumplir la función de documentar todo ello. A eso me había comprometido. Siempre son dos mundos, el del equipo que trabaja dentro de la fosa, a un metro o más bajo el nivel del suelo, y el exterior donde pasaban otras cosas: había personas que lloraban asombrados de lo que veían, que comentaban y señalaban con el dedo. También debía de documentar esos instantes”.

Acerca de los episodios que más le impactaron, Óscar recuerda especialmente la lucha de Ascensión Mendieta por la exhumación de su padre, Timoteo Mendieta, arrojado a una fosa común en el cementerio de Guadalajara, y que llegó a viajar a Buenos, casi nonagenaria, en busca de la justicia que le negaban en su país, como partícipe de la llamada Querella Argentina. Gracias a la jueza argentina María Servini de Cubría, que emitió el exhorto correspondiente ante la justicia española, la exhumación de la fosa  de Timoteo fue posible en 2017, antes de que falleciera Ascensión.   También menciona Óscar como impactantes las fotografías enmarcadas que llevaban los familiares a pie de fosa, arrancadas de las paredes de sus casas, así como las cartas y dibujos que muchos de los ejecutados escribieron o trazaron en las cárceles antes de su muerte.


“Era emocionante compartir su inquietud –me explica- por lo que podía aparecer o no en la fosa, ya fuera una dentadura postiza o un ojo de cristal. En las investigaciones previas, bien para posibles exhumaciones o para la reconstrucción de la historia de las víctimas, me impactaron especialmente los sumarios militares contra éstas,  donde ya en la primera página de lo que el fascismo denominaba “Consejo de Guerra Sumarísimo de Urgencia” figura escrito a mano con un lápiz rojo o azul, a modo de aviso sobre el contenido y con letras grandes, el término “MUERTE”. Impresiona la lectura de estos procedimientos construidos artificialmente para justificar miles de asesinatos”.

Puesto a seleccionar anécdotas especiales nos cuenta detalladamente Óscar Rodríguez los siguientes casos: Eugenio Pereda-Fosa de Loma Montija (BU). Asesinado y hecho desaparecer, junto con otras 23 personas, en una fosa común bajo un campo de cereal. Todos los restos fueron exhumados por Aranzadi en 2011. En el Libro de visitas, Eugenio Pereda escribió una poesía cuando, con diez años, iba con su madre, a reunirse con otras familias de represaliados junto a la fosa, próxima al pueblo de Loma de Montija. Él no se resignó a un silencio temeroso de represalias y escribió y leyó en voz alta su poesía a todas las familias presentes.  

Eugenio Insúa Alós- Fosa de El Espinar (AV). Eugenio Insúa, trabajador de la Fábrica de la Moneda, se alistó voluntario como miliciano, en julio de 1936, para defender Madrid de los avances del ejército de Franco cuando ya se situaba sobre la Sierra de Guadarrama, en el Alto del León. Tras su fallecimiento en combate, fue enterrado en una fosa común en el cementerio de El Espinar junto a otros 15 milicianos. En septiembre de 2020, a petición de su hija, Rosa María Insúa, la ARMH llevó a cabo la exhumación de los 16 inhumados intentando localizar al padre de Rosa. Entre los varios objetos hallados en la fosa y vinculado a uno de los esqueletos, había una alianza de oro que tenía grabada la fecha de 1 de junio de 1931, justo el día de la boda de Eugenio con su esposa Irene. Los posteriores análisis de ADN confirmaron la identidad de Eugenio Insúa como poseedor del anillo.

Con todo, la historia que más le ha interesado a nuestro fotógrafo fue la de Felipa Peinado, que en 1994, cuando se iba a ensanchar la carretera de Madrid a Casillas se sentó sobre la fosa en donde están enterrados los huesos de su padre, Julio Peinado, y desafió a la apisonadora: “Por aquí no pasará ni un rayo de sol sin que antes se saquen los restos de mi padre y de los asesinados con él” (en 1936). Luchó para que la gente del pueblo de Casillas (Ávila) le dijera por qué asesinaron a su padre, a su abuelo y a otros seis vecinos. Como a lo largo de los años nadie le explicó ningún por qué, y fueron gentes del pueblo junto con fascistas de Franco quienes los asesinaron, para ella, Casillas fue hasta el final de su vida por COVID, en abril de 2020, “El pueblo criminal. La relación entre Felipa y la ARMH comenzó en 2016 cuando pidió que se buscaran y exhumaran dos fosas que aún quedaban en los alrededores de Casillas con tres asesinados, el Tío Regino y su sobrino en una, y “El Patarrillo” en la otra. Las prospecciones no resultaron”.

Camilo de Dios: En 2014, la ARMH inició la búsqueda de su hermano Perfecto de Dios en el exterior de un muro del cementerio de Chaherrero (Ávila), donde fue enterrado tras morir tiroteado por la guardia civil en 1950, cuando pretendía llegar a Madrid, junto a su madre, desde Galicia para exiliarse. Perfecto era un guerrillero perteneciente al Ejército Guerrillero de Galicia. Esta exhumación fue posible gracias a la ayuda económica del sindicato de electricistas noruegos ELOGIT.

Abundio Andaluz: Vicepresidente de la Diputación de Soria, asesinado en Calatañazor por falangistas en agosto de 1936. No murió en el acto pues encontraron su cuerpo a un kilómetro del lugar del asesinato, afectado por carroñeros. En Burgo de Osma dirigió el Orfeón burguense, Procurador de los Tribunales y concejal por Izquierda Republicana desde 1934.


Fosa de los Maestros: A pocos kilómetros de Calatañazor, en las cercanías del pueblo de Cobertelada, se hallaba la denominada Fosa de los Maestros, donde había inhumados seis asesinados, cinco de ellos maestros: Eloy Serrano Forcén, maestro de Cobertelada;  Victoriano Tarancón Paredes, maestro de Perdiguera (Zaragoza); Elicio Gómez Borque, maestro de La Seca; Hipólito Olmo Hernández, maestro de Ajamiel; Martín Artola Morrás, maestro de Ateca (Z). Francisco Romero Carrasco. Profesor de Matemáticas. Fue uno de los fundadores, junto a Antonio Machado, entre otros, en Segovia de la Universidad Popular de esa ciudad castellana. Antonio Machado le dedicó su poema Bodas de Francisco Romero. También funda, el periódico “El Adelantado de Segovia”, Catedrático en la escuela normal (magisterio).Estas exhumaciones realizadas en septiembre de 2017, impulsadas por la Asociación Soriana Recuerdo y Dignidad (ASRD) y llevadas a cabo por ARANZADI, dada la ausencia de dinero público, fueron posibles gracias al éxito de una campaña de recaudación de fondos, tanto para los trabajos de exhumación como el posterior análisis de ADN para la identificación de las víctimas.

A la pregunta de cómo explicaría a un niño la razón del trabajo realizado, Óscar cree que  “la comprensión para una posterior consistencia social de la Memoria pasa por la enseñanza, desde primaria. Realidades que hay que explicar en las escuelas e institutos con rigor, con método, formando parte del currículo, con la participación activa del profesorado. En concreto, lo más fácil para un niño y un joven es que presencien una exhumación, a modo de prácticas. Está a la vista todo el proceso y solo hay que explicarlo, cosa que siempre se hace a pie de fosa. Todos lo entienden y tienen opinión. Abundan los niños en las exhumaciones, más que los políticos y jueces”.

-¿Qué esconde este país tras tantos años de olvido de quienes lucharon por sus libertades?

Después de la derrota y brutal represión, una dictadura cruel y larga que ha fundamentado un franquismo sociológico y económico, que sigue ejerciendo un gran poder institucional en la actualidad. Creo que nuestros líderes políticos de la época democrática no han tenido el coraje suficiente ni la visión necesaria. Muchos problemas de nuestra política actual son fruto de esa debilidad, que afecta al propio sistema democrático. Lo más importante que se debería haber acometido y no se ha hecho es que nuestra historia reciente forme parte principal en los planes de enseñanza obligatoria. Es lamentable el desinterés del mundo académico, particularmente las Universidades, por incorporar como materias la historia reciente de España y la ausencia de los DDHH. Durante mi periodo de tutor de prácticas externas universitarias era frustrante comprobar el déficit de conocimiento, que reconocían los propios estudiantes, sobre la historia reciente de España. Recuperando la memoria de mi época de estudiante, tenía la sensación de muy pocos avances y de un gran conformismo académico, particularmente frustrante la inoperancia de los cuarenta años de esta frágil democracia, desde el inicio de la denominada Transición. Gran parte de la derecha española evidencia, sin complejos, su herencia del franquismo cuando al llegar al poder se vanagloria de recortar los presupuestos destinados a exhumaciones, divulgación retirada de monumentos franquistas, en general al concepto Memoria Histórica. Es muy significativa la casi total ausencia de los jueces en las exhumaciones, a pesar de que siempre que encontramos restos humanos con evidencias de muerte violenta se denuncian formalmente en los cuarteles de la guardia civil.

-¿Qué balance personal harías de este trabajo al cabo de diez años?

La posibilidad de formar parte de equipos de gente voluntaria, concienciada, responsable y muy profesional, con los que he acometido un proyecto del que el Estado debería de haber asumido una mayor responsabilidad en la atención a las víctimas y lo que representan para nuestra historia democrática. Por supuesto en las leyes, la investigación, en las exhumaciones, pero también en la enseñanza y la divulgación. La certeza de participar en un proyecto fundamental para consolidar nuestra democracia. Aunque hay que remontarse al propio franquismo para datar la lucha inicial y silenciosa de las familias por recuperar los restos de las más de 120.000 víctimas, especialmente las víctimas civiles asesinadas en retaguardia durante la guerra y la posterior dictadura, podríamos considerar el año 2000 el del inicio de una nueva época, por el impulso de la sociedad civil organizada.

“La memoria no es una elección -escribió el poeta leonés Juan Carlos Mestre hace pocos meses con motivo de la presentación del libro Agujeros en el silencio, de Emilio Silva-, sino un imperativo categórico, una facultad  de naturaleza inherente a la condición humana, y su amputación como ejercicio primordial de la conciencia constituye la consumación inicial del discurso autoritario: la negación de la identidad del que difiere, el asesinato de la conciencia de individuo, el delito criminal y abominable de suprimir el recuerdo biológico, la recordación emocional y la remembranza de cuanto nos constituye sinápticamente como sujetos de memoria. El intento de extirpar la memoria, individual y colectiva, de los procesos sociales constituye una perversidad dialéctica comparable al exterminio de la conciencia y la aniquilación moral de la persona, la pérdida definitiva de todo respeto por la condición humana, la agonía de los seres privados de memoria, de los pueblos desposeídos de su pasado, del duelo negado a los dolientes y de la privación última de su ya única existencia en el recuerdo de los muertos”.

Nada mejor que añadir a lo dicho por el gran poeta leonés con muy buena y enjundiosa prosa que los versos de otra gran poeta, en este caso la catalana Angelina Gatell (1926-2017):

No dejéis que el silencio, como fría argamasa,
apague la memoria de aquellos que quedaron
hundidos en la tierra, en la linde del alba.
No dejéis que sus huesos, pulidos por el barro
permanezcan secretos. Izadlos como antorchas,
coronad con sus llamas el fuego que tuvimos
cuando todo era espanto, cuando todo era sombra.
Ellos fueron su amparo, su razón, su sentido.
Recobradlos. Traedlos hasta nuestro presente.
Dad al aire sus nombres como ramas crecidas
en la entraña secreta. Recordad que nos dieron
claridad y conciencia. No dejéis que la muerte
señoree el olvido ni su luz aterida
pues de ella crecimos. Somos sólo su efecto.

*Artículo publicado en el número de junio de 2021 de la revista El Viejo Topo

               DdA, XVII/4871               

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