sábado, 8 de mayo de 2021

POLÍTICOS/INTELECTUALES: MANUEL CARVALHO DA SILVA Y PABLO IGLESIAS


Paco Faraldo

La historia está llena de ejemplos que demuestran que los intelectuales metidos a políticos son incapaces de transformar su capacidad especulativa en acciones prácticas para mejorar la vida de sus conciudadanos. Un antecedente remoto es el de Platón, que cuando se acercó al tirano Dioniso intentando inculcarle los ideales de su república, fue expulsado de Siracusa y se tuvo que volver a casa desterrado y con el rabo dialéctico entre las piernas. Y un ejemplo próximo es el del ministro Castells, un sabio en lo suyo, transformado ahora en un espíritu puro que pasea melancólicamente por los pasillos sus llamativas camisetas. O el filósofo Gabilondo que parece decirse cada mañana “Creo que ya estuve ayer aquí; entonces ¿por qué he vuelto hoy?” Y después de lo de Madrid sigue sin despertarse y sin percatarse de que su problema de visión no está en las gafas.

En mi modesta experiencia personal he conocido dos raros ejemplares que han sido capaces de combinar la competencia teórica con la acción transformadora. El primero es Manuel Carvaho Da Silva, secretario general de la Intersindical portuguesa entre 1986 y 2012, un montador eléctrico y activista que hizo de su sindicato una fuerza imprescindible y encabezó la lucha de los trabajadores por conservar y mejorar las conquistas obtenidas a partir de la revolución de abril del 74, al mismo tiempo que desarrollaba una reflexión importantísima sobre la necesidad de mantener la centralidad del trabajo en un mundo aceleradamente globalizado. Carvalho da SIlva es hoy un influyente sociólogo, que ha sintetizado su experiencia como dirigente obrero e intelectual en varios libros que deberían ser de lectura obligada para nuestros sindicalistas.
El segundo es Pablo Iglesias, que acaba de dejar la trinchera, aunque ya verán como los tiradores siguen eligiéndole como blanco preferente. Incluso quienes abominan de su ideario tendrían dificultades para encontrar a alguien que procedente del mundo académico haya conseguido aglutinar tantas voluntades de cambio para acabar con un modelo político -el bipartidismo- que operaba como un instrumento asegurador de la alternancia de dos fuerzas teóricamente contrarias pero que, en la práctica, servían para garantizar la permanencia en el poder de las mismos grupos de interés que se lo repartían desde que se instauró el régimen del 78. El 15 M es uno de los movimientos sociales más importantes desde mayo del 68, y tal vez el que ha llevado más lejos la elaboración teórica, modificando incluso el lenguaje político del país. Su transformación en una fuerza política decisiva que ha llegado a gobernar en regiones autónomas y ayuntamientos, formando parte incluso del gobierno del estado, es una tarea ciclópea que, también con errores, hay que atribuir a la calidad estratégica y analítica de este hombre que, además, y esto es lo singular, ha simultaneado su acción en la calle y en las instituciones. A muchos marxistas o posmarxistas nos ha obligado a huir de los clichés del pasado, a revisar conceptos, a permanecer atentos y leer a Laclau, por ejemplo, para entender muchos nuevos fenómenos marcados por el auge de los neofascismos que se camuflan tras los populismos de nuevo cuño.
Ahora parece que el dimitido concentrará su actividad en el periodismo, y, si es así, estamos de enhorabuena. Seguro de que los voceadores que berrean o vomitan sus consignas en algunas de los principales medios, van a pasarlo mal en su confrontación con el recién llegado, que ya ha dado sobradas muestras, como evidencia su serie de competentes entrevistas a personajes muy diversos- de un rigor y capacidad comunicativa inusuales. A los 42 años de edad Pablo Iglesias ocupa ya un lugar preeminente en el agitado panorama sociopolítico español y, como además, ha demostrado que tiene mandíbula de fajador, no sería extraño un futuro regreso a la política partidaria. O comprobaremos que se repite lo de Platón. De momento, el tópico del hueco difícil de llenar es en este caso más exacto que nunca.

DdA, XVII/4840

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