Jaime Richart
Tras el esplendor y la buena fama del humor de un artista que ha durado mucho tiempo, llega inevitablemente su declive. El Intermedio y su humor actualmente me recuerdan al Chaplin de “Candilejas”, el triste proceso del ocaso del artista.
La ironía, de la realidad rebaja o atenúa lo desagradable. La sátira pulveriza lo desagradable, lo odioso o lo abominable hasta hacerlo grotesco y ridículo que nada tienen que ver con el humor. El Intermedio ha terminado siendo un telediario, un noticiero, una gaceta más de las mismas noticias que distribuyen las mismas Agencias a todos los medios. Y resulta que, además, la noticia en este tiempo y en España es cualquier cosa menos agradable. Le quedan al programa unas gotas de chispa, eso sí, pero más basada la chispa en la personalidad, voluntad y énfasis que pone el presentador en la gracieta, que propiamente en verdadero humor. Creo que El Intermedio ha tocado fondo. No por El Gran Wyoming, hombre de grandes ideas y razonamiento, de gran desparpajo y de humor inteligente y al tiempo ingenuo que me recuerda al incomparable Groucho Marx, al que tiene de manera casi permanente como referente. Ni tampoco por los demás que forman parte del equipo visible. No sé si por los guionistas, o porque sencillamente todo está condenado al desgaste y al envejecimiento. La flojedad y los altibajos son inevitables. Se comprenden. Y por eso se disculpa su deriva. Pero me sospecho que del Intermedio debe estar harto hasta el mismísimo Wyoming.
DdA, XVII/4820
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