Félix Población
Una de las obras teatrales más inolvidables de Fernando Fernán
Gómez es sin duda Las bicicletas son para el verano, sobre la que
el mismo autor hizo una película no menos destacable en la historia del cine español.
Muchos recordamos la frase con la que el personaje del padre, magníficamente
interpretado por Agustín González, pone punto final al film con una respuesta a
su hijo (Gabino Diego), en medio del paisaje arruinado de la ciudad de Madrid
en la que residen: "No ha llegado la Paz, ha llegado la Victoria".
La victoria que trajo consigo una dictadura de cuatro décadas tuvo
por objeto la total destrucción de los vencidos, según acreditan las purgas,
el exilio, los destierros, encarcelamientos y ejecuciones que tuvieron lugar de
modo sistemático y de manera especialmente brutal durante la primera década de
la posguerra. El historiador Julián Casanova cifra el número de ejecuciones en
50.000 y se calcula que fueron 250.000 los internos recluidos en los campos de
concentración y cárceles de la dictadura después de la guerra.
Un ejemplo de esa violencia vengadora sobre la que se asentó aquel
régimen lo tenemos en la Ley de Responsabilidad Políticas de 1939. En la misma
se declaraba la responsabilidad política de las personas, tanto jurídicas como
físicas, que, con efectos retroactivos desde el 1 de octubre de 1934, "contribuyeron
a crear o agravar la subversión de todo orden de que se hizo víctima a España y
que a partir del 18 de julio de 1936 se hubieron opuesto al “Movimiento
Nacional con actos concretos o con pasividad grave”.
Durante esa primera década de la Victoria, sobre todo, era
frecuente ver en las sórdidas prisiones del régimen franquista a las mujeres
entregando a sus familiares encarcelados, junto a una vieja muda limpia, la
poca comida que podían permitirse entregar a su maridos, padres, hijos o
hermanos, siempre que los guardias no les informasen de su fusilamiento, tal
como les ocurrió a muchas familias.
El pasado 28 de marzo, la Delegación del Gobierno (progresista) en
Madrid permitió la celebración de una marcha franquista en conmemoración del
"Día de la liberación de Madrid", esa misma jornada glosada en
las últimas secuencias del film de Fernán Gómez. El régimen instituyó después
oficialmente el 1 de abril como Día de la Victoria, dando con ello paso al
proceso de destrucción total de los vencidos -una vez finalizada la guerra-
mediante una legislación vengadora.
Una marcha de ese carácter sería inimaginable en cualquier país
democrático, aunque en el nuestro estemos acostumbrados a gobiernos que ignoran
o desprecian la memoria de los demócratas y permiten manifestaciones de ese
tipo. Se da la circunstancia, además, de que esa manifestación se autorizó y
celebró -cuando otras no fueron permitidas en tiempo de pandemia- en la ciudad
de una comunidad autónoma en la que están convocadas unas elecciones a las que
concurre una derecha extremada y una extrema derecha llamadas a
entenderse, porque para quien podría liderar ese gobierno reaccionario “el
fascismo es el lado bueno de la historia”.
Ante una expectativa de ese carácter, el 4 de mayo debería ser una
jornada llamada a la liberación de Madrid de semejante y ominoso horizonte.
Para ello bastará sumar los votos suficientes y sobrados de quienes defienden
la democracia y la decencia frente a quienes quieren verlas cautivas y
desarmadas. Frente a los señoritos que invocan la patria y la venden, según
decía Antonio Machado, al pueblo, a todos los pueblos del sur de Madrid, solo
les toca esta vez hablar en las urnas. A ser posible con la voz de Miguel
Hernández, el poeta que perdió su vida en las cárceles franquistas:
“¡Ay río Manzanares, / sin otro manzano que el pueblo que te hace/ tan grande como el mar!”
*Artículo publicado hoy también en La última hora
DdA, XVII/4809
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