sábado, 20 de marzo de 2021

DIOS ERA ESPAÑOL Y PARECE QUE NO QUIERE CAMBIAR DE PASAPORTE



Félix Maraña

La derecha más derecha del mundo, la española, la derecha más genuina, cada vez que pedimos un Estado, una educación y un cultura laica y civil, nos tilda, condena, como peligrosos quema conventos. Cada vez que pedimos, respetuosa pero enérgicamente que se revise el Concordato de España con el Vaticano, se nos señala como perversos ateos quema conventos. Como sólo hablo por mí, diré que conozco y reconozco los valores positivos de la cultura e historia cristiana. Que he leído su literatura e historia principal y aconsejo que se haga, pues vivimos en lo bueno y en lo malo inmersos en esa cultura. Reyes Mate, cristiano y filósofo, recordaba antes de ayer en TVE 2, que el cristianismo la pifió (él es muy suave y usa otros términos) el día en que decidió parecerse al musulmán, compartiendo sus métodos y erigiéndose como eje de poder en la vida pública. No sabemos qué diría de ese cambio político el hijo del carpintero que dio nombre y doctrina al cristianismo. Desde entonces, tanto él como su padre promotor, no ha hecho declaraciones, a pesar de tanto milagro como han acumulado los jueces del Santo Oficio, especialistas en la tortura, procedimiento muy pedagógico para que los herejes, los díscolos, no se salieran del redil.

A la que iba: que durante el franquismo, ese periodo en el que Mayor Oreja vivió plácidamente, las escuelas estaban presididas por un crucifijo, un retrato militar de Franco y otro de Primo de Rivera, más conocido por José Antonio, a secas. Las clases de religión se llamaban clases de Doctrina. Las escuelas eran madrasas de la propaganda católica española, la de las bulas para los ricos, convirtiéndose en apéndices de las parroquias. El cura mandaba más que el maestro, el alcalde y el médico juntos. Y la democracia no ha sabido, ni querido, resolver esta relación e imposición del tiempo. Y vuelvo al principio. La derecha española, y mucho española, padece de sacristía. Y cada vez que se pide laicidad, como exige la democracia de una sociedad moderna, te responde sectariamente llamándonos, y somos, rojos, es decir, se nos condena. La derecha ataca diciendo que Educación para la Ciudadanía es adoctrinamiento. Adoctrinamiento es la clase obligatoria de religión católica que nos impondrán en cuanto vuelvan al poder, si es que se han ido. No necesitaría decirlo, pero tengo un profundo respeto por quienes hacen de su religión una mejora personal y proyectan esa mejora en sus semejantes, sin imposición, por el camino del buen ejemplo. Ni sería necesario decir que convivo y tengo amigos, clérigos y seglares cristianos, de izquierdas y de derechas. Pero debemos rebelarnos contra el adoctrinamiento. Se puede y debe enseñar qué es la religión y las religiones a nuestros descendientes. Pero debemos de una vez por todas soltar el lastre de aquel tiempo de placidez franquista, en el que el único dios no sólo era cristiano, sino español. Porque entonces dios era español y muy español. Y parece que no quiere cambiar de pasaporte.
Cierto día, hablando con el embajador y filósofo Gonzalo Puente Ojea, me animaba a escribir estas cosas en los periódicos. Pero los directores solían preferir una entrevista con alguna tonadillera para la última página. Y así nos va.

DdA, XVII/4793

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