jueves, 18 de febrero de 2021

OJALÁ LIBEREN PRONTO A HASÉL Y ESCRIBA EL RAP DE MATEO

El Caso Hasél ya va camino de Estrasburgo, con la normativa y la jurisprudencia europeas como bazas a favor. La normativa de la UE establece que el enaltecimiento del terrorismo debe llevar aparejada una conducta que implique un "riesgo" de comisión de actos terroristas. En el caso de las injurias al rey, diversas sentencias del Tribunal Europeo de Derechos Humanos ya han condenado a España por sentencias por este delito. No hace falta decir que con el encarcelamiento de Hasél, o con declaraciones como las del juez Concepción estos días, se sigue resintiendo la democracia española y convendría poner todos los medios que la propia democracia demanda para evitarlo. Uno de ellos es liberar a un rapero con muy poco gusto literario y capacidad argumental, pero todo derecho a la libertad de expresión que garantiza nuestro ordenamiento constitucional. La imagen de esta manifestante herida en pro de la libertad de Hasél no va a ser nada beneficiosa en Estrasburgo.


Héctor de Miguel "Quequé"

Un ranciofact recurrente en los medios de comunicación patrios, ya en desuso, consistía en publicar una nota sobre leyes absurdas aún vigentes en algunos estados norteamericanos, como que en Wisconsin está prohibido disparar mientras se alcanza el orgasmo y movidas así. El hecho de insinuar que los habitantes del imperio son, en su mayoría, medio lelos es algo que a los españoles nos ha reconfortado durante años. En cambio, que nuestro Código Penal incluya pintorescas y medievales excentricidades como el delito de injurias a la Corona o el de enaltecimiento de algo que ya sólo existe en los congresos del PP, no suele ser noticia en The Washington Post; hasta que un día meten en la cárcel a un tipo por jalear al GRAPO y afirmar que el emérito ens roba y, entonces sí, los medios internacionales miran a España y gozan como nosotros cuando despreciamos al norteamericano medio.

No derogar leyes extemporáneas también debería ser Marca España. Los guías turísticos podrían contarles a sus greyes que aquí te puedes meter en tremendo lío por publicar una caricatura de miembros de la realeza follando, por promocionar un espectáculo teatral con la imagen de un torero condenado por matar a una persona mientras conducía borracho, o por loar en un rap a bandas terroristas ya extintas. Al fin y al cabo, cuando uno turistea lo que espera es confirmar los tópicos que maneja a priori del sitio a donde va. Y qué más quiere el turista tipo que irse de aquí corroborando que hablamos muy alto, que hace sol y que el fascismo duró más que en ningún otro lugar de Europa. Luego habría que explicarles que un juez te puede mandar a la cárcel por exclamar “Gora Alka-ETA” pero que sería improbable que lo hiciera por gritar en una manifestación neonazi (paradójica palabra) que la culpa de todo la tienen los judíos. Si no flipa con eso un yanqui, yo ya no sé nada.

Lo que más choca de estas subyugantes leyes arcaicas, empero, es su incierta fecha de caducidad retroactiva: no se te ocurra llamar ladrón a un rey ladrón si participaste de su siglo, porque podrías acabar tus días compartiendo celda con el tesorero de algún partido político cuya sede, como su ideología, está en venta. Mas aún no se ha conocido el caso de alguien que acabe en la sombra en nuestros días por decir que Alfonso XIII, abuelo de Juan Carlos I, bisabuelo de Felipe VI, fue un corrupto mamacallos cagalindes que bien hubiese merecido que el plan que quedó escrito en un árbol de El Retiro saliese adelante. Nos pueden robar el futuro con leyes infectas que ni siquiera los partidos de izquierdas se atreven a derogar, incluida esa ley mordaza de la que hoy se benefician quienes nos prometieron acabar con ella; pero, de momento, no se atreven a impedir que nos cisquemos en un pasado reciente del que cualquier territorio, incluido Wisconsin, se avergonzaría. Ojalá liberen pronto a Pablo Hasél y escriba el rap de Mateo Morral.

InfoLibre DdA, XVII/4765

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