martes, 15 de diciembre de 2020

UNA PARTIDA DE AJEDREZ EN LA HABANA VIEJA


Fernando de Silva

Después de haber realizado varios viajes con distintos fotógrafos, en el otoño del 2015 decidí organizar uno por mi cuenta a Cuba. Inicialmente íbamos a ser cuatro personas, pero por distintos motivos (personales o familiares) me fueron fallando todos los compañeros, y el 2 de diciembre decidí viajar solo, no sin antes recibir el apoyo unánime de toda mi familia. Como mi intención era hospedarme en casas particulares, a través de Internet fui haciendo las oportunas reservas en La Habana, Trinidad y Viñales, los tres destinos que había escogido para realizar mis reportajes fotográficos.
Un viaje fotográfico nada tiene ver con uno turístico, y no puedes ir nunca acompañado de personas que no amen la fotografía, porque será un fracaso. Tienes que programar los lugares que pretendes visitar, los reportajes que deseas realizar, madrugar, buscar las horas adecuadas para las mejores luces, y no tener prisa nunca.
Mi objetivo principal era La Habana, y a las 19,25 horas del 5 de febrero de 2016 desembarcaba en el Aeropuerto Internacional José Martí con la mochila del equipo fotográfico al hombro y una bolsa de viaje llena de medicinas y regalos para abrir puertas a determinados objetivos (que ya os iré contando); y allí me esperaba un joven con su novia y su coche particular, contratado previamente, que me trasladó a La Habana Vieja, a la Casa Pablo Meneses, un edificio colonial construido en 1836, ubicado en la calle Refugio 110, a 10 minutos caminando de El Malecón, y muy cerca de cualquier punto de interés.
La habitación era muy básica y limpia, daba a un pequeño patio con encanto del pasado, disponía de lo necesario (incluido cuarto de baño), y la casa era auténticamente cubana, despojada de todo cuanto te brindan los hoteles que te hacen pensar que no has salido de tu país. Eso si, la calle en la que se ubicaba carecía prácticamente de luz y la mayor parte de los edificios estaban semirruinosos, por lo que la tranquilidad estaba garantizada. Tras una cena frugal, decidí dar un paseo nocturno, y en menos de dos minutos ya me encontraba en el Paseo del Prado, una larga avenida que trascurre desde El Malecón al Hotel Inglaterra, y de ahí a la esencia de la Habana Vieja.
Eran las 22:30 horas cuando tomé la primera foto y tuve la primera conversación. Dos cubanos en plena vía pública, estaban jugando una partida de ajedrez. Al identificarme como español, me preguntaron si aún se seguía jugando el Torneo de Linares, por el que han pasado las grandes figuras mundiales del ajedrez. Pronto supe que el ajedrez en Cuba no solo es considerado un juego, sino un arte, una ciencia y un deporte mental. Se dice que fue introducido por los españoles a comienzos del segundo decenio del siglo XVI, en concreto por el navegante español Diego Velázquez. La instantánea dice mucho de la capacidad mental de los cubanos.

DdA, XVI/4701

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