lunes, 21 de diciembre de 2020

ALGUNOS RIDERS Y EL ESCLAVO FELIZ



Vicente Bernaldo de Quirós

Cuando a finales del último tercio del siglo XX, un especialista estadounidense enunció el síndrome de Estocolmo, descubierto a raíz de las declaraciones de la víctima de un atraco en Suecia, extendió el diagnóstico de este mal a todos aquellos que sufren las consecuencias de una represión de la que no se sienten responsables, desde las mujeres maltratadas a los trabajadores represaliados por cualquier motivo inexplicable.
Este síndrome que afecta a los esclavos felices a aquellos que aunque su patrono les explote de manera miserable le están eternamente agradecidos y, además, harían cualquier cosa por agradar a su maltratador labor, a costa, incluso, de sus propios intereses, es, desgraciadamente, muy común entre algunos integrantes de esa especie llamada clase obrera.
Así hay que entender la decisión de algunos riders (yo prefiero llamarlos recaderos que es más preciso y también castellano puro para no seguir dejándonos embaucar por la estafa del anglicismo) que han optado por no sumarse a las demandas de la gran mayoría de sus compañeros para incorporarse a las plantillas de las empresas como Glovo o Amazon que han sido condenadas a admitir como personal fijo a los que la estupidez empresarial denominaba autónomos voluntarios o fuera de nómina.
Una sentencia de la Sala de lo Social del Tribunal Supremo dictaminó que los recaderos de esas dos empresas eran personal de plantilla por lo que obliga a la patronal a incorporarlos a sus nóminas, en lo que se considera un gran triunfo de las tesis sindicales.
Para que por una vez el Tribunal Supremo (hay que reconocer que la Sala Segunda suele ser muy comprensiva con los derechos de los trabajadores) da la razón a los curritos, los empresarios del sector y los impresentables de la CEOE (con la complicidad aquisciente de algún integrante del Gobierno progresista) tratan de vaciar de contenido la sentencia y de plantear una nueva legislación que a los empleados de Glovo y Amazón les vuelvan a colocar en el limbo de los derechos.
Afortunadamente, parece que esa intentona va a fracasar, pero ya han salido a la luz algunos riders (recaderos) que se han brindado a seguir perdiendo derechos y ofrecerse a sus patronos para lo que sean con tal. de no perder su empleo miserablemente pagado, por cierto.
La sociedad no tiene la culpa de que algunos de sus miembros sean tontos del culo, pero tiene que velar por los derechos y los intereses de la mayoría por lo que los recaderos que se sientan esclavos felices podrán donar su sueldo, si así lo desean, a una asociación proclive a la CEOE o a la cofradía de la Virgen del Amor si admiran al ex ministro del Interior Jorge Fernández Díaz, pero los tipos normales que comen tres veces al día y tienen familias y pisos en los que vivir y por los que pagan rentas o hipotecas, tienen todo el derecho del mundo a cobrar como la ley y los convenios colectivos mandan. Y si a Glovo no le gusta, que se deslocalice.

DdA, XVI/4707

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