lunes, 8 de junio de 2020

DEL FASTO DE SARASOLA A LA CÁRCEL DE SOTO DEL REAL


Vicente Bernaldo de Quirós

Existe la casi total certeza de que los más vulnerables frente a la epidemia del coronavirus han sido las personas mayores y, especialmente, las que residen (o residían) en los centros geriátricos de nuestro país. Tiene cierta lógica porque la edad es un elemento negativo para hacer frente a las infecciones y las enfermedades contagiosas, pues cuando se tienen muchos años, las defensas no están tan en forma como cuando uno está en plena juventud. Sin embargo, el cuidado de nuestros mayores ha sido diferente en las comunidades autónomas, en función de factores de complejo análisis, pero en el que cabe destacar la apatía de los responsables políticos sobre el funcionamiento de las residencias de ancianos. Y no parece determinante que la gestión de estos geriátricos haya sido privada o pública, porque casos de la Covd-19 se han dado indiferentemente en uno u otro caso. Sin embargo, sí parece relevante cómo se ha afrontado esta pandemia en los lugares en los que el control de los asilos ha sido efectivo o en las autonomías en las que a sus responsables le ha dado lo mismo que se haya actuado correctamente o no. Conviene recordar que las residencias para mayores son lugares más caros de los que debieran, pero en los que los usuarios deberán ser tratados como personas. Un geriátrico no es un aparcadero de viejos, sino un centro en el que los residentes tienen que residir (valga la paradoja) porque, por circunstancias variables no lo pueden hacer en su propia casa. En este sentido, está certificado documentalmente que en Asturias y a pesar de los diferentes rebrotes planteados por infecciones venidas desde el exterior, se tuvo una actuación razonable en cuanto a la prevención de la pandemia en nuestros mayores, cosa que, por lo que todos los indicios apuntan, no ha tenido lugar en la comunidad de Madrid. El infierno de los mayores ha sido la gestión de las residencias en la autonomía en la que reina Maribel Díaz Ayuso, la emperatriz de Lavapiés, en feliz expresión de mi querida colega Carmen Calabuig, y en la que es mucho más importante el negocio a costa de los viejos que la propia atención personal a éstos. Cada vez que se conocen más datos sobre la gestión de las residencias privadas (y públicas) madrileñas más es la indignación de las personas de buena voluntad porque ha existido la paranoia de evitar la atención hospitalaria de las personas mayores para impedir qué sabe nadie lo que se pretendía. Si se observan algunos datos y manifestaciones públicas de algunas personas responsables, se puede deducir que alguien con poder en la Comunidad ha preferido la eugenesia nazi a los estándares democráticos de Occidente. Es tal el escándalo provocado por las discrepancias políticas y sociales entre los consejeros del trifachito madrileño que cualquier intento de aunar puentes entre las partes, es más difícil que terminar un puzzle incompleto. El infierno de los mayores ha salpicado, como no podía ser de otra manera, a la presidenta madrileña, a la que el Tribunal Supremo (es aforada por su cargo) ya tiene en el punto de mira. No parece que su futuro sea muy halagüeño y algunos expertos estiman que Ayuso pasará directamente del picadero de Kike Sarasola hasta la cárcel de Soto del Real, sin tiempo siquiera de pasar por su despacho de la Puerta del Sol a recoger el rimmel que le ha quedado en los cajones.

DdA, XVI/4522

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