martes, 26 de mayo de 2020

LA JUSTICIA DEBE ERRADICAR EL VIRUS DEL ODIO


Félix Población

La ciudad de Granada está muy significada por la represión franquista durante la Guerra Incivil. No sólo se asesinó a uno de los más sobresalientes poetas de la literatura en lengua española, sino que también lo fueron el alcalde de la ciudad, Manuel Fernández Montesinos –que no tuvo una plaza con su nombre hasta el año pasado- y el rector de aquella universidad, alumno y amigo Miguel de Unamuno, Salvador Vila, además de muchos otros ciudadanos republicanos. Sólo desde hace tres años tienen los casi 4.000 fusilados por las tropas el dictador un mural conmemorativo con todos sus nombres, algo que resultó imposible durante los anteriores y sucesivos gobiernos municipales del Partido Popular.

La ciudad de Granada también está muy significada por uno de los poemas que con más dolor posiblemente haya escrito Antonio Machado, antes de que su vida acabara enferma y rota de pena en el exilio francés:

Muerto cayó Federico/ -sangre en la frente y plomo en la entrañas-/…Que fue en Granada el crimen sabed -¡pobre Granada!-, en su Granada.

El tercer factor que hace de la ciudad de la Alhambra un lugar marcado en la historia por el terrorismo fascista es la desaparición de los restos mortales de Federico García Lorca, cuya estatua ignoro si sigue luciendo una afrentosa cruz gamada en su frente, grabada por los sicarios del odio.

Por todo esto, y por lo que ayer ocurrió en Granada, con el asalto de un grupo de energúmenos a la casa familiar del músico memorialista Javier Cuesta por mostrar en el balcón una bandera republicana en memoria del fallecido profesor y militante comunista Julio Anguita -el político más decente de los últimos cuarenta años-, ese ataque de la fuerza bruta no puede quedar impune. 

Como no lo debería quedar la agresión a cuenta de similares cafres de un sindicalista septuagenario en Málaga hace unos días, ni cualquier otra que pretenda reverdecer la semilla de la violencia por parte de quienes se sirvieron de ella para embocar a este país a su mayor tragedia histórica, seguida de una larga y represora dictadura.

Si echamos una vista al pasado de hace poco menos de cien años, observaremos que entonces no fue la justicia todo lo firme que debería haber sido. Con esos antecedentes, y dado que la historia es maestra del futuro, debería la justicia de nuestros días ser todo lo contundente que se merece el virus del odio, cuya erradicación sin contemplaciones le corresponde.

PS. Me alegra saber que Huffington Post recoge la noticia de la agresión en Granada, sin que de la misma se nos informara en los telediarios e informativos audiovisuales.


      DdA, XVI/4509     

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