lunes, 6 de abril de 2020

UNA DE KEN LOACH PARA LOS TIEMPOS QUE VIENEN


Alicia Población Brel
Sorry We Missed You es una película dramática británica de 2019, dirigida por Ken Loach y escrita por Paul Laverty, que cuenta la historia de una familia en una ciudad cerca de Londres, un matrimonio con dos hijos, un adolescente rebelde y grafitero y una niña pequeña que, prácticamente, pasa el día sola.
La mujer trabaja de nueve a nueve como cuidadora de personas mayores o discapacitadas, y la historia comienza cuando el padre consigue un trabajo en una empresa de reparto, en la que se le vende el negocio como una oportunidad para emprendedores y la posibilidad de hacer crecer su propia franquicia.
Pese a los esfuerzos de la familia por salir adelante, los fuertes lazos que tienen entre ellos empiezan a resquebrajarse por la angustia económica diaria y la imposibilidad de estar juntos ante la sobreexplotación solitaria.
Hace un par de días llamó al timbre un repartidor de flores. Venía con un ramo para una tal Sarah. Cuando le dijimos que aquí no vivía ninguna Sarah se desentendió y nos encasquetó igualmente las flores. Llamamos a las puertas vecinas pero en ninguna casa atendieron al nombre de Sarah. Tampoco era nuestra responsabilidad llevarle el ramo a nadie, así que ahora las flores se van marchitando lentamente al calor de nuestra cocina.
Después de la pandemia y de la crisis sanitaria que estamos viviendo actualmente, probablemente nos sobrevenga una de las mayores recesiones en mucho tiempo. La película pone en frente de los ojos el miedo tenaz a esa nueva crisis que se ve venir de lejos y que nos afectará, sobre todo a las nuevas generaciones, pero aún más a quienes nos dedicamos al mundo del arte, como quien dice, de las cosas inútiles.
Probablemente nos veremos abocados a servir al capital, como Ricky (el padre) se ve obligado a «elegir libremente» ese empleo, a soportar un jefe cacique, por el miedo a ahogarse en deudas y ser absorbido por ese mismo capital al que sirve. Uno se acaba perdiendo en estas situaciones, no sabes quién eres y tampoco tienes un momento para preguntártelo, vivir al día solo te deja tiempo para realiizar aquello que los jefes llaman producto.
Esta desazón que transmite irremediablemente la película hace plantearse al espectador la posibilidad de entrar en esa vorágine sin percibirlo siquiera. Esta tendencia perenne, inconsciente, en nuestros días, a la autoexplotación, nos empuja sin remedio, sin elección, a la garganta del capitalismo caníbal, ya lo decía Byung-Chul Han.
Y es que somos explotados y explotadores al tiempo. Seguimos pidiendo cosas por internet y haciendo encargos sin movernos del sillón, agotados después de nuestras dieciocho horas de jornada laboral. Alimentamos sin tregua a las grandes empresas como Amazon, Zara, Apple y, mientras tanto, matamos lentamente los pequeños negocios. Después agradecemos a algunos la propina aunque no paguen a Hacienda.
Porque así es la vida, y así funciona el sistema, y si no te gusta vete a una montaña sin wifi y con cuatro ovejas, a ver cómo te va. Y ni se te ocurra quejarte. Bueno sí, quéjate, pero por Twitter, por ejemplo, donde no molestes mucho, donde si quiero te leo y si no te ignoro, donde tu jefe no te pone cara y así no puede echarte. Pero luego, cuando se convoque una huelga, no se te ocurra faltar al trabajo, que eso sí se nota y molesta.
Y así, poco a poco, vamos perdiendo contacto humano y pensamos solo en producir para poder sobrevivir, porque no nos queda otra, porque hemos aceptado que la realidad es una crisis perpetua (Naomi Klein).
Entregamos las flores a quien sea con tal de que firme, de que recoja el paquete, de que la entrega quede registrada en el escáner que te da de comer. Nos hemos olvidado de lo que significaba regalar flores, de lo que significaba regalar. Un regalo es tiempo, el tiempo invertido, el tiempo de hacerlo y ahora es una llamada a una empresa, un rápido encargo online. Todo para tu comodidad.
Nos hemos olvidado de lo que significaba regalar flores como nos estamos olvidando de cuánto necesitamos a los otros para crear comunidad, fuerza común, pero también para saber quiénes somos, para ser mejores. Nos hacemos cada vez más enjambre, juntos pero separados, cada uno en su celda individual.

Vamos a necesitar querernos mucho en los tiempos que vienen y saber comunicarnos para poder distinguir lo realmente importante. Que no se nos olvide el tiempo en que vivimos, la memoria, porque quizá vengan tiempos peores en los  no podamos separarnos.
*Artículo publicado en Aquí Madrid


      DdA, XVI/4457     

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