martes, 3 de marzo de 2020

EL CORONAVIRUS Y LA IRRACIONALIDAD MEDIÁTICA DEL CAPITALISMO


Alejandro Álvarez

Hay situaciones que son muy favorables para comprender la naturaleza del modelo económico en el que vivimos: el capitalismo. Y la epidemia de coronavirus está levantando los velos con los que suele esconderse el sistema y dejando al aire muchas de sus impudicias y sus debilidades. Es impúdico el uso que desde los medios defensores del sistema se está haciendo del asunto del coronavirus, poniendo de manifiesto varios aspectos medulares del capitalismo. Pero tal uso genera, a su vez, consecuencias que ponen de relieve sus debilidades.
Por una parte, el enfoque informativo sobre el coronavirus está motivado por el afán de esos medios de “captar” audiencia, para lo cual se recurre continuamente a lo espectacular (llamativos esos cronistas con mascarillas en lugares en lo que son absolutamente innecesarias), a lo morboso (con conexiones en directo desde cada uno de los puntos en los que se detecta “un caso” para contarnos aspectos carentes de interés informativo real pero sí con morbo atractivo), a lo intrigante (presentando novelescamente los hechos y retorciéndolos) o a lo emocional (con crónicas que más que informaciones parecen cuentos destinados a seducir el lado emotivo del lector), dejando habitualmente en un segundo plano lo informativo-racional. Convertir la información en una mercancía no regida por criterios de verdad, mentira o interés real sino por la rentabilidad es una consecuencia “necesaria” del capitalismo pues en él los medios necesitan atraer a muchos clientes para garantizar y aumentar la tasa de ganancia, ya que esos lectores-oyentes-espectadores, convertidos a su vez en mercancía, son el material (imprescindible) que esos medios ofertan a los anunciantes, los cuales contratarán sus anuncios y pagarán por ellos en función del número de “clientes” que los medios les entreguen. Esa necesidad de “captar clientes” explica el empeño habitual de los medios en transformar lo informativo en algo espectacular que atraiga a los lectores-oyentes-espectadores, de ahí el uso de lo espectacular, lo morboso, lo novelesco, lo emocional para lograr seducirlos.
Esa competición voraz de los grandes medios para captar clientes pone de manifiesto otros aspectos preocupantes de los mismos: de un lado, su capacidad para fijar la atención de la sociedad en aquello que a ellos les interesa, sea esto importante o secundario, real o inventado, relevante o irrelevante. Esto supone una capacidad de control social que, al estar los grandes medios en manos de intereses privados, desvirtúa la democracia al conducirla por donde a los poderosos les conviene; de otro lado, el uso interesado que los grandes medios pueden hacer con la información para imponer los intereses de aquellos a quienes sirven. En el caso del coronavirus, mucho antes de que se extendiera ya lograron expandir por el mundo el pánico y la histeria, contribuyendo a esa estrategia del miedo que posibilita imponer a la población y a los gobiernos débiles medidas que estos aceptarán sin rechistar. Así sucedió con la suspensión del Mobile Congress de Barcelona, donde los chinos, fuertes competidores tecnológicos con el 5G, podían seguir ganando terreno a costa de los intereses americanos, algo que estos no querían permitir. ¿Qué hubiera sucedido, en lo que respecta a la extensión del virus, si no se hubiera suspendido el Mobile Congress? Probablemente nada distinto, pero lo que sí sería diferente es la exhibición de adelanto tecnológico de China frente a EE.UU. en 5G, algo que los americanos pretendían impedir y para lo que usaron todos los medios y de modo especial el miedo al coronavirus. Y a ello contribuyeron los medios españoles, no sé si gustosos o inconscientes, pues iba claramente contra nuestros intereses (siempre que consideremos que Barcelona forma parte de nuestros intereses, algo que no es seguro entre la ciudadanía cuya identidad política podríamos definir como “anticatalanismo”).

Por otra parte, la irracionalidad que surge del funcionamiento de los medios en el capitalismo, tal como hemos descrito más arriba, terminó generando unas consecuencias que ponen de manifiesto otro de los rasgos de este sistema, a saber, su inestabilidad y su debilidad. Por eso la extensión sin medida de la histeria colectiva provocó consecuencias indeseadas en el terreno económico, con fuertes caídas de la bolsa y un preocupante frenazo económico. La crisis del coronavirus, que tanto les interesó explotar, degeneró en una gripe económica que comienza a compartir protagonismo con la gripe humana, que seguramente pronto será desplazada de las preocupaciones “informativas”, pues los humanos, en este sistema, somos muchos menos importantes que la economía, la cual, desde hace tiempo, dejó de ser una ciencia social que buscaba soluciones a los problemas existenciales de las personas para convertirse en algo autónomo e independiente de las decisiones humanas, algo que se “enfría", se acatarra y sufre una epidemia con más virulencia que las personas individuales, y, sin duda, mucho más preocupante para esos medios de los poderosos que la que sufren los “prescindibles” ciudadanos o ciudadanas.
Sí, el caso del coronavirus pone de manifiesto cómo se puede poner en marcha una estrategia extensión del miedo y de control de la “aldea global”, y también cómo los medios pueden usar un suceso de este tipo para incrementar su “cartera” de clientes vendibles, pero también deja en evidencia que este sistema tiene pies de barro y tiembla o de desmorona hasta con sus propias construcciones, construcciones que, a su vez, reflejan todas sus contradicciones.

                  DdA, XVI/4424              

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