jueves, 19 de marzo de 2020

EL CORONAVIRUS Y EL DINERO DE LA IGLESIA Y LA CORONA

La ayuda nos llega de China, no de la UE

Félix Población

Según la revista Forbes, especializada en la contabilidad de las mayores fortunas del universo mundo, la del rey emérito de las Españas podría rondar los 2.000 millones de euros. Traducida en dólares, la suma alcanzaría los 2.300, que equivale a 1.800 millones de euros, según el diario The New York Times

Si se tiene en cuenta, tal como contaba este último periódico, que Juan Carlos I llegó al trono en 1975 casi sin dinero –a pesar de los 85 millones de pesetas que se llevó su abuelo en 1931, tras la proclamación de la segunda República-, es muy probable que entre regalos y comisiones -como la de los 100 millones de dólares de la dictadura saudí al término de su reinado- así haya logrado el rey emérito su patrimonio.

Ayer, con un lamentable y notable retraso sobre el acelerado ritmo de incidencia que lleva la pandemia del Covid-19 en España (600 fallecidos), el Jefe del Estado ofreció a sus conciudadanos un discurso plano y anodino de siete minutos como pocos se pueden elaborar de tan poca consistencia en las graves circunstancias que vive el país. Después de dejar a su padre sin sueldo por los 100 millones de dólares saudíes, se conoce que a don Felipe de Borbón  no le cupo en la cabeza ni en el sentimiento un discurso medianamente humano ni medianamente inteligente que sintonizara con el estado de alarma sanitaria y previsible crisis económica y social que se está dando y dará en su reino.

Mientras el Jefe del Estado dejaba tras sus palabras un mensaje tan vacío de contenido y tan pleno de frases huecas, la sanidad pública española hacía y hace frente a una situación que la desborda, después de haber sufrido en los últimos diez años una serie de recortes presupuestarios que van de los 15.000 a los 21.000 millones de euros, con una merma ostensibles en miles de puestos de trabajo y miles de camas hospitalarias que hacen ahora necesaria la utilización de dependencias hoteleras.

Estamos ante una de las más graves crisis que puede sufrir un país y la sanidad pública, encargada de resolverla, está careciendo de algo tan básico como es el vestuario para que el personal de nuestros hospitales pueda atender a los enfermos de coronavirus sin riesgo de contagio. Ha tenido que ser la República Popular China, que tan exitosamente está resolviendo la pandemia que se originó en su país, y no la Unión Europea a la que pertenecemos, el Estado que ha suministrado a España algo tan elemental como medio millón de mascarillas.

Puestos a contabilizar recursos y denunciar mensajes vacíos, no me quiero olvidar del IBI que no paga la iglesia católica ni de los 11.000 millones que el Estado español le entrega cada año, aunque sus obispos pasen estos días de mensajes de solidaridad y apoyo y parezcan más preocupados por cómo sus fieles deben asistir a misa. El Opus Dei desaconseja hacerlo en pijama, aunque la ceremonia sea on line. 

LA BURBUJA DEL CORONADO SIN VIRUS
Goti del Sol

Cuando el gran Jerónimo Granda se refiere a la Casa Real utiliza el término "aquello", dando a entender el alejamiento que tiene respecto a la sociedad que la rodea. No he escuchado el discurso de Felipe VI, digamos que mi salud me aconseja retraerme de contemplar aquello que puede alterar mis niveles sistólicos y diastólicos, pero uno no puede sustraerse a terminar enterándose de todo los dicho por el Soberano; las redes sociales tienen estas cosas, que te meten en casa aquello que no tienes intención de recibir. Por lo leído, el sucesor de El Comisionista ha dejado claro que Jero acierta perfectamente con la palabra y que realmente el coronado sin virus (ya veremos el grado de afectación que puede padecer con el Corinnna-virus) habita una burbuja aislada de los sentimientos y deseos de la ciudadanía. Y también pienso que cuenta con asesores de escasa competencia, incapaces de entender que en una situación como la actual tienen que introducir en el muñeco parlante un discurso y una puesta en escena que conecte con la sociedad real, alejándose de los lugares comunes tan caros a la añeja institución. Tal vez lo que precisa La Corona es un nuevo Romanones que le indique la dirección a tomar, al igual que lo hizo el conde a su bisabuelo en 1.931.


     DdA, XVI/4439     

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