domingo, 16 de febrero de 2020

BILLY EL NIÑO Y EL ASESINATO DE CARLOS GONZÁLEZ

Lazarillo

El Tribunal Supremo reconoció en mayo de 2006 como víctima del terrorismo a Carlos González Martínez, un estudiante de 21 años asesinado en Madrid en 1976 por pistoleros de ultraderecha cuando se manifestaba contra los últimos fusilamientos del franquismo. Esa sentencia anuló un acuerdo del Consejo de Ministros de mayo de 2005 que le denegó una condecoración alegando que fue víctima de una "banda armada". Carlos González Martínez fue asesinado el 27 de septiembre de 1976 en la calle Barquillo de Madrid, al grito de "Viva Cristo Rey", cuando participaba en una manifestación convocada por la Coordinadora pro Amnistía para conmemorar el primer aniversario de los fusilamientos de miembros de ETA y FRAP ocurridos en 1975. Fue alcanzado por dos impactos de bala disparados por un individuo, que nunca fue identificado, y que formaba parte de un grupo de contramanifestantes de extrema derecha. Después de 30 años, la madre de Carlos González, Margarita Martínez Corredor, consiguió para su hijo el reconocimiento como víctima del terrorismo, condición que le fue denegada anteriormente. El fallo del Supremo sólo le concede la Gran Cruz de la Real Orden de Reconocimiento Civil a las víctimas del terrorismo, pero no una indemnización que fue reclamada erróneamente después de presentada la demanda. No obstante, fuentes del Supremo precisaron que a partir ahora la demandante puede solicitarla ante el Ministerio del Interior, al amparo del Real Decreto 1912/1999. Repárese en lo que esta democracia española retrasó el reconocimiento de una víctima del terrorismo fascista (treinta años) y lo que tarda (más de cuarenta años) en eliminar los privilegios económicos y distinciones que mantiene un torturador de la dictadura, premiado por los hechos ocurridos el 27 de septiembre de 1976, día en el que fatalmente fue asesinado Carlos González y del que hace memoria el profesor Carlos Taibo:




Carlos Taibo

La lectura de la hoja de servicios de esa escoria humana a la que conocemos con el nombre de Billy el Niño me ha traído a la memoria hechos dolorosos. El día 27 de septiembre de 1976, primer aniversario de los últimos fusilamientos de Franco, me encontraba, en compañía de unas amigas, en una casa cercana a la glorieta de Bilbao, en Madrid. A eso de las ocho o las nueve de la tarde sonó el timbre y apareció un joven, de nombre Carlos González, quien al parecer era el novio de una de las inquilinas de la vivienda. Presentaba una herida de bala, con entrada por la espalda y salida –creo recordar- a la altura de uno de los pulmones. Era difícil imaginar que no afectase a órganos vitales. Le habían disparado, con ocasión de una manifestación, en la calle Barquillo y había llegado en un taxi hasta donde estábamos.
El padre, médico, de una de las chicas que se encontraba en la casa acudió inmediatamente y señaló, con criterio inapelable, que, pese a las reticencias de Carlos, había que llevar con premura al herido a un hospital. Así se hizo. Un coche de la policía nacional nos condujo a una amiga y a mí a la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol madrileña. Tengo pocas dudas de que la persona que allí nos recibió, con una frase tan chulesca como amenazadora, fue el célebre Billy el Niño. Comoquiera que no estábamos detenidos, sino retenidos, un policía nos tomó declaración y al poco nos dejaron marchar.

Carlos González murió unas horas después en un hospital. No me consta que nadie fuese encausado ni detenido por su asesinato. En los días siguientes, un abogado habló con nosotros al respecto sin que, claro -no éramos testigos presenciales de los hechos-, pudiésemos aportarle ninguna información relevante. Recuerdo que más de dos décadas después otro abogado me llamó con el propósito de reabrir la causa correspondiente, que al parecer no había producido ningún fruto.

Leo ahora con sorpresa en la hoja de servicios de Billy el Niño que en fecha 14 de febrero de 1977 el susodicho recibió un premio, sin asignación de dinero, en virtud de "su actuación en los hechos acaecidos el día 27 de septiembre pasado", sin que se especifiquen cuáles eran los hechos en cuestión. Si bien está que se revele el contenido de la hoja de servicios de un personaje tan deleznable, lo suyo es reclamar que salgan a la luz, también, los informes que den cuenta –déjenme que peque de ingenuidad- de cuál fue la conducta en cuestión. No vaya a ser que nos encontremos –especulo- ante una eventual operación de encubrimiento de un asesino. Las cosas como fueren, que a estas alturas no se hayan esclarecido hechos como el vinculado con un asesinato a plena luz del día y con un sinfín de testigos de por medio dice mucho, muchísimo, del lugar en el que estamos.

DdA, XVI/4408

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