Félix Población
Se cumplen este año ochenta y cinco
de la última revolución proletaria vivida en Europa, un hecho que hace tiempo interesó
a tres jóvenes estudiantes de un liceo
de Argel entre los que estaba Albert Camus:
Revólte dans les Asturies.
Se trata de una obra de teatro que nunca se
representó en España. Un episodio histórico de esa naturaleza, que dejó como
balance casi casi 1.500 muertos,
2.000 heridos y entre 20.000 y 30.000 encarcelados, no tuvo apenas recreación
alguna en el cine, salvo la convencional serie televisiva Los jinetes del alba, de Vicente Aranda (1991). Sin duda por esta
razón, por ser todo un acontecimiento histórico desechado cinematográficamente,
películas como Cantares de una revolución
merecen ser resaltadas. El film fue Premio Especial del Jurado en la última
edición del Festival Internacional de Cine de Gijón.
Ramón Lluís Bande (1972), su
director, forma parte de una generación educada en un país democrático, que por
nacer y vivir en Asturias, además, debería haber tenido durante sus estudios
conocimiento de la Revolución de Asturias de 1934 con los criterios
historiográficos que alumbró en su día sobre la misma el ex catedrático de la Universidad de Oviedo David Ruiz, por
encima de la leyenda negra prefabricada contra aquel movimiento obrero por la
prensa conservadora de la época y los historiadores adscritos a la dictadura
franquista. No creo que ese haya sido el caso de Bande, como no lo fue el de otro
cineasta asturiano de esa misma generación, Sergio Montero, autor de Los
labios apretados, un interesante documental
que cuenta lo que ocurrió cerca de su casa y encontró en Buenos
Aires, sin que nadie se lo hubiera explicado en los libros de Historia. Los mejores archivos de la cuenca minera
están en los cementerios (entrevista en
elsaltodiario.com), me dijo Montero a propósito de su película.
Este libro de Bande es el guión expandido de
su película cantada, contada y leída, donde la imagen sonora y la imagen visual
se complementan en un significado común -a juicio de su director-, o proponen
cosas diferentes que buscan expandir los significados, jugando con las
superposición del tiempo cotidiano y el tiempo histórico. Estima Bande que las
películas no se hacen con ideas, sino con imágenes y sonidos, y participar en
la construcción de esa relación dialéctica es el único trabajo importante del
cineasta que trabaja con el registro de lo real. Cuenta para ello con los
acordes y letras del cantautor Nacho Vegas, basados en la música popular en sus
diferentes variantes, bien sea usando melodías del cancionero asturiano o temas
en un tiempo de moda y ahora reescritos y resignificados como himnos
revolucionario. Vegas respeta en lo posible los textos originales, aunque
también traiciona en algún caso las melodías para llevarla a su terreno y
evitar la mirada nostálgica, algo que tanto Bande como Vegas han rehuido con
este documental.
Canciones para una revolución consta de un material visual y sonoro
muy intenso y contenido, al que ahora este cuaderno aporta las anotaciones del
propio director y sus documentadas observaciones acerca del cine y su
entendimiento del cine. Al tratarse de una película basada en palabras,
canciones y lugares señalados de aquella huelga general revolucionara iniciada
el 5 de octubre de 1934, durante el llamado bienio negro republicano y tras el
acceso al gobierno de dos ministros de la CEDA, Bande se sirve de textos que
documentan cada uno de los escenarios, desde la toma de los cuarteles de la
Guardia Civil en la cuenca de Langreo hasta el fin de la revuelta, con la
entrevista entre el líder socialista Belamino Tomás y el general Ochoa el 18 de
octubre, en ambos casos contados por el primero. No falta el discurso
pronunciado por Tomás desde el balcón del Ayuntamiento de Sama participando a
sus camarasdas el término de la revolución.
Unas
secuencias en verdad relevantes son las que Ramón Lluís Bande dedica a ancianos
militantes socialistas y comunistas –se echa de menos a los libertarios- vinculados
con la lucha contra el franquismo, aún
entre nosotros durante el rodaje de la película, reunidos para la ocasión en el Parque Dorado
de Sama, frente al kiosco de música que sirvió de improvisado polvorín a los
revolucionarios. Aparecen sentados y un lento traveling discurre muy de cerca sobre
la fisonomía de sus rostros, mientras la voz de Vegas narra los lances de esa
toma de los cuarteles el primer día de la revolución. “Esta suma de tiempos y
de imágenes –la sonora y la visual- tienen la fuerza de explicitar –según
Bande- el mapa profundo del espacio”. Me pregunto, al recordar el vigor de esos
planos y la impronta familiar de esos semblantes, si se ha hecho algo para que
este film llegue a colegios e institutos, con todo el calado emocional y
conceptual de memoria democrática, para paliar en lo posible la orfandad que en
esta materia afecta a los más jóvenes.
En
esta revisión de los lugares revolucionarios, y como ejemplo de lo que fue la
dura represión gubernamental, está la localidad de Villafría, donde se acabó
con la vida de familias enteras, sin que el pueblo (agrícola y ganadero) fuera
–antes al contrario- afín a los
revolucionarios, con la mayoría de sus habitantes ajenos a ideología política
alguna. La investigadora Arantza Argüelles localizó e identificó en su día a
las treinta y dos o treinta y tres personas asesinadas y exhibidas por sus
verdugos el 13 de octubre. Nacho Vegas
hace memoria de la masacre con su Romance
de Villafría: Los moros, madre, los
moros/ ya suben por Villafría; / ya van pasando a cuchillo/ todas las gentes vecinas;
/ grupos de mujeres, madre, /rematan en una esquina”.
Otra
canción, Asturias, tierra bravía, con
la melodía de la archiconocida Asturias,
patria querida -hoy himno de aquella Comunidad-, sirve de fondo sonoro al capítulo de la destrucción de la Universidad
de Oviedo, achacada a los revolucionarios por parte de la historiografía
conservadora, algo que como documentó David Ruiz no está claro, pues en el
lugar se desarrolló un gran enfrentamiento armado. Se trataba de un enclave fundamental
para el asalto al cuartel de Santa Clara, para el que se disponía de un
polvorín con dinamita y gasolina. Los bombardeos gubernamentales sobre la
ciudad –los primeros sobre una población civil en la historia-, harían que uno
de los impactos produjera una deflagración al prender la dinamita, con sus
consiguientes efectos destructivos e incendiarios sobre la Universidad.
La
joven comunista libertaria Aida Lafuente, muerta en combate, ya había sido
protagonista de otro film de Bande, con Pilar de la Fuente, hermana de la
miliciana, como protagonista. De Aida solo quedó una fotografía, colgada en un
kiosco de la céntrica plaza de la Escandalera. Según Pilar, por esa plaza pasó
uno del Tercio [Regulares] y al ver la foto le dijo al que lo acompañaba: “Mira,
la chica a la que matamos ayer en el Naranco” (el vecino monte ovetense). El
periodista Luis de Sirval (Luis Higón y Rosell) fue asesinado días después en
una comisaría de Oviedo por dos militares por intentar contar la verdad de ese
crimen. A sus ejecutores se les aplicaron condenas mínimas. Maruja Lafuente,
hermana de Aida, fue obligada a desnudarse delante de las fuerzas que le
tomaron declaración, y los padres de ambas y de Pilar fueron ejecutados.
Las
últimas páginas del cuaderno de Bande las dedica al documento suscrito por los 547
presos revolucionarios internados en la Cárcel Modelo de Oviedo, denunciando
una por una las torturas a las que fueron sometidos. Lo dirigen al Fiscal
General de la República, una vez que el diputado Fernando de los Ríos hizo
público un informe en ese sentido en el diario francés Le Populaire.
Cuaderno
de la Revolución viene a ser, en resumen, además de un compendio sobre el
material del que se sirvió Ramón Lluís para poner voz y dar imagen a los
lugares de una memoria apenas entrevista en el cine, una invitación para que el
cine de creación entre alguna vez en lo que Albert Camus avistó en su día para poner en pie en un escenario, que a Revolte dans les Asturies le ha faltado en nuestro país.
*Artículo publicado en el número de noviembre de El Viejo Topo
Cuaderno
de la revolución. Ramón Lluís Bande.
Editorial
Pez de Plata S.L. Oviedo, 2019. 215 pags.
DdA, XV/4330
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