jueves, 29 de agosto de 2019

LA ESCALERONA TIENE BANDERA TRICOLOR


Félix Población
 
Hacía poco que, en consonancia con el nombre en aumentativo del estadio de fútbol de El Molinón, se había construido la que se dio en llamar La Escalerona (1933), de la que en la imagen apenas aparece la torre del reloj que la caracteriza, bajo la cual se esperaron tantos amores al aire azul del verano. 

Estamos, según se nos dice, en Gijón en 1934, posiblemente se trate de una fecha dominical o festiva de mucho calor, a juzgar por el gentío que se aglomera en la arena de la playa de San Lorenzo, con muchísimo más vestuario de calle que trajes de baño. Al fondo, a la derecha, aparece la vieja iglesia de San Pedro, destruida durante la guerra civil después de que el fuego arrasara el edificio, y más a la derecha el Club de Regatas. A la izquierda, tras los árboles del Campo Valdés, las torres del colegio Santo Ángel. También, parte de la pescadería municipal y el edificio del Ayuntamiento. 

¿Alguien podría imaginar ese verano de 1934, en medio del ambiente festivo que se respiraría en la fecha de la imagen, que un par de meses después se produciría en Asturias la que ha sido calificada como última revolución proletaria de Europa? Según la documentación manejada por el historiador Julián Casanova, durante los combates que siguieron al levantamiento armado -como consecuencia de la declaración de una huelga general revolucionaria- murieron 1.100 personas entre las que apoyaron la insurrección y unas 2.000 resultaron heridas. Sumaron 300 muertos en total la revuelta, con el general Franco al mando de las operaciones desde Madrid. Más de treinta sacerdotes y religiosos fueron asesinados.


Casanova coincide con la cifras dadas hace tiempo por Hugh Thomas, que situó el número de víctimas mortales en 2.000 personas: 230-260 miembros de las fuerzas armadas, 33 sacerdotes, 1.500 mineros en los combates y otros 200 durante la represión (entre ellos el periodista valenciano Luis de Sirval, seudónimo de Luis Higón y Rosell, quien por indagar en la muerte sufrida por la joven revolucionaria Aida Lafuente fue asesinado por tres oficiales de la Legión a los pocos días de llegar a Oviedo).En toda España fueron encarceladas entre 30.000​ y 40.000 personas. Miles de obreros perdieron sus puestos de trabajo. Con la victoria del Frente Popular en febrero de 1936 se aprobó una Ley de Amnistía.

En el verano de 1934 se vieron por primera vez quienes me dieron la vida. Ella todavía llevaba calcetines blancos y él había comprado su primera bicicleta con el ahorro de un buen número de sueldos en Ultramarinos Salat. Ocurrió en una de las muchas romerías estivales que se celebraban en el concejo. Tendrían que vivir una revolución, una guerra y unos cuantos años de destierro para iniciar una vida en común lejos de su tierra natal. Entre toda esa gente que disfrutaba distendida de un día de playa, ignorante de que se avecinaba el periodo más aciago de nuestra historia, es muy posible que también estuvieran ellos  iniciando la suya, para prolongarla contra viento y marea a lo largo del siglo en que nacieron.

La Escalerona, 1935

Al fótógrafo le faltó atinar con más detalle para constatar en la imagen la hora del día que marcaba en ese instante el reloj de La Escalerona, cuyo nacimiento fue fruto de un consistorio municipal republicano, presidido por el alcalde Gil Fernández Barcia, con José Avelino Díaz Fernández-Omaña como arquitecto. Gracias al historiador Héctor Blanco, autor del libro Historia de la obra pública en Gijón, sabemos que este alcalde, cuya gestión ha quedado silenciada con la dictadura -a pesar de haber sido inhumado con todos los honores cuando falleció en 1947-, realizó a lo largo de un lustro una ingente labor en la mejora y modernización de la ciudad, con el consiguiente efecto positivo en la calidad de vida de su habitantes. Es de destacar, en este sentido, la modernización en infraestructuras y equipamientos, con sus positivos efectos para reducir el alto desempleo como resultado de la crisis económica, algo en lo que fueron especialmente celosos la mayoría de los alcaldes republicanos.

Se abordaron de forma complementaria -según Blanco- dos objetivos urbanísticos que ya entonces pasaron a ser prioritarios: la construcción de una estación única de ferrocarril, buscando la reordenación de las instalaciones ferroviarias insertadas en la ciudad, más una estación central de autobuses municipal. Durante esos pocos años llega el agua corriente, la red básica de alcantarillado y la luz eléctrica a casi toda la periferia de Gijón, e incluso se lleva esta última a los principales núcleos rurales del concejo. También se consigue que el cerro de Santa Catalina pase a titularidad municipal, se comienza a rellenar la charca del río Piles y se adquiere el campo de El Molinón. Son asimismo denodados los esfuerzos por ampliar y mejorar la red de centros de enseñanza pública, como el nuevo proyecto del Instituto Jovellanos y la colocación en 1935 de la primera piedra de la Escuela de Peritos Industriales. Una vez derribada esta en 2008, apunta el citado historiador, es posible que el ejemplar de la Constitución de 1931 que se incluyó en la urna conmemorativa  de ese acto haya acabado en un vertedero municipal.
 
"Y si bien el gran hito local en materia industrial de este período, la aparición de carbón en La Camocha, en 1932, no es imputable al alcalde Fernández Barcia -escribe Hector Blanco-, sí lo es la rapidez de reflejos que mostró el Ayuntamiento que presidía para rotular ese mismo año la hasta entonces carretera de Ceares con el nombre de avenida de los Hermanos Felgueroso, reconociendo la trascendencia del éxito de los que, para no pocos, no habían pasado hasta entonces de ser un clan de lunáticos aventureros".


Como obra pública republicana, vanguardista en su tiempo e inconmovible ante el oleaje fragoroso del Cantábrico al que se enfrenta cada invierno durante casi un siglo, siempre eché de menos que los colectivos y partidos republicanos de Gijón que así se confiesan no intentaran en alguna ocasión hacer ondear un 14 de abril la bandera tricolar en la columna de La Escalerona, tal como ocurrió en julio de 1933, cuando fue inaugurada, meses antes de que se hiciera la fotografía que ilustra este artículo. Mucho apeteceríamos ese tremolar con viento del nordeste y un horizonte marino despejado para una muy fructífera singladura.

                  DdA, XV/4261            

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