¿Serán
los cimientos de nuestra sociedad igual de sólidos que los de la
catedral de Notre Dame? Nuestro mundo se cae. Los líderes tienen que
actuar ya. Y ahora no lo están haciendo. Esto es una emergencia. Hacer
lo mejor no es suficiente. Hay que hacer todo lo posible. No ignoréis a
los científicos y a los jóvenes en el huelga por el clima. No nos
falléis" (Greta Thunberg).
Ana Cuevas
Los
líderes de la Unión Europea se quedaron mudos ante el alegato de una
niña sueca de dieciséis años acusándoles de pasividad frente a la
inmediatez de los efectos del cambio climático. La joven activista habló
con absoluta seriedad, con argumentos irrebatibles, sobre la exigua
posibilidad de ralentizar el proceso que puede extinguir nuestra
especie.: "Todavía tenemos una ventana abierta durante la cual
podemos actuar, pero no estará abierta mucho tiempo, debemos aprovechar
esa oportunidad". Greta argumentó contra los que acusan al movimiento ecologista de crear el pánico gratuitamente: "Cuando tu casa está en llamas se requiere cierto nivel de pánico para sobrevivir".
Todavía
no tiene edad para votar. Por eso apela a la responsabilidad de los
adultos a preservar una esperanza de futuro para los que vienen detrás.
Pero esta muchacha de largas trenzas y rostro angelical no está sola. Su
emocionado discurso abrió la espita de la rebelión entre jóvenes de
todo el planeta. No se resignan a padecer las consecuencias de los
desmadres y la irresponsabilidad de sus mayores. Por alguna extraña
razón, no se quieren extinguir.
El movimiento Rebelión contra la extinción se
ha globalizado entre millones de chicas y chicos que organizan huelgas y
concentraciones en casi todos los rincones de la madre tierra. Nos
exigen, no nos ruegan, que intentemos arreglar el desaguisado porque no
quieren una herencia emponzoñada. Nuestro letal legado.
Y
reclaman que los gobiernos y medios de comunicación digan la verdad
sobre la situación de extrema gravedad y urgencia climática y ecológica
en la que nos encontramos. No queda tiempo para seguir mintiendo. La
ventana, está a punto de cerrarse.
El
sábado pasado, en Zaragoza, algunos de esos jóvenes concienciados
quisieron visualizar su preocupación con una performance en la que daban
sepultura al planeta y, de tacada, a sus propias posibilidades de
supervivencia y de futuro. Tampoco están solos. Algunos viejunos
soñadores irredimibles nos ponemos a sus órdenes. No vale con entonar un
mea culpa y pensar: después de mí, el fin del mundo. Si de verdad
amamos a nuestros hijos, si podemos intentar pensar como especie, como
el resto de los animales, debemos compartir su lucha. Es la definitiva,
no quepa duda. Rebelémonos juntos para que no sea la lucha final.
DdA, XV/4194
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