martes, 14 de mayo de 2019

¿POR QUÉ LA REVOLUCIÓN DE ASTURIAS NO MUEVE A LOS CREADORES?*

 Revolucionarios detenidos en Gijón

Félix Población

La proyección estos meses atrás del documental de Ramón Luis Bande Canciones para una revolución, en el que el cantante Nacho Vegas recorre y da voz a algunos de los escenarios y hechos de la Revolución de Asturias de 1934, así como la exhibición -también reciente- de otro documental sobre aquella insurrección obrera (Los labios apretados, 2018), del que es autor Sergio Montero, me han hecho recordar lo poco que el cine de creación, el teatro y la literatura en general han frecuentado esa página trágica de nuestra historia que con toda seguridad, si formara parte de la de otro país de nuestro entorno, sí habría tenido mucha mayor atención. Esa falta de atención es especialmente significativa en España a lo largo de las últimas cuatro décadas, una vez despachada la dictadura del general que estuvo al mando de la represión gubernamental de aquella huelga revolucionaria.

En junio de 1978, cuando el concepto de memoria histórica ni siquiera existía como tal en España y en algunas manifestaciónes en protesta por los asesinatos cometidos por la utraderecha de entonces  se gritaba "¡No estamos todos, faltan los muertos!" -sin reparar en los que estaban bajo tierra desde hacía cuarenta años en fosas y cunetas-, una joven editorial asturiana publicó Rebelión en Asturias, la traducción al castellano de la obra del escritor Albert Camus sobre la revolución que tuvo lugar en esa región. 

La obra la redactó el Premio Nobel francés entre los años 1935 y 1936, aunque se trata de una creación colectiva en la que intervinieron tres jóvenes más, dos de ellos profesores del Liceo de Argel. Los cuatro formaban parte del grupo Teatro del Trabajo. El actor principal de la obra es el pueblo y la acción se desarrolla en la capital de Asturias. «El decorado -escribe Camus- envuelve y presiona al espectador, le obliga a formar parte de una acción que los prejuicios tradicionales le llevarían a ver desde el exterior. No está delante de la capital de Asturias, sino dentro de Oviedo, y todo gira en torno a él.»


Aquella edición de la entusiasta editorial Ayalga -fundada y dirigida por el excelente escritor José Antonio Mases- se completaba con una introducción de mi estimado profesor David Ruiz, catedrático muchos años de Historia Contemporánea de la Universidad de Oviedo y uno de los más cualificados estudiosos de la insurrección asturiana. También se incluía un texto de José Monleón acerca del pensamiento político del dramaturgo. Las magníficas ilustraciones eran obra del pintor asturiano Miguel Ángel Lombardía. Recuerdo perfectamente que la edición tuvo entonces una repercusión bastante notable.

El profesor Ruiz recurría en su introducción a una frase que se le atribuye al escritor francés Romain Rolland en la que afirma que «desde la Comuna de París no se había visto nada tan hermoso como el movimiento revolucionario de Asturias». Desde este modesto DdA vuelvo a insistir -como creo haberlo hecho en otra ocasión-  en la necesidad de llevar a las tablas, apoyada en la tecnología y medios de visualización documental propios de nuestro tiempo, una puesta en escena revisada de Rebelión en Asturias.

En cualquier otro país de nuestro entorno no se entendería que contando con el libreto en el que había intervenido todo un Premio Nobel de Literatura,  y al tratarse de las última de las revoluciones proletarias que tuvieron lugar en Europa, aquel trágico y a la vez heroico episodio histórico para el movimiento obrero internacional no haya podido ser puesto en pie a lo largo de tantos años con la cobertura técnica y dramatúrgica que aquel episodio histórico y el propio texto merecen. 

Révolte dans les Asturies, según el título original, fue obra de cuatro jóvenes comunistas (Camus tenía 22 años y poco después abandonaría el partido), y formó parte muchos años del contenido habitual en la programación teatral de Francia, hasta llegar a ser una obra clásica en los escenarios. Todavía en 2011 se ofrecieron funciones en la pequeña localidad de Beaumes-de-Venise, mientras en nuestro país no tengo noticia de que haya habido hasta la fecha una sola representación, como no sea una que al parecer se celebró en el Centro Asturiano de Málaga. 

Es muy llamativo -con ser Asturias un territorio muy identificado con las luchas proletarias- que ni siquiera haya habido representaciones en la región en donde tuvieron lugar los hechos. Creo recordar que sí se realizaron algunas lecturas dramatizada en 2006, organizada por la asociación vecinal Cauce del Nalón y el patrocinio de los ayuntamientos de Laviana y San Martín del rey Aurelio, así como de la Junta General del Principado. El total de espectadores que asistieron a esas lecturas, según la revista teatral La Ratonera, se cifró en 234, número exiguo si se considera que casi se llevaron a cabo esas lecturas en el mismo corazón de la revuelta. 

Es de resaltar, asimismo, que tampoco en el cine la insurrección de Asturias gozó de la atención que sería imaginable por su propia entidad, con la excepción de la serie de cinco capítulos -emitida no hace mucho- que produjo TVE (1991) Los jinetes del alba, dirigida por Vicente Aranda sobre  la novela homónima de Jesús Fernández Santos. El producto tampoco fue de los que haya que destacar.

*Artículo igualmente publicado en elsaltodiario.com

                                           DdA, XV/4169                                                                           

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