Greenpeace me remite una y otra
vez uno de sus muchos anuncios sobre el peligro que corre el planeta...
Yo a veces les digo que a mí no
tienen que dirigirse porque yo no puedo hacer nada, salvo girarles unos pocos
euros... para que sigan dándome la tabarra. Pero que en todo caso se equivocan
de destinatario: yo y millones y millones en el mundo ya estamos sobradamente
concienciados. Los destinatarios son los dueños materiales del planeta, los
dueños de las finanzas y de toda clase de industrias, los dueños de la política
en todos los países, y quienes están, en fin, al frente de los organismos
internacionales. Ellos son los verdaderos responsables, no “nosotros”, la ciudadanía
común que no puede pasar de reciclar su basura, evitar en lo posible contaminar
la tierra y el agua en todas partes y en último término maldecirles a todos
ellos...
Pues, yo, por mi parte, veo el
asunto de la siguiente manera...
Este artículo es largo. Pero se
trata de un asunto que si por la deriva que está tomando el clima planetario no se presta a hacer literatura,
tampoco me parece ya apropiado el punto de vista científico que en tantas
ocasiones equivoca a la sociedad humana. Esto es un avatar humano, y en todo
avatar, en toda vicisitud, suele ser más atinado el parecer y el instinto del
explorador, del pastor de ovejas o del anciano que el diagnóstico del físico o
del astrofísico, o el dictamen del estudioso de la meteorología. Más bien al
contrario. Sabemos de casos clamorosos de errores en la Historia cometidos por
los saberes oficiales de toda clase. Así es que se pongan todos ellos como se
pongan, e destino nos alcanza...
Yo opino que no estamos viviendo un cambio
climático. Estamos empezando a vivir las segundas señales del desastre. Las primeras, hace un par de
décadas, fueron aquellas detectadas por muchos en el mundo a las que
respondieron cínicamente los negacionistas.
Digo que no hay un cambio
climático, porque la palabra cambio en este sentido sugiere régimen,
secuencia, compás, ritmo, orden distinto pero orden al fin y al cabo, y sobre
todo regularidad. Y lo que venimos observando no es precisamente orden, ni
regularidad, ni en las precipitaciones ni en las temperaturas; ni graduación
en sus variaciones.
Lo que está sucediendo a ojos
vista es otra cosa: es una mutación, una alteración de las células de un
tumor. Ya no hay clima, ni climas ni microclimas. Hay desbarajuste. Lluvias
torrenciales, o meses y meses sin lluvia en los que hasta hace una década la
hubo regularmente, y cambios bruscos del termómetro en cuestión de días o de
horas. Como dice Le Monde: "el planeta ha entrado en un territorio
desconocido". Y a una noticia como ésta no se le puede atribuir
sensacionalismo. Este es un hecho de alcance telúrico que hará "época", como la de cada glaciación; en este
nuestro caso un cambio climático antropogénico, no por azar o por causas naturales directas, sino por la
intervención irresponsable del ser humano. Lo exasperante es que hace mucho
que se sabe...
Pues no es preciso ser científico, ni siquiera
experto en nada para saber que si se arroja durante más de un siglo trillones
de toneladas de partículas a un espacio cerrado limitado y aun relativamente
ventilado como es la biosfera, ha de llegar la saturación y el enrarecimiento
de la "estancia", con los correspondientes efectos. Que un número
prácticamente infinito de partículas en un espacio finito es una aberración física que, como toda aberración,
solo puede ser causada por el ser humano. En el clima y en las corrientes de
aire, desajustándolas hasta bloquearlas, alterando severamente las condiciones
generales existentes.
Un informe del Ministerio de Medio Ambiente
español advierte de que, a este ritmo, tres millones de hectáreas de las zonas
húmedas pasarán a áridas al llegar a 2100. Y decía que hará época, porque esto
parece tener mucho que ver con el fin de los tiempos; tiempos entendidos como una forma de vida que previsiblemente
no volverán, en el espacio que dura una vida humana por longeva que sea.
Además, generalmente esa clase de informes evitan la alarma social y tienden a
ser optimistas en lo que cabe. De manera que, si según éste, los tres millones
de hectáreas serán áridas en 2100, ya podemos ir pensando que la aridez que nos
atañe a quienes vivimos ahora está a la vuelta de la esquina, y los graves
problemas de abastecimiento de agua y de alimentos han de hacer acto de
presencia antes de lo que se supone....
Este documento admite que "la
desertificación es ya un problema real" en más de dos tercios del
territorio, agravado por la falta de lluvias y por las más altas temperaturas.
El informe se refiere naturalmente
a la península ibérica. Pero sabemos que eso mismo está sucediendo, más o
menos, en las demás latitudes, y que tanto el Ártico como el Antártico como
los glaciares se derriten con celeridad. La causa de la causa en todas partes
es la misma: el calentamiento global y la desertización acelerada.
Los problemas de guerras y
movimientos migratorios consecuencia de ellas y de la desertificación que hace
mucho empezó en el norte de Africa y en otras zonas del mundo, y la mutación
climática, empiezan a empequeñecer al resto de problemas de la sociedad humana
y a situar a la humanidad a la altura de vulnerabilidad de cualquier otra
especie viviente no humana: el infusorio, por ejemplo.
Vale que al principio la industrialización y
las expectativas que generó ofuscaran a aquellos que la manejaban a finales
del siglo XIX. Pero pronto, muy pronto, asomaron las señales de la catástrofe
"previsible". Y entonces y a partir de entonces, la actitud de
quienes estaban y están llamados a reaccionar ha sido mirar a otra parte para
no enfrentarse a un problema que choca brutalmente con la economía y con el
poder de las finanzas a corto plazo, a fin de cuentas con la ambición y la
codicia que trastorna la cordura y la humildad más elementales conectadas al
instinto de conservación. Magnates, bancos y políticos son los responsables.
Los primeros al propulsar un "progreso" con ribetes o factura de
infantil en infinidad de cosas y además sin orden ni concierto. Los segundos
consintiéndolo cuando no atizándolo sin miramiento por estar próximos a sus
personales intereses o los intereses de su clase social...
Es palmario que el asunto del clima se
"nos" ha ido de las manos. Y empleo el plural mayestático, la primera persona del plural, porque formo
parte de la especie humana, pero no porque tenga yo la más mínima
responsabilidad en la hecatombe que se avecina, como no la tiene el 99 por
ciento de la población del mundo que no pinta nada, manejada por el 1 por
ciento restante a su antojo, que es el que siempre "hizo" y “hace”
la Historia...
Pero hemos llegado a un punto en que es
indiferente poner cara a los responsables y a los negacionistas de esta
fatalidad. El hecho es que la inteligencia y la capacidad de respuesta del ser
humano a semejante situación van a ser irrelevantes a partir de ahora. La
población del mundo se diezmará por vías antinaturales. Y tanto el valor del
coeficiente mental como la "valía" (coeficiente y "valía"
medidos por esas universidades que tratan de saberlo todo) de tantos a que en
parte debido a ellos se han situado o se les ha venido situando al frente de
las responsabilidades de la vida colectiva, no van a servir de nada. Esa
inteligencia supuestamente superior está ya, definitivamente, en evidencia
como una inteligencia cuanto menos estragada y a menudo degenerada. La ínfima
inteligencia y capacidades de quienes, elegidos en muchos casos por millones
de débiles mentales, han permitido desde su posición política a la otra
"inteligencia" -la de los que no han sabido o no han querido evitar
el cataclismo silencioso cuya cercanía sentimos ya- demuestra que esos seres
humanos que se nos presentan como excelentes son los más cretinos de todos los
seres vivos en los momentos decisivos; sea en las guerras contra sus congéneres
que ni quieren ni pueden evitar, sea en los excesos cometidos en todo los
órdenes y espacios de la conducta humana descontrolada, como los que han provocado
la mutación climática cuyas consecuencias debidas precisamente a su locura no han sabido prever,
ni calcular, ni corregir.
Pues sólo eso, cretinos, ciegos del cuerpo, de
la mente y de la espíritu podían y pueden ser incapaces de imaginar lo que
ahora vemos se nos viene encima: una atmósfera, una troposfera y una biosfera
descompuestas. Ahora esos irresponsables ignorantes, codiciosos y necios dirán
que van a hacer lo que debían haber hecho desde el principio. Pero a todas
luces ya es tarde. No es posible imaginar que unas condiciones de vida
existentes en un tiempo incalculable sobre la tierra alteradas a lo largo de
un siglo, puedan revertirse si no es con el paso de otro tiempo incalculable...
Quizá los que vivimos en esta generación
salgamos adelante aunque sea a trancas y a barrancas. Pero a nuestros
descendientes, a estas y a las siguientes generaciones, les “hemos” legado,
ya, un planeta moribundo. Y todo por culpa de los necios que vienen tejiendo
la Historia de estos últimos cien años, mientras unos pocos la escriben y el
resto la padecemos. Como siempre fue. Se necesita ser imbéciles...
DdA, XV/4103
No hay comentarios:
Publicar un comentario