Félix Población
El conocido y excelente periodista mejicano Juan Miguel de Mora Vaquerizo (1921-2017) fue un entusiasta y activo defensor de la segunda República Española. Hijo de padre mejicano y madre española, llegó a Madrid siendo un adolescente y se afilió de inmediato a las Juventudes Socialistas Unificadas. En 1936, falsificando su edad, pretendió combatir en el Quinto Regimiento, pero fue expulsado en cuanto se supieron sus años. En 1938 sí se alistó en la XI Brigada Internacional, adscrita a la 35ª División del 15 Cuerpo de Ejército, a las órdenes de Manuel Tagüeña (1913-1971).
De Mora combatió en la Batalla del Ebro y dejó
escrita su experiencia militar en Cota 666 y en La libertad, Sancho.
Herido de bayoneta, fue internado en un hospital, de modo que cuando se le dio
de alta ya se había producido la retirada oficial de los brigadistas. Se negó a
irse, como otros, y fue nombrado comisario de campaña (equivalente, en
jerarquía, a capitán) en una unidad española. Desempeñó ese cargo hasta el
final de la contienda y la retirada final.
Además de periodista y escritor, fue
investigador, indólogo y traductor del sánscrito, así como profesor emérito de
la Universidad Nacional Autónima de México. Viajero incansable, trabajó como
corresponsal en el extranjero, siendo de destacar sus crónicas desde Vietnam,
las primeras escritas en español en aquella larga guerra por un enviado
especial. Entre sus numerosos libros cabe citar: La filosofía en la
literatura sánscrita (1968), Tlatelolco 68 (1973), Tantrismo
hindú y proteico (1988), El yelmo de Mambrino (1993), Sólo queda
el silencio (2000) e Historias de ignominia (2005).
El director de la revista mexicana Siempre,
José Pagés Llergo (1910-1989) le propuso a Juan Miguel de Mora viajar
clandestinamente a la España franquista en 1964, al objeto de dar conocimiento
de la resistencia interior que se registraba contra la dictadura. Contó para la
entrada en el país con la ayuda de miembros del Partido Nacionalista Vasco,
según recoge Josep Mengual. Al año siguiente, De Mora presenció la invasión
norteamericana en Santo Domingo. Sobre estas dos actividades periodísticas
tratan sus respectivos libros Misión de prensa en España y Misión de
prensa en Santo Domingo.
Con motivo de ese viaje clandestino a España,
coincidente con aquella campaña del régimen llevada a cabo bajo la consigna
"Veinticinco años de paz", Juan Miguel de Mora provocó las iras
siempre fragorosas del entonces ministro de Información y Turismo Manuel Fraga
Iribarne, que trató de rebatir lo que contaba el periodista acerca de la
resistencia a la dictadura -mediante artículos sin firma escritos por un
profesional a sus órdenes- y que en tan mal lugar dejaban la campaña de prensa
y propaganda orquestada por régimen aquel año desde el ministerio que
dirigía el propio don Manuel. Los descalificativos son de grueso calibre, al
tildar al periodista de sapo y alimaña, según podemos leer en uno de los
titulares. La respuesta de Juan Miguel de Mora no se hizo esperar y fue una
carta al ministro franquista, fundador y presidente de honor muchos años del
Partido Popular y unos de los padres de la vigente Constitución, carta que me
ha facilitado amablemente Luis Alberto Egea y se publicó en su día en la revista
mexicana Siempre.
Un año después, el periodista hispano-mejicano
fue nombrado Caballero de la Orden de Liberación de España, galardón que le
impuso el presidente de la II República Española en el Exilio, Luis
Jiménez de Asúa, en un acto celebrado en la embajada de la República
Española en México.
De las obras escritas por Juan Miguel de Mora
sólo se conocen en España -en donde el autor estuvo por última vez en 2014- las
ediciones llevadas a cabo por Doga y la Universidad de Castilla-La Mancha de La
libertad, Sancho, y Testimonio de un soldado de las Brigadas
Internacionales, coeditado por Edamex y esa misma universidad. Tal como
señala Josep Mengual, después de referirse a la posibilidad de que la agencia
Balcells hubiera podido publicar hace años alguno de sus libros, no deja de ser
una amarga anomalía más en contra de nuestra Memoria Histórica que no exista
todavía una edición española de libros como Cota 666, Los muertos
estaban quietos o la misma Misión de prensa en España, que tanto
indignó a Manuel Fraga, al que De Mora dirigió la siguiente carta:
Sr. D. Manuel Fraga Iribarne. Ministro de
Información y Turismo. Madrid, España*.
Le escribo para darle las gracias. Yo se
agradecer, aun cuando la intención de quien merece mi agradecimiento no haya
sido favorecerme. Le agradezco, pues, sus ataques virulentos en la prensa que
usted inspira y sostiene, ataques que prueban cuánta razón tuve al entrar en
España clandestinamente para ver la trágica realidad del pueblo, tan diferente
del rosado panorama que usted presenta en su propaganda. Le agradezco
expresiones como "sapo", "alimaña" y otras que el buen
gusto nos impide en México reproducir en letras de molde ("La Gaceta del
Norte", Bilbao 4-XII-1964), exabruptos que son clara muestra de mi razón y
de la impotencia de usted ante alguien a quien no pudo comprar para que
mintiese en favor de la oligarquía que mantiene al régimen totalitario y
tiránico en la patria de Lope de Vega, esa España a la que los mexicanos tanto
queremos y que no puede ser la del eructo cuartelero ni la de la mano alzada al
modo nazi. (Pero ahora, aunque Franco ya no lo haga, si alza usted su mano
comprobará que sí llueve, porque hoy, como hace 25 años, llueve el desprecio y
la censura. de los hombres honrados y conscientes sobre la farsa sangrienta del
franquismo). [El texto al que se refiere no lleva firma y parce una crónica (Aquí
Madrid) desde la capital de España].
Que sepa usted quien muestra de tal manera el
cobre, resulta particularmente interesante por tratarse de un hombres sagaz y
astuto, muy capaz en política, cuya tarea ha sido convertir al franquismo en un
nuevo Jano, poniéndole una segunda cara, sonriente y amable, un rostro apto
para turistas que haga olvidar el otro, verdadero espejo de su alma, el de los
sótanos de la Dirección de Seguridad, el de las prisiones de toda España, el
del garrote vil, los asesinatos, la sangre y la sevicia. Por eso no es poco que
haya sido usted, maestro en maquillaje, quien me hace el favor de justipreciar
mi labor periodística en España.
Artículo sin firma en La Gaceta del Norte
Por una parte sus boletines sin firma, de esos
que envía usted a los diarios mediante la oficina de censura que funciona en
los bajos de su ministerio -cuya existencia acostumbra usted negar con buena
dosis de cinismo- y después nada menos que en el órgano oficial de su
ministerio, "El Español", que en su número del 19 de diciembre de
1964 me dedica entera la página 8 y anuncia que posiblemente seguirá
ocupándose de mí. Tenga la seguridad de que considero esos ataques como
galardones y, por ello, las páginas de esos periódicos que usted paga, lucirán,
en marco, en el lugar más visible de mi casa.
Entre otras cosas, habla usted, por boca de
ganso, de que quiero "presumir de riesgos" y "certificarme de
héroe". En cuanto a los certificados de héroe es la policía de usted la
que los extiende, apaleando y torturando a cualquiera que critique al régimen:
son sus leyes absurdas, como la de asociación, que declara ilícita toda la que
no sea franquista y falangista y establece que aún estas pueden ser suspendidas
por cualquier autoridad gubernativa; son sus sindicatos, en los que los obreros
no pueden ni siquiera hablar. Todo eso y mucho más es lo que extiende
certificado de héroe en España, puesto que convierte en verdadero heroísmo, sin
comillas, la ejecución de cualquier acto que sería normal e inofensivo en un
país democrático y civilizado. En cuanto a mí, he tenido una vida lo bastante
agitada, dentro de la profesión periodística, como para carecer ya de esas
vanidades. Golpes de Estado, motines, revoluciones y guerras han sido la sazón
de mi labor durante años, como corresponsal extranjero. Cuando, por ejemplo, se
ha estado en el Delta del Mekong volando con los pilotos estadounidenses en
esos helicópteros que con tanta frecuencia derriban las fuerzas del viet-cong,
esas cosas ya no impresionan. ¡Lástima para usted, señor ministro, que ese tiro
haya errado el blanco!
Pero a pesar de su exasperación contra mí, yo le
comprendo a usted. Comprendo su ira, su indignación, su furia. Hay muchas cosas
que se comprenden, aunque no se compartan. Usted es el tipo sinuoso y hábil,
acostumbrado a las sutilezas, a las conversaciones "elegantes", en
las que se bebe alcohol caro mientras se tratan con mucha distinción asuntos en
los que puede juzgarse el destino de millones de seres humanos; usted es el
experto en sobornos, seguro que "todo hombre tiene su precio", el funcionario,
en fin, que coloca el artístico y precioso biombo por delante del ensangrentado
cadáver que dejó la Guardia Civil. Ellos son los "rudos" y usted el
"fino", ellos los "toscos" y usted el "delicado",
pero todos integrando el mismo espectáculo, como esas compañías de luchadores
que recorren las provincias haciendo creer a los espectadores ingenuos que
"el malo" es malo y el "bueno" es bueno. Y claro, un hombre
"fino y delicado" considera tosco que alguien pase los Pirineos a
campo traviesa. ¡Qué horror, caminar tanto! ¡Qué horror, correr el riesgo de
que le den el alto y le disparen! Tengo la plena seguridad de que usted no
haría tal cosa en ninguna causa.
Artículo también sin firma en el semanario El Español
Claro que si yo hubiese ido directamente a verle
a usted como enviado especial de ¡SIEMPRE! ¡Cuántos paseos, homenajes,
banquetes y atenciones habría recibido de su Ministerio! ¿Y cuánto dinero por
mi silencio cómplice? Mas, aunque nadie ha pretendido sobornarme ni me han
pagado nada por callar determinadas cosas, pidiéndome, por el contrario, que
escribiese la verdad en conciencia, el pueblo ibérico me ha hecho objeto de
invitaciones, atenciones de todas clases y paseos -a Guernica y a El Pardo, por
ejemplo- pero eso lo han hecho los hombres que luchan tenaz y valientemente
contra el gobierno de asesinos del que usted forma la parte más inteligente y
delicada.
Dice "El Español" -órgano de usted,
señor Ministro-, que "en España no hay Resistencia". Fíjese usted que
yo no hable, ni antes ni durante mi viaje, de grupos armados, guerrillas ni
nada semejante. Yo dije -y digo- Resistencia. Usted afirma que no hay. Muy
bien, ¿quiénes imprimen y hacen circular todos los periódicos clandestinos que
el pueblo busca, por cierto, con mucho más interés que "El Español"?
He afirmado en mis conclusiones que existe una
verdadera Resistencia muy bien organizada en las provincias vascas y que en el
resto de la Península hay oposición general al régimen franquista. Usted
asegura que no. ¿Quién distribuye Gudari por todas partes en el País Vasco?
¿Quién imprime y hace circular Lan-Deya, órgano ilegal de los trabajadores
católicos vascos? ¿Quién hace lo mismo con Alderdi, Euzkadi Socialista, y otras
publicaciones de diversas fuerzas antifranquistas que demuestran la impotencia
de la policía?
¿Y cómo llamaría usted a la indomable actitud de
la clase obrera negándose a aceptar las condiciones de oprobio y esclavitud en
que la ha sumido el "Movimiento" del que usted forma parte? ¿No
recuerda usted la huelga de 1947, primera en el mundo contra un estado
policíaco y totalitario, huelga que paralizó Vizcaya, Guipuzcoa y parte de
Alava? ¿No supo usted de la huelga de 1956 en toda la ría de Bilbao, que
paralizó la casi totalidad de las industrias de la zona? ¿Y qué me dice de
1962, cuando entre la cuenca minera asturiana y las industrias vascas pararon
casi cien mil trabajadores? ¿No sabe usted que durante 1964 no ha dejado de
haber huelgas en Euzkadi? La Wilcox y otras industrias menores, por ejemplo,
estuvieron en huelga durante mi estancia en Vizcaya. ¿Tal mal informado está el
Ministro de información como para no saberlo?.
¿No llama usted Resistencia a todo eso? ¿O cree
usted que una huelga de decenas de miles de trabajadores contra un gobierno es
un acto súbito e individual en el cual todos coinciden por milagro en dejar
trabajar el mismo día para mostrar su repudio a la tiranía? No subestime usted
a los obreros porque ellos serán los que un día, a la vanguardia de la nación y
usando su arma esencial, la huelga, darán al traste con las esperanzas de usted
de que el franquismo sobreviva a Franco. Y si, como usted dice, no hay
Resistencia, ¿de qué se ocupa la policíaca "Brigada de Investigación
Social" o "Político-Social" de la que es jefe Vicente Reguengo
González? ¿Y de qué el Tribunal de Orden Público y los Juzgados Especiales? ¿Y
por qué hay en España tantos detenidos políticos en cárceles y comisarías?
Uno de sus secuaces -porque usted no es tonto-,
ha creído un rasgo de ingenio preguntar si "en el propio México el caso de
una fábrica de asesinatos montada por unas celestinas, ¿no vale la pena echarle
una ojeadita?. Pues bien, tal fábrica, comparada con la enorme, inmersa fábrica
de palizas, torturas y asesinatos que es todo el Estado español franquista se
queda, como dicen en España, en "tortas y pan pintado".
¿De qué murió, en octubre pasado, Benito Embid,
empleado del Banco de Vizcaya, S.A., en Barcelona? ¿No sabe usted que fue la
paliza policíaca lo que lo llevó al sepulcro, a los cinco días de su detención,
sin haber recobrado el conocimiento? Nuestras criminales celestinas -y dígame
usted un país en el que no haya delincuencia del orden común-, fueron
inmediatamente a la cárcel con el repudio y la náusea del gobierno y de toda la
nación, pero, ¿cuántos de los asesinos de Benito Embid -cuya única culpa fue un
comentario contra el gobierno del que usted forma parte-, están sometidos a
proceso?
El coronel Enrique Eimar, del cuerpo de
inválidos, ha asesinado en España a más gente de la que podrían matar nuestras
celestinas si viviesen tres vidas, ¿acaso está sometido a juicio? Un individuo
que ni siquiera es abogado, el titulado "Comandante del Cuerpo Jurídico
Militar", Manuel Fernández Martín, actuó durante veinticinco años
ilegalmente en los Consejos de guerra, siendo causa directa de más de mil penas
de muerte -el noventa por ciento de ellas ya ejecutadas- que hasta en el
régimen usurpador de Franco adolecen vicio de nulidad, y, ¿acaso está en la
cárcel?
Al final de su artículo -¡otro error, señor
ministro!- dice usted que omiten cierta palabra -supongo que será palabrota-
para que mi hijo "no se avergüence de su padre antes de tener uso de
razón", porque "ya tendrá ocasión de avergonzarse después". Lo
que haga mi hijo cuando sea hombre está por verse, señor Fraga, pero lo que sí
está ya visto es que los hijos de los ministros del gobierno de ignominia al
que usted pertenece si se avergüenzan de sus padres. Y si lo duda pregunte a su
colega el general Lacalle, Ministro de Aviación, qué le contestó su hijo
-actualmente en prisión por pertenecer a un sector de esa Resistencia que usted
dice que no existe- cuando, en una demostración elocuente de lo que es el amor
de un padre franquista, fue a la cárcel a darle una pistola para que se
suicidara.
La parte más hábil de su artículo es sin duda
aquella que dice: "Si quiere, puede entrar tranquilamente en España con su
nombre y su pasaporte. Incluso puede avisar de su itinerario a la Guardia Cívil
seguro de que le ayudará si encuentra alguna dificultad". ¿No leyó
usted el informe que acerca de España emitió la Comisión Internacional de Juristas
de Ginebra? ¡Oh, desmemoriado ministro! Lo esencial del informe es la
comprobación de la absoluta y total falta de garantías al ser humano que impera
en España, ¿Y me supone tan igenuoso de creer en las garantías que usted
ofrezca en un artículo periodístico que ni siquiera firma? ¿Me permitiría
usted, por otra parte, visitar cárceles, comisarías y cuarteles de la Guardia
Civil, hablando con los detenidos? ¿Podría hablar con esos presos políticos de
Carabanchel que cantaron villancicos contra el franquismo la última Nochebuena
y después entraron en huelga de hambre? ¿Me dejaría usted reunir a los obreros
de Altos Hornos de Bilbao para preguntarles en asamblea, que sería la primera
en veintisiete años, qué piensan del régimen y de los sindicatos falangistas?
Lo que usted me ofrece o es una trampa o un viaje
de turista tonto, para ver edificios, cabarets y restaurantes
"típicos" y volver diciendo: ¡Qué bonita está la Castellana! Lamento
informarle que ninguna de las dos posibilidades me interesa. El viaje a España
que me importaba ya lo hice y si quiera volver usaría el mismo procedimiento,
no sólo porque su policía ya demostró su incompetencia para encontrarme, sino
porque es más seguro y más digno confiar en el gobierno legítimo de Euzkadi, el
que el pueblo se dio libremente por su voluntad, y en el Consejo Delegado de la
Resistencia que lo representa dentro del País Vasco, que en promesas de quienes
usurparon el poder violando juramentos de lealtad, pisoteando la Constitución y
reprimiendo a balazos la voluntad del pueblo. Pero más importante que invitarme
a mí sería permitir a una comisión del Frente Internacional de Derechos Humanos
que haga un viajecito de investigación por España y sus prisiones. ¿Verdad que
eso no lo acepta usted?.
Además, si su periódico asegura que soy un tonto
y que mis artículos sólo dicen mentiras, ¿por qué no ordena usted que los
reproduzcan "El Español", "ABC" y "Pueblo", por
ejemplo, para que se rían de mí todos los españoles? ¿No es la verdad que de
quien reirían sería de usted? Si todo en España está tan bien y tan
"bonito", ¿por qué mantiene usted la implacable censura previa de
prensa que no deja de revisar ni los anuncios?
Será usted fino, inteligente y elegante, pero,
por más que suene duro además de servir de celestino a un grupo de asesinos, es
usted traidor a su patria. Llegó usted tarde para invitar a italianos, alemanes
y moros a que matasen españoles -como hizo Franco, su jefe- pero se siente
feliz de servir a quienes, al instalar bases nucleares en la península condenan
a España a la destrucción total en caso de guerra. Y está tan orgulloso de ello
que hasta puso en inglés la cabeza principal del artículo contra mí.
¡Deformación profesional de los traidores de oficio!.
Pero la historia, señor Fraga Iribarne, no
retrocede y, como Roma, a la larga nunca paga a los traidores. Cuando llegue el
momento preciso -ya cercano- es decir, cuando se produzcan las condiciones
necesarias, usted y todos los suyos serán barridos como lo que son: entes
indignos de ostentarse hijos de la nación que dio al mundo a los héroes de
Numancia, al alcalde de Móstoles, a Daoiz, a Velarde, a Francisco Javier Mina y
a tantos hombres dignos. Y serán los hombres limpios de la Resistencia, esos
héroes que mantienen durante más de veinticinco años una lucha desigual y
heroica, quienes fincarán los cimientos de una España nueva y digna, a cuya
esencia y espíritu México no sólo quiere, sino que reconoce oficialmente en el
glorioso símbolo que es el gobierno legítimo de la República Española.
Así es México y no se deje usted engañar por
quienes le hablen de nuestros defectos o se los muestren. Tenemos muchos, como
país y como hombres, pero poseemos la suprema virtud de que entre nosotros, a
lo largo de la toda nuestra historia, los vende-patrias siempre han sido
execrados y barridos.
Con la sincera expresión de mi mayor lástima. Juan
Miguel de Mora.
*Texto publicado en la Revista "Siempre", México D.F, 1964.
DdA, XV/4112
2 comentarios:
Gracias por no olvidar ni dejar que se olvide
Un saludo cordial, amiga.
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