miércoles, 12 de diciembre de 2018

UN GUERNICA EN PUEBLA DE ALCOCER, CERCA DE LA MATANZA DEL CORTIJO "LA BOTICARIA"*

Anxo Pires al lado de "su" Gernica

Félix Población

Entre los pueblos que fueron republicanos hasta los últimos días de la Guerra Civil está Puebla de Alcocer (Badajoz), capital de La Siberia extremeña. Bien avanzado el mes de marzo de 1939, entraron las tropas golpistas del general Franco en esa localidad, habiendo sido hasta entonces —desde el 13 de agosto de 1938— la capital de una región duramente represaliada por la llamada Columna de la Muerte del general Yagüe, según reflejó documentalmente el libro del mismo título del historiador Francisco Espinosa (La columna de la muerte. El avance del ejército franquista de Sevilla a Badajoz). 

Es muy significativo, por eso, que en Puebla de Alcocer se haya inaugurado hace meses un laborioso mural, copia del Guernica de Pablo Picasso, del que es autor Anxo Pires, coincidiendo con el octogésimo aniversario en que se dio a conocer la obra del genial pintor malagueño. La de Pires (Ángel Vicente Pérez) es una reproducción de las mismas dimensiones que la singular creación de Picasso, pintada a mano por este ceramista gallego.

Este Guernica en azulejería le llevó al autor siete meses y consta de 1.206 piezas, con unas medidas de 3,49 por 7,77 metros. Fue necesario para elaborar el mural una carta de colores con la gama de grises, blancos y negros originales, y con una serie de códigos que Pires transportó a un plano, al igual que las líneas del cuadro, a fin de lograr una réplica exacta del original. Los azulejos esmaltados fueron cocidos a 980º C y se precisaron varios días para que los operarios del ayuntamiento de Puebla de Alcocer pudieran colocar el mosaico en el patio de la Casa de la Cultura.

El lugar le pareció al alcalde de la localidad el más idóneo para que quien quiera lo ocupe como "espacio para el descanso y la reflexión sobre la propia obra", tanto para los lugareños como para los viajeros que visiten el pueblo y reconsideren todos que allí, hasta las últimas fechas de la Guerra de España, no fue arriada la bandera tricolor, mientras por la frontera de Cataluña se prolongaba el largo y triste éxodo de la derrota. El mural está ubicado, además, cerca de donde se cometió una masacre olvidada realizada por los vencedores de la Guerra Civil en Casas de don Pedro, en el lugar conocido como cortijo Casa de La Boticaria, donde existió un campo de concentración provisional en el que fueron ametrallados más de cincuenta presos republicanos con armas Hotchkiss el 15 de mayo de 1939, según ha contado con detalle Fernando Barrero Arzac. 

Se da la circunstancia de que en 1978, Felisa Casatejada, que tenía enterrados allí a dos de sus hermanos de 17 y 19 años de edad, pidió permiso a las autoridades para exhumar los restos de todas las víctimas, algo que se le concedió si garantizaba ante el gobernador civil que no habría manifestaciones políticas ni homenajes de ningún tipo. Escribe Barrero que la iniciativa fue bien recibida en el pueblo, pero nadie estuvo dispuesto a ceder una excavadora, debido quizá a probables represalias, y hubo de recurrirse a otra localidad para conseguirla. La exhumación se llevó a cabo entre los días 13 y 15 de mayo, coincidiendo en este último caso con la fiesta religiosa local, San Isidro, sin los sofisticados procedimientos que se emplean actualmente. Entre los objetos hallados se encontraron los alambres con los que habían sido atados los hermanos de Felisa y unas cananas de militares golpistas que se habían negado a disparar contra los prisioneros, militares republicanos de la Brigada Mixta 109, y fueron ejecutados por eso. También, el lapicero que le entregó un sobreviviente a su hermano para que escribiera a casa, creyendo que sería él quien se salvase de la matanza cuando lo llamaron para salir de la formación.

 Restos mortales de los republicanos asesinados, exhumados en 1978
 

Un periodista de Interviú, José Catalán Deus, contó en su día en la revista (nº 109, Casas de don Pedro, 39 años después de la matanza. El pueblo desentierra a sus muertos) una de las primeras exhumaciones de las fosas del franquismo, en plena Transición, antes de ser aprobada la Constitución vigente y faltando tres años para el golpe de Estado de febrero de 1981, que según el antropólogo forense Francisco Etxeberria supuso un parón en las actividades exhumatorias llevadas a cabo de modo privado. Barrero Arzac cuenta que el párroco de Casas de don Pedro pidió permiso al arzobispo de Toledo para que se le concediera una sepultura perpetua en el cementerio de la localidad “a favor de los muertos en acción de guerra” y allí está, en el panteón 220, compuesta de cuatro nichos, con fecha 7 de noviembre de 1978.

Según escribe Paloma Aguilar en su libro Memoria y Transición en España. Exhumaciones de fusilados republicanos y homenajes en su honor, Felisa Casatejada hubo de afrontar las amenazas de la derecha, que hizo pintadas en el pueblo, distribuyó octavillas en contra suya, presionó al párroco y al alcalde de Casas de don Pedro para que evitaran el traslado de los restos mortales de las víctimas al cementerio y lanzó distintos mensajes intimidatorios. Ante las amenazas de los más reaccionarios de quemar los huesos extraídos de la fosa común y destruir el panteón, algunos familiares decidieron quedarse dos días enteros en el campo vigilando los restos y, durante muchas semanas, vigilaron el cementerio hasta bien entrada la madrugada. 

Meses atrás, con motivo de las primeras elecciones democráticas después de la segunda República (1977), no había dejado de escucharse aquella canción que decía “Libertad, libertad, sin ira libertad”, con la que se nos invitaba a guardar nuestro miedo y nuestra ira, porque “hay libertad, sin ira libertad, y si no la hay, sin duda la habrá”. Han pasado 40 años y de las 2.382 fosas del olvido (Ministerio de Justicia) se han hecho hasta la fecha desde el año 2000 en torno a 350 exhumaciones, con un total de 8.500 seres humanos rescatados de las tumbas sin seña en donde fueron enterradas como alimañas por sus verdugos.

*Artículo publicado también en El Salto
                  DdA, XV/4.033                   

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