Jaime Richart
Todo los esfuerzos por situar el problema de los
sexos en el plano de la violencia física, por un lado, y de la violencia moral, por otro
(siempre es necesario tener presente ambos tipos de violencia, tanto en la
relación hombre mujer como
en la relación estructuras político-sociales, individuos y clases sociales, no sólo que la violencia física genera violencia... física, sino también que la violencia moral percute la física) suelen ser inútiles y sólo calan, me temo, en quienes no necesitan los
razonamientos. Y digo inútiles, porque éste, el tándem machismo/feminismo, es un grave asunto que
precisamente mide, a mi juicio, el nivel de madurez sociológica de este país.
Pues entiendo
que para superar la propensión
al machismo hispánico y poner a cada
sexo en su sitio no basta, como sabemos, una legislación impecable. Como tampoco bastan leyes tributarias
justas para superar las desigualdades sociales. Porque todo pasa luego por la
voluntad-no voluntad puntual de los sujetos protagonistas, además de otros factores. Por otra parte, tanto el
equilibrio en el desenvolvimiento de los sexos en sociedad como la aminoración de la enorme distancia entre ricos y pobres en la
española requieren más tiempo del que se
baraja en la política.
Para pasar a
otro nivel, a otros enfoques y a otros modos de abordar los problemas profundos
de la sociedad, tal como ahora lo están haciendo en Francia los chalecos amarillos, por
ejemplo, hay que asumir antes muy generalizadamente cinco cosas: que Dios es sólo una opción, que el aborto es libre, que la prostitución es una actividad tan digna como discutir en los
despachos, que sólo una mujer es
capaz de cualquier cosa con tal de dar a su hijo un trozo de pan, y que no debe
haber alguien tan rico que pueda comprar a otro, ni tan pobre que se vea en la
necesidad de venderse...
Sólo cuando esas cinco premisas hayan penetrado en las
entendederas de las tres cuartas partes de la población española, el machismo español será historia....
DdA, XV/4.032
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