Una derecha duplicada, la vieja y la menos vieja,
se abstiene en el Senado de condenar el franquismo
se abstiene en el Senado de condenar el franquismo
Jaime Richart
La espiral que se inició en 1978 ha llegado a su fin. La semilla depositada en la sociedad española por los ganadores de la guerra civil, es decir, sus hijos y nietos, se ha constituido en fuerzas franquistas decididas a implantar un engendro político. Es decir, la dictadura blanda, la del último tercio del franquismo tardío; un simulacro de democracia, un esperpento de franquismo sin Franco pero con el mismo espíritu megalómano, esquizofrénico y psicópata que borboteaba el palacio de El Pardo desde donde domeñó el dictador durante cuatro décadas a la sociedad española.
Envalentonados ahora los facinerosos metidos
en política, después de haber medrado durante otros cuarenta años sus congéneres,
ladrones de la democracia y de las arcas públicas, con la complicidad
parcial de una Justicia parcial y con el clero total, se comportan de tal modo
que parecen dispuestos a llevar al país a una nueva guerra civil con la
certeza de volver a ganarla. Les da lo mismo que Europa, que los países de la
Europa Vieja y que la Comunidad Europea desaprueben semejante disparate.
Cada día que pasa se hace más evidente que no tienen intención alguna de poner
freno a sus desvaríos y sí intensificarlos.
Así, el pueblo español parece condenado a un
nuevo tipo de sometimiento edulcorado por la pertenencia de España a la UE.
La voluntad férrea de los franquistas sin Franco no va a permitir de ninguna
manera que gobierne en esta parodia de democracia partido alguno que no sea
el que da vida a su frenopática ralea.
Lo que no sé es cómo habiendo sido
el Brexit una decisión libre del pueblo británico que no se encontraba cómodo
en la UE, la UE permita en cambio a España seguir formando parte de esa Unión
de Estados. Y no lo comprendo, porque España tiene muy poco en común con el
resto de la Europa Vieja. Es más, su nivel de democracia es tan bajo que
parece en muchos aspectos una república bananera coronada, pese al esfuerzo
que hacen muchos políticos por mantener el decoro imposible en el parlamento,
en las instituciones, en la convivencia y en la vida civil...
DdA, XV/4.020
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