El escritor José Manuel de la Huerga, Premio Castilla y León de la
Crítica 2017 por la novela 'Pasos de piedra', ha fallecido la pasada
noche en Valladolid, a los 51 años.
Leonés de Audanzas del Valle, donde nació en 1967,
era licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valladolid y
profesor de Lengua y Literatura en un Instituto. Escritor vocacional
desde muy joven, en 1985 ganó el I Premio Internacional 'Juventud' de
Poesía con 'Salmos de amor y de batalla'.
Sus relatos y novelas, transidos por un agudo conocimiento de la historia, destacan 'Conjúrote, triste Plutón', que fue Premio Letras Jóvenes de Castilal y León 1992, 'Este cuaderno azul' (1998),
con la que consiguió el Premio Novela Corta Ciudad de Móstoles, 'La
vida don David' (2003), 'Leipzig sobre Leipzig' (2005), 'Apuntes de
medicina interna' (2011), que le otorgó el Premio Miguel Delibes de
Narrativa en 2012, y la citada 'Pasos de Piedra' (2016). Además, con 'La
casa del poema' (2005) fue finalista del Premio de la Crítica de
Castilla y León 2004. Republico el artículo sobre su excelente novela Pasos en la piedra, publicado en su día en este DdA y en la revista Quimera, y mando los familiares y amigos de José Manuel un cordial abrazo con mi condolido sentimiento por la muerte de tan buena persona y no menos buen escritor.
Dejo a medio leer la última novela de Juan Manuel de Prada,
muy por debajo de sus obras precedentes, para empaparme en la de un autor cuyos
libros desconocía, pero que me atrapa desde los primeros capítulos. Se trata de
José Manuel de la Huerga (1967), con precedentes narrativos en varios títulos
galardonados, entre los que figura Leipizig
sobre Leipzig, Premio Fray Luis de León de Creación Literaria, 2005, y Apuntes de medicina interna, Premio
Miguel Delibes de Narrativa (E. Menos Cuarto, 2011). Antes dio a conocer alguna
novela más, un poemario y un libro de relatos. Es muy reconfortante pasar de un
escritor reputado, con un libro que defrauda, a otro que nos es desconocido
pero que nos sorprende por su talento literario.
Cierto que en mi caso, para llegar a esta novela de Huerga,
contaba el autor con mi predisposición favorable al asunto narrativo. Siempre
pensé que la Semana Santa de Zamora, ciudad en la que residí un tiempo, era
digna de un escenario literario y una época similares a los que proyecta el
novelista con los dos personajes que nos introducen en el mismo: el que lo
contempla con la distancia del foráneo, desde un punto de mira estrictamente antropológico,
y el que, desde la perspectiva laica de un simpatizante comunista, parte de ese
posicionamiento ideológico sin desechar el fondo emocional que su memoria guarda ante esa tradición.
Como lector de la novela, esa querencia mía por el intrincado
y seductor itinerario urbano de la vieja Zamora me ha jugado la mala pasada de
identificar casi todos los ámbitos urbanos por donde discurre el libro con
rincones asociados a esa ciudad, aun sabiendo que Huerga no concreta la acción
en ese único ámbito narrativo, sino que se abre a otros: Valladolid, Toro o
Medina de Rioseco, con referencias añadidas de Palencia, Salamanca, o
localidades como Castronuño, Peñafiel o Tordesillas. El resultado es una
enjundiosa exaltación de la imaginería castellana, en cuyas descripciones el
autor logra unas magníficas páginas, y puede que un homenaje a la memoria
familiar de aquellas excursiones que su padre hacía para presenciar las
procesiones en distintas localidades de la geografía castellano-leonesa.
Claro que para conseguir una novela de tan sólido temple
narrativo como el que tiene Pasos en la
piedra no basta con esa literatura de primorosa exaltación artística, que
podría ser una condición básica para tratar con toda su excelencia el fondo
iconográfico que la documenta. Se requieren, además, unos personajes que por
sus respectivas personalidades encandilen al lector y se conjuguen entre ellos
en un retablo coral tan sugerente como los que aparecen en el libro. Ahí
tenemos a un teólogo de la liberación desterrado a esa ciudad levítica y
recoleta, a un poeta totalmente asocial que vive en una choza, a un escultor
paralítico y ateo, a un músico misántropo, todos célibes y con heridas en su
pasado, entre los que se mezclan a veces las voces distantes de Jesús o María
Magdalena. También aflora con su pasión recién nacida una pareja de jóvenes
amantes y un viejo profesor enamorado de los pájaros. La relación entre el
teólogo Alas y esa joven pareja configura una especie de paraíso que bien
podría servir de inspiración para el Cantar de los cantares.
Desarrollada en cinco de las jornadas de la Semana Santa, del
miércoles al domingo, teniendo como única referencia cronológica la fecha en
que fue legalizado el Partido Comunista en España (1977) –a modo de punto de
inflexión entre la Transición naciente y la tradición consagrada-, puede que la
novela tenga algún leve altibajo o que en ciertos momentos distancie al lector
por tan enjundiosa y pormenorizada delineación de la imaginería religiosa, pero
el balance de sus casi 400 páginas nos deja con la estimulante sensación que
despiertan las primera líneas del libro: La primera luna llena de
primavera lleva corona de espinas. Se parece al anillo de un planeta. Hay un
pájaro solitario capaz de remontar el vuelo hasta su altura y arrancarle la
espina más honda”.
José Manuel de la
Huerga: Pasos en la piedra.
Ed. Menos Cuarto, 2016. 366 páginas
DdA, XV/4.019
No hay comentarios:
Publicar un comentario