viernes, 23 de noviembre de 2018

JOSÉ MANUEL DE LA HUERGA: SE NOS FUE EL BUEN ESCRITOR LEONÉS

El escritor José Manuel de la Huerga, Premio Castilla y León de la Crítica 2017 por la novela 'Pasos de piedra', ha fallecido la pasada noche en Valladolid, a los 51 años.
Leonés de Audanzas del Valle, donde nació en 1967, era licenciado en Filología Hispánica por la Universidad de Valladolid y profesor de Lengua y Literatura en un Instituto. Escritor vocacional desde muy joven, en 1985 ganó el I Premio Internacional 'Juventud' de Poesía con 'Salmos de amor y de batalla'.
Sus relatos y novelas, transidos por un agudo conocimiento de la historia, destacan 'Conjúrote, triste Plutón', que fue Premio Letras Jóvenes de Castilal y León 1992, 'Este cuaderno azul' (1998), con la que consiguió el Premio Novela Corta Ciudad de Móstoles, 'La vida don David' (2003), 'Leipzig sobre Leipzig' (2005), 'Apuntes de medicina interna' (2011), que le otorgó el Premio Miguel Delibes de Narrativa en 2012, y la citada 'Pasos de Piedra' (2016). Además, con 'La casa del poema' (2005) fue finalista del Premio de la Crítica de Castilla y León 2004. Republico el artículo sobre su excelente novela Pasos en la piedra, publicado en su día en este DdA y en la revista Quimera, y mando los familiares y amigos de José Manuel un cordial abrazo con mi condolido sentimiento por la muerte de tan buena persona y no menos buen escritor. 


 Félix Población

Dejo a medio leer la última novela de Juan Manuel de Prada, muy por debajo de sus obras precedentes, para empaparme en la de un autor cuyos libros desconocía, pero que me atrapa desde los primeros capítulos. Se trata de José Manuel de la Huerga (1967), con precedentes narrativos en varios títulos galardonados, entre los que figura Leipizig sobre Leipzig, Premio Fray Luis de León de Creación Literaria, 2005, y Apuntes de medicina interna, Premio Miguel Delibes de Narrativa (E. Menos Cuarto, 2011). Antes dio a conocer alguna novela más, un poemario y un libro de relatos. Es muy reconfortante pasar de un escritor reputado, con un libro que defrauda, a otro que nos es desconocido pero que nos sorprende por su talento literario.
Cierto que en mi caso, para llegar a esta novela de Huerga, contaba el autor con mi predisposición favorable al asunto narrativo. Siempre pensé que la Semana Santa de Zamora, ciudad en la que residí un tiempo, era digna de un escenario literario y una época similares a los que proyecta el novelista con los dos personajes que nos introducen en el mismo: el que lo contempla con la distancia del foráneo, desde un punto de mira estrictamente antropológico, y el que, desde la perspectiva laica de un simpatizante comunista, parte de ese posicionamiento ideológico sin desechar el fondo emocional que su memoria  guarda ante esa tradición.
Como lector de la novela, esa querencia mía por el intrincado y seductor itinerario urbano de la vieja Zamora me ha jugado la mala pasada de identificar casi todos los ámbitos urbanos por donde discurre el libro con rincones asociados a esa ciudad, aun sabiendo que Huerga no concreta la acción en ese único ámbito narrativo, sino que se abre a otros: Valladolid, Toro o Medina de Rioseco, con referencias añadidas de Palencia, Salamanca, o localidades como Castronuño, Peñafiel o Tordesillas. El resultado es una enjundiosa exaltación de la imaginería castellana, en cuyas descripciones el autor logra unas magníficas páginas, y puede que un homenaje a la memoria familiar de aquellas excursiones que su padre hacía para presenciar las procesiones en distintas localidades de la geografía castellano-leonesa.
Claro que para conseguir una novela de tan sólido temple narrativo como el que tiene Pasos en la piedra no basta con esa literatura de primorosa exaltación artística, que podría ser una condición básica para tratar con toda su excelencia el fondo iconográfico que la documenta. Se requieren, además, unos personajes que por sus respectivas personalidades encandilen al lector y se conjuguen entre ellos en un retablo coral tan sugerente como los que aparecen en el libro. Ahí tenemos a un teólogo de la liberación desterrado a esa ciudad levítica y recoleta, a un poeta totalmente asocial que vive en una choza, a un escultor paralítico y ateo, a un músico misántropo, todos célibes y con heridas en su pasado, entre los que se mezclan a veces las voces distantes de Jesús o María Magdalena. También aflora con su pasión recién nacida una pareja de jóvenes amantes y un viejo profesor enamorado de los pájaros. La relación entre el teólogo Alas y esa joven pareja configura una especie de paraíso que bien podría servir de inspiración para el Cantar de los cantares.
Desarrollada en cinco de las jornadas de la Semana Santa, del miércoles al domingo, teniendo como única referencia cronológica la fecha en que fue legalizado el Partido Comunista en España (1977) –a modo de punto de inflexión entre la Transición naciente y la tradición consagrada-, puede que la novela tenga algún leve altibajo o que en ciertos momentos distancie al lector por tan enjundiosa y pormenorizada delineación de la imaginería religiosa, pero el balance de sus casi 400 páginas nos deja con la estimulante sensación que despiertan las primera líneas del libro: La primera luna llena de primavera lleva corona de espinas. Se parece al anillo de un planeta. Hay un pájaro solitario capaz de remontar el vuelo hasta su altura y arrancarle la espina más honda”.

José Manuel de la Huerga: Pasos en la piedra. 
Ed. Menos Cuarto, 2016. 366 páginas


DdA, XV/4.019

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