Félix Población
Lo previsto ayer en el Congreso era
que se debatiera sobre la última cumbre
de la Unión Europea, la venta de armas a la dictadura saudí y el Brexit, pero
quien lidera al Partido Popular tiene in mente otras urgencias obsesivas que,
en su criterio, pueden favorecer el desgaste galopante del actual gobierno, que es de lo que se trata y sea como sea.
Por
eso Casado se dejó llevar una vez más del impulso aznarí que tanto le estimula verbalmente y le va
llevando sin remisión a la extrema derecha. Yo no sé hasta qué punto don Pablo
es consciente del curso que sigue su andadura, pero ayer su comportamiento en
la tribuna fue totalmente inadmisible en un partido conservador y democrático de la Unión Europea.
La
intervención de Casado nos recordó las peores páginas del Partido Popular
después de que perdiera las elecciones de 2004 como consecuencia de la invasión
de Irak y la trapacera y falaz actitud del último gobierno aznarí sobre los
atentados del 11 de marzo. Consultar las hemerotecas deja bien claro hasta qué
punto afectó el mal perder en las urnas a aquella derecha que hoy parece reencarnarse
en la de don Pablo con nuevos y muy peligrosos bríos.
De esta deriva
reaccionaria, sobre la que no pocos en el Partido Popular se están preguntando
adónde puede llevar –caso de que Ciudadanos modere la suya, porque para tantos
extremos este país no creo que esté-, tuvimos ayer una evidencia mayúscula al
tildar Casado de golpista el presidente Sánchez y reafirmarse don Pablo en esta infamia
cuando el aludido le solicitó una rectificación o disculpa.
Como bien debe saber el líder
del Partido Popular, pese a las reservas que se tengan acerca de su formación
académica, un golpe de Estado es la toma del poder político de un modo
repentino y violento por parte de un grupo de poder, vulnerando la legitimidad
institucional establecida en un Estado. Pedro Sánchez es presidente del
gobierno gracias a una herramienta constitucional y democrática llamada moción de censura, acordada por la oposición en el
Parlamento de la nación y avalada por los representantes de doce millones de
votantes.
Lo que ayer Pablo Casado dijo en la tribuna del Congreso no sólo es
una ofensa muy grave a todos esos ciudadanos, de la que además no se ha querido
excusar públicamente y a la que Sánchez debería haber respondido con mayor dureza, sino un temerario recurso proclive a incentivar el enfrentamiento
civil en un país donde fue la derecha más reaccionaria la que propició un golpe
de Estado de trágicas consecuencias para todos los españoles. Lo peor de todo
es que, sin que exista la posibilidad de que Casado repare en esto último, entre los más reaccionarios de los
suyos hay quien lo comparó con Cánovas del Castillo, no sé si para incrementar el
bochorno o el miedo.
Léase+@Casado no es heredero de Aznar, sino de Trump. (El País)
DdA, XV/3992
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