Me entero a través de mi estimado amigo Félix Vidal del fallecimiento ayer en Alicante, a los 98 años de edad, de Patricio de Azcárate, a quien tuve el placer de entrevistar hace cinco años durante una de sus estancias en un pueblecito cercano a Oviedo, en donde solía pasar algunas cortas temporadas. De aquella larga conversación, de la que quedará constancia en las videotecas gracias a Vidal, se publicó un resumen en este diario y en Público.es el 22 de octubre de 2013, cuando todavía se me perimitía colaborar en este periódico. La charla giró en su mayor parte sobre la Batalla del Ebro, en la que Azcárate fue secretario/ayudante del jefe del Estado Mayor, coronel José Sánchez
Rodríguez.
Félix Población
Este pasado fin de semana
tuvieron lugar en la localidad tarraconense de Gandesa una serie de
actos conmemorativos del septuagésimo quinto aniversario de la Batalla
del Ebro, la más larga, la más cruenta y la que más combatientes
aglutinó durante la Guerra de España.
El historiador Félix Vidal, coordinador del
evento organizado por el colectivo Iniciativa Cívica por la Memoria
Democrática, me ha puesto en contacto con el presidente de este
colectivo, Patricio Azcárate (Londres, 1920), que se incorporó como
voluntario republicano al Ejército del Ebro y fue destinado como
secretario/ayudante del jefe del Estado Mayor, coronel José Sánchez
Rodríguez. Azcárate, hijo de una familia de la burguesía liberal, tiene
entre sus ascendientes familiares a su tío abuelo, Gumersindo Azcárate,
uno de los fundadores de la Institución Libre de Enseñanza, y a su
padre, Pablo de Azcárate, secretario general adjunto de la Sociedad de
Naciones en Ginebra y, posteriormente, embajador de la segunda República
en Londres durante la Guerra Civil. Finalizado el conflicto armado,
Patricio Azcárate se trasladó a la capital británica donde cursó
estudios de Ingeniería Eléctrica.
Durante su exilio residió en el Reino Unido primero y
luego en Francia, Checoslovaquia y Austria. Regresó a España en los años
cincuenta y actualmente reside en Alicante, escribe artículos sobre
política internacional y participa en distintos foros de debate. Como
secretario/ayudante del Jefe del Estado Mayor, actuó como interprete con
los voluntarios extranjeros y conoció personalmente a la mayoría de los
jefes del Ejército del Ebro: Modesto, Lister, Tagüeña. Su tío, el
coronel Patricio Azcárate (Pachi) fue inspector general del Cuerpo de
Ingenieros, autor del diseño de los puentes que se construyeron sobre el
río.
¿Qué representó la batalla de Ebro en el desarrollo de la Guerra de España?
El ejército del Ebro se constituyó en mayo de1938,
agrupando en tres cuerpos, el V, el XV y el XII, las unidades más
aguerridas y mejor formadas, las que más se habían distinguido en el
frente de Aragón. Era un ejército moderno, perfectamente estructurado,
con un potencial humano y un cuadro de mandos difícilmente superable. Su
único punto débil era su escasez en armamento pesado, vehículos
acorazados y sobre todo aviones, tanto bombarderos como cazas,
consecuencia de la política de 'no intervención' seguida por los países
supuestamente democráticos, Francia y Gran Bretaña. Estos países no solo
se negaron a vender material bélico al gobierno legítimo de España,
sino que hicieron todo lo posible por entorpecer la llegada de material
procedente de la Unión Soviética, el único país dispuesto a ayudar a la
república en su lucha contra el fascismo.
'La primera fase de la batalla fue un éxito; se logró
el objetivo de obligar al alto mando franquista a retirar y transferir
hacia el frente del Ebro'La batalla del Ebro se inició en la noche del
26 de Julio con el cruce del río por las fuerzas de vanguardia de los
tres cuerpos de ejército, en una operación modélica, que permitió en
cuestión de días situar al grueso del ejército al otro lado del rio,
ocupando los pueblos de la ribera y adentrándose decenas de kilómetros
en el terreno montañoso de las sierras de Pandols, Cabals y Fontarella.
La primera fase de la batalla fue un éxito; se logró el objetivo de
obligar al alto mando franquista a retirar y transferir hacia el frente
del Ebro algunas de las unidades de su ejército que después de alcanzar
la costa del Mediterráneo marchaba hacia Valencia. Así, durante un
tiempo, se detuvo el avance de las tropas franquistas a lo largo de la
costa. La caída de Valencia hubiera sido un golpe mortal para la
República. La batalla del Ebro demostró que de haber podido contar el
ejército con una artillería y unas fuerzas aéreas comparables a las del
enemigo, el ejército republicano era perfectamente capaz de derrotar al
ejército rebelde, por mucha ayuda de recibiese de los países del eje
fascista. El destino de la República española estaba en manos de las dos
principales potencias democráticas europeas, Francia y Gran Bretaña.
Estas prefirieron sacrificar a la República española y tratar así de
apaciguar a las potencias de Eje y evitar lo inevitable, la Guerra
Mundial contra el fascismo.
¿Cuál fue la moral del ejército republicano en esa larga y sangrienta lucha? ¿No se ha mitificado en exceso esa moral?
No es cierto que se haya mitificado la moral del
Ejército del Ebro. Si hay algo de lo que pudo enorgullecerse es de la
moral de sus combatientes; un moral que nunca decayó a lo largo de los
tres meses de durísimos combates contra un enemigo mucho mejor armado.
El cruce del Ebro, en las condiciones en que se produjo, en barcas
rudimentarias y en muchos casos a nado, demuestra la moral a prueba de
bomba - nunca mejor dicho - de nuestras fuerzas. La construcción y
reparación de los puentes, bajo constantes bombardeos, prácticamente sin
defensa antiaérea, no hubiese sido posible con un ejército moralmente
débil. Por otra parte, la defensa día tras día y durante cerca de dos
mesas de las posiciones avanzadas de las primeras líneas del frente, sin
protección aérea y bajo el fuego intenso de una artillería
inalcanzable es la mejor prueba del elevado espíritu de lucha mantenida
entre las fuerzas más propicias a una eventual desmoralización. Yo
estuve en el Estado Mayor del ejército durante toda la batalla y no
recuerdo haber oído mencionar ningún caso de deserción.
Cuenta Lluís Llach en su novela 'Memoria de unos ojos
pintados' que en la Batalla del Ebro se produjeron muchas muertes de
soldados republicanos -la llamada quinta del biberón- por su
inexperiencia en combate. ¿Comparte esa visión literaria del cantautor
catalán?
La mayoría de los soldados procedentes de la llamada
'quinta del biberón' eran jóvenes voluntarios que acudieron a alistarse
en el ejército respondiendo a la llamada lanzada por las JSU
(Juventudes Socialistas Unificadas). Muchos fueron incorporados en el XV
cuerpo, mandado por Manuel Tagueña, un joven universitario que, por
méritos propios, pasó de ser jefe de milicias en el frente de Madrid, a
mandar uno de los cuerpos de más prestigio del ejército popular.
Yo estuve durante toda la batalla en estrecha relación
con Tagueña, miembro, como yo, de las JSU. Puedo afirmar que una de sus
preocupaciones fue precisamente mantener a los muchachos de la
mencionada quinta, en unidades de reserva, o cumpliendo misiones
especiales en la retaguardia. Se amparaba al tomar decisiones que podían
considerarse en ciertas medidas injustas en la evidentemente escasa e
insuficiente preparación militar de estos jóvenes.
¿Fue decisivo el bombardeo de la Legión Cóndor en la contraofensiva realizada por el ejército sublevado?
La llegada de importantes refuerzos, particularmente en
artillería y fuerzas aéreas, le permitió al ejército franquita detener
el avance de nuestras tropas que no consiguieron ocupar el pueblo de
Gandesa, su principal objetivo inmediato. A partir de entonces y durante
cerca de tres meses, nuestras posiciones de vanguardia y los puentes,
vitales para asegurar el suministro de nuestras tropas, fueron sometidos
a intensos y constantes bombardeos tanto por la artillería como desde
los aviones de la Legión Cóndor alemana. Fueron meses de fortísimos
combates en los que ciertos vértices de la sierra Pandols tenían que
abandonarse durante el día ante la intensidad de los bombardeos, y se
recuperaban la noche siguiente en combates que llegaban a ser de hombre a
hombre. Hay que destacar aquí el valor, la valentía y el espíritu de
sacrificio de nuestros soldados, y en particular de los comisarios cuyo
lema era' los primera en atacar, los últimos en retroceder'.
¿Por qué frente a ese bombardeo de la aviación nazi, y
habida cuenta la poca capacidad artillera republicana, pasaron dos días
hasta que intervino la aviación de la República para hacer frente a la
aviación rebelde?
No tengo respuesta a esta pregunta. Efectivamente, la
aviación republicana no apareció hasta dos días después de iniciarse
la batalla. Me imagino que por dificultades de orden logístico. A partir
de entonces los aviones de caza de fabricación soviética, los chatos y
los moscas mantuvieron combates diarios con los cazas, muy superiores
en número, - no en combatividad - que escoltaban a los bombarderos
enviados para destruir los puentes. El Estado Mayor del Ejercito estaba
instalado en una masía a pocos kilómetros del puente de Mora y recuerdo
contemplar las batallas aéreas que se desarrollaban todas las tardes
entre nuestros cazas y lo cazas enemigos. El formato de las batallas era
siempre el mismo: nuestros moscas contra los Messershmidt alemanes
arriba y nuestros chatos contra los Fiats italianos a menos altura. En
general cada uno de nuestros cazas se enfrentaba a cuatro o cinco cazas
franquistas; sin embargo solían ser estos los primeros en desaparecer
por el horizonte. Nuestros pilotos nunca eran los primeros en retirarse,
a pesar de su inferioridad numérica.
¿Qué recuerdo personal tiene de la batalla pasados 75
años y cuál era el estado de ánimo de los republicanos después de la
derrota?
Llegué a Barcelona, procedente de Ginebra el 22 de
Junio de1938. Tenía 17 años, me había afiliado a la JSU y consideraba mi
deber aportar mi granito de arena a la lucha contra el franquismo. Mi
padre era entonces embajador de la República en Inglaterra y tenía un
hermano mayor en la dirección nacional de la JSU. Mi hermano me presentó
a Santiago Carrillo y a Felipe Arconada, responsable de las JSU en el
Ejército del Ebro. El ejército estaba entonces en pleno proceso de
preparación de la batalla, que había de iniciarse pocas semanas después.
Yo no tenía, por supuesto, ninguna formación militar y al enterarse
Carrillo de que hablaba tres idiomas, además del español, el francés, el
inglés y el alemán, se le ocurrió que donde más útil podría ser era
como interprete en el Estado Mayor del Ejército, en el que estaban
integradas prácticamente todas las Brigadas Internacionales Se puso en
contacto con el coronel Sánchez Rodríguez, que al no conocer más
idioma que el castellano tenía problemas de comunicación con los jefes
de las Brigadas Internacionales. A este le pareció bien y así es que
estuve a su servicio durante los tres meses que duró la batalla. Sánchez
Rodríguez, de quien he conservado un maravilloso e imborrable recuerdo,
no era un militar de despacho; le gustaba comprobar por sus propios
ojos la realidad de los hechos y así, casi todos los días estábamos
visitando los puestos de mando avanzados de la diferentes unidades, muy
cerca, en algunos casos, de las primeras líneas de combate. Tuve así la
oportunidad - yo diría el privilegio - de conocer personalmente no solo a
los más altos mandos del ejército, Modesto, Líster, Tagueña, sino
también y a los jefes extranjeros de las Brigadas Internacionales.
¿Qué papel jugaron a su juicio las Brigadas
Internacionales (BI) en esa batalla, la última en la que intervinieron,
teniendo en cuenta el grado de acometividad que habían mostrado antes en
otros frentes de combate como Madrid o Belchite?
A pesar de las pérdidas sufridas a lo largo de los más
de dos años de guerra y particularmente en las batallas de Belchite y de
Teruel, el papel de las BI en el Ebro fue importantísimo. Algunas de
sus unidades, que yo recuerde, las brigadas 11 y 15 de la 35 división
del XV cuerpo, las 12 y 14 de la 45 división, del V cuerpo, fueron de
las primera en cruzar el río y si mi memoria no me engaña fue un
batallón extranjero, perteneciente a la 11 división del V cuerpo, el que
después de ocupar en duros combates los vértices más elevados de la
sierra Pandols llegó a las afueras de Gandesa, primer objetivo de la
batalla. Siempre recordaré con enorme emoción el acto de despedida de
las brigadas, creo recordar que en Esplugas de Francolí. Asistieron el
presidente Juan Negrín, el Jefe del Estado Mayor Central, general
Vicente Rojo, todos los jefes militares del Ejército del Ebro y una
amplia representación de los miles de brigadistas que tanto se habían
distinguido en los recientes combates. El Gobierno había propuesto en la
Asamblea General de la Sociedad de Naciones, reunida en Ginebra, la
adopción de una resolución exigiendo la retirada de todas las fuerzas
armadas extranjeras presentes tanto en el ejército republicano como en
el ejército franquista.
'Alemania e Italia no cumplieron lo prometido y las
únicas fuerzas extranjeras que fueron retiradas fueron las Brigadas
Internacionales' La proposición fue aprobada por unanimidad. De haberse
aplicado en ambos lados, teniendo en cuenta la importancia de la
participación de tropas alemanas e italianas en el ejército franquista,
el balance de la guerra hubiera cambiado radicalmente. Pero Alemania e
Italia no cumplieron lo prometido y las únicas fuerzas extranjeras que
fueron retiradas fueron las Brigadas Internacionales. La Comisión
internacional creada para el control de dicha retirada, instalada en
Barcelona, y a la que fui destinado, contabilizó poco más de treinta mil
los combatientes retirados de nuestro ejército. Del ejército franquista
no fue retirado ni un solo soldado, ni un solo tanque, ni un solo
avión. La Sociedad de Naciones no tomó ninguna medida. Una vez más la
República Española era traicionada por las supuestas democracias
occidentales. Ante esta situación, la Unión Soviética procedió a un
importante envío de armamentos de todo tipo. Este llego a un puerto
francés de la costa atlántica - el Mediterráneo estaba controlado por la
flota italiana - y fue retenido por las autoridades francesas.
Aún a riesgo de que quede sin mencionar alguno de los
que todavía viven, este periodista quiere mencionar, con motivo de la
referencia de Azcárate a la combatividad de las Brigadas Internacionales
en la Batalla del Ebro, a Hans Landauer y mi buen amigo Gers Hoffmann,
de Austria, a Luis Alberto Quesada, de Argentina, a César Covo y Joseph
Almudéver, de Francia, a Juan Miguel de Mora, de México, a Delmar Berg y
John Hovan, de los EEUU, Stanley Hilton, del Reino Unido (vive en
Australia) y, posiblemente, aunque no tenemos datos fidedignos, Karel
Dufek, de Checoslovaquia.
Sobre la Ley de Memoria Histórica aprobada por el
gobierno de Rodríguez Zapatero hace casi siete años, entiende Patricio
Azcárate que su intención fue buena, pero nunca ha llegado a cumplirse,
ante la oposición del PP y otros partidos de derecha. 'La Comisión
creada bajo la presidencia de la vicepresidenta del gobierno, Rodríguez
de la Vega -afirma-, no consiguió tomar ninguna decisión efectiva. Ni
siquiera el articulo más blando e inocuo de la Ley, el desentierro vía
oficial de las fosas comunes ha llegado a cumplirse. Con el actual
gobierno y un parlamento dominado por el partido heredero del
franquismo, la Ley de Memoria Histórica ha dejado prácticamente de
existir'.
DdA, XIV/3878
No hay comentarios:
Publicar un comentario