Félix Población
Ayer recordó Max Pradera a su padre Javier, en La Frontera de Monedero, cuando dijo que las secuelas de una
guerra civil tardan en cicatrizar un siglo, por eso ese tipo de conflictos son un espanto. En España lo sabemos bien, porque
en un siglo tuvimos cuatro, y el último no deja de reproducir esos estigmas en
la memoria de la derecha cuando, como acaba
de ocurrir, es apeada democráticamente del gobierno.
La última vez que pasó eso
fue en 2004, después de que el gobierno de Aznar el de las Azores nos metiera
en una guerra de invasión y conquista, saldada con cientos de miles de víctimas
civiles en Iraq. No satisfecho con eso, ese mismo gobierno nos mintió por miserables fines electoralistas sobre la autoría de los espantosos atentados del 11-M que
costaron la vida a casi doscientas personas.
A partir de ese momento, durante la primera legislatura de
Rodríguez Zapatero, el Partido Popular llevó a cabo una oposición enrabietada en
la que poco menos que calificó al presidente de gobierno de terrorista por negociar
con ETA, organización a la que finalmente acabó por rendir sin contar para nada
con la colaboración de la oposición, empeñada y enlodad durante demasiado tiempo
en el tinglado de la conspiranoia, sostenido y difundido por periodistas y
medios afines al Partido Popular.
Desde la misma tribuna del Congreso de los Diputados, el
mismo día de la moción de censura, el chulesco portavoz del PP dejó asomar lo
que se nos viene encima por parte de su formación política. Este señor se
permitió insultar al juez del caso Gürtel por condenar a su partido por corrupción, sin que hasta ahora tengamos
noticia de que el Consejo General del Poder Judicial haya intervenido para
defender al magistrado, tal como le ha pedido la asociación Jueves para la Democracia.
Súmese a eso el claro afán de venganza que sin disimulo
alguno y con una precipitación que sorprende por inmediata supone el anuncio
del Partido Popular de modificar en el Senado los presupuestos generales del
Estado del año actual, aprobados por el gobierno de ese mismo partido con el
apoyo del Partido Nacionalista Vasco y Ciudadanos, para así castigar el apoyo
del primero a la moción, condición sin la cual el PNV no hubiera respaldado y hecho triunfar la candidatura
de Pedro Sánchez a La Moncloa.
Pero si esos son unos síntomas inequívocos del
guerracivilismo que afecta al Partido Popular como consecuencia de su trasiego
desde la suficiencia al revanchismo, qué decir de ese diputado extremeño,distinguido por la Fundación Franco, que sin duda para hacer valer esos méritos
ha comparado el reciente cambio de gobierno con el periodo previo a la Guerra
de España, sobrepasando así las soflamas de algunos de sus compañeros y fieles seguidores
de la caverna mediática para quien la aprobación democrática y constitucional de una moción de censura es
equivalente a un golpe Estado.
Si como ha dicho Pradera nos quedan aún veinte años para que
las secuelas de la última guerra civil desaparezcan, deberíamos pensar que estamos
ante los últimos coletazos de esa pestilencia en nuestra derecha más rancia,
pero no me puedo hacer a la idea de que
sigan siendo millones los españoles a los que les gusta ese hedor y fragor cainitas.
DdA, XIV/3868
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