Ana Cuevas
A
medida que la indignación de la ciudadanía iba explotando como pequeñas
bombas de conciencia, la opinión de algunos sobre la sentencia de "La
Manada" cambió sustancialmente. El ministro Catalá se tuvo que desdecir
de sus primeras declaraciones e las que afirmaba que, nueve años, eran
un condena dura. El clamor popular le obligó a virar 180 grados el
discurso y ahora estamos ante la posibilidad de una reforma legal e
incluso de la inhabilitación de algún magistrado lobotomizado que hace
gala de su recalcitrante misoginia. Pero, durante el proceso, nos hemos
"jartado" de ver como muchos decidían no mojarse amparándose en el
respeto a las decisiones judiciales. ¿Perdón? ¿Es que acaso la
judicatura española no se equivoca nunca?
Hasta donde
conozco, está integrada en su mayoría por individuos/as de mentalidad
arcaica y profundamente clasista y machista. Si una gran arte del poder
judicial no se revolcara en las cloacas del estado no habrían sido
posibles las infinitas tramas de corrupción. Su inacción ha servido para
que tirios y troyanos saqueen nuestro país a sus anchas. Hacer justicia
y preservar el interés general no parecen sus prioridades. Sus motivos
tendrán.
Yo no puedo respetar la petición de absolución que el
juez Ricardo González hace respecto a los miembros de "La Manada". Y
tampoco lo respeto a él, en absoluto. Es evidente que lo que este primo
sabe sobre el sexo lo aprendió en las pelis de porno duro. Por eso
entiende el sometimiento de cinco alimañas sobre una chica de dieciocho
años como sexo consentido. E interpreta los gritos de dolor como gemidos
de placer. Una violación en masa en un "ambiente de jolgorio" en el que
la joven disfrutó de ser penetrada aleatoriamente por cinco bestias que
se aprovecharon de su superioridad física y numérica. Seguro que el muy
pervertido hasta se puso palote en las declaraciones. Luego dictó su
voto particular. ¿Respeto? En ese momento pensé que
a don
Ricardo le movía algo más que la inquina y el desprecio absoluto que
siente hacia las mujeres. Lo que él hubiera querido es ser el
protagonista de esta orgía multitudinaria. Hacer realidad las fantasías
que provocan sus poluciones nocturnas y sentir en sus señoriales carnes
la embestida de los erectos miembros de esos cinco especímenes. ¡Ánimo
amigo! Somos muchas las que rezamos para que pueda experimentarlo algún
día. Luego ya dirá, si es violación.
No me cabe duda de que
habrá un antes y un después de esta sentencia porque el grito ha sido
unánime y trasversal. Desde las Carmelitas de Hondarribia hasta Ana
Botín, millones de mujeres se han unido a la consigna: YO SÍ TE CREO
HERMANA.
Y no solo en España, también en las principales capitales europeas.
¿Que
qué tenemos en común una monja, una limpiadora libertaria, una
banquera, una prostituta o una conductora de camión? Pues que todas
somos mujeres y todas, sin excepción, hemos sufrido algún tipo de abuso o
agresión en algún momento de nuestras vidas.
Ese tío que te
sienta en sus rodillas y desliza la mano bajo tu infantil falda. El
clásico guarro que te toca los pechos cuando caminas por la calle (como
si el simple hecho de tenerlos, diera pie a ser sobados por quien
quisiera). Ese comentario soez en el trabajo... ¡Tantas cosas, tantos
detalles cotidianos! Y lo peor es que muchas violaciones y abusos no se
denuncian porque la víctima sabe que su vida y su moral se mirarán con
microscopio y que, gracias a nuestro sistema judicial, caben muchas
posibilidades de que nadie las crea.
¿Se resistió
convenientemente?, ¿Cómo era de corta su falda?, ¿Es usted una mujer
promiscua? Al final, parece que acaba juzgándose a la víctima. Y con
la muchacha del caso de "La Manada" tenemos un claro ejemplo. ¿Tenía que
haberse defendido a puñetazo limpio?, ¿Debía haberse metido, tras el
incidente, en un nicho y cubrir su rostro con ceniza? Violada de nuevo,
una y otra vez, durante todo el proceso.
Es cierto que, cuanto
más pobre, más desprotegida está la mujer frente a este tipo de
ataques. Pero prácticamente ninguna se salva de padecerlos, aunque sea
tangencialmente, pese a vivir en jaulas de cristal o ser hembras
poderosas.
Este caso de la VIOLACIÓN múltiple en Pamplona ha
sido el detonante para que las mujeres de toda edad y condición gritemos
juntas: ¡BASTA DE IMPUNIDAD! ¡Basta de jueces y fiscales que consideran
a las mujeres meros objetos!
Ricardo González, el ínclito
juez que ha dado argumento jurídico a los violadores para solicitar su
libre absolución, tenía ya dos expedientes graves por su "savoir faire".
No debería haber formado parte de ese tribunal. Ni del cuerpo
judicial. Aunque, para ser sincera, por mí no formaría parte del
planeta. Sugiero mandarlo a Marte con billete de ida. Aunque, pensándolo
bien, sería un crimen contaminar con semejante basura el espacio.
Nosotras
(e incluyo a muchos hombres que sienten igual) somos la manada de todas
las víctimas de las otras manadas. Las de depredadores sexuales y las
de los jueces, fiscales o tertulianos que siguen considerando que
nuestro cuerpo no nos pertenece.
Estaremos enfrente, dientes y
garras, porque estamos hartas de ser ciudadanas de segunda. Porque no
queremos que ninguna mujer tenga que resistirse hasta ser asesinada. O
muera a manos de quien decía amarla.
Y si el poder judicial
defiende al patriarcado y no imparte justicia, también habrá que
recurrirlo. Como a la infame sentencia. Algo está muy podrido cuando te
sale más barato violar a una chica que rapear que los "Borbones son unos
cabr...".
Un abrazo fraternal y solidario a todas las
mujeres y hombres que han dado un paso adelante para apoyar a la víctima
de Pamplona. Vosotros sois la auténtica manada. La humana, mi manada.
¡Hagamos historia!
Por si no fuera poco con la sentencia, con la indefensión de esa
mujer acorralada por cinco tipos, por si no fuera poca la manera
insultante con que ha sido tratada y la carga de matices entre abuso y
violación, por si no fuera poco con saber que cerrar los ojos y callar
es lo más alejado de un sí, ha tenido que salir el abogado de la
defensa, Agustín Martínez, a darnos en directo una lección castiza de
Derecho. Y digo castiza, porque en esa contradicción habitual -yo diría
chulesca- de poner a parir a los medios mientras se sale en televisión
se ha movido esta semana don Agustín. El mismo que afirma que se ha
hecho un juicio paralelo en los medios y al mismo tiempo se atreve a
encararse con Cristina Pardo, Toñi Moreno, Joaquín Prat o Manuel
Marlasca. No ha dejado títere con cabeza el señor letrado. Y con la
arrogancia y la soberbia de quien desprecia a la mayoría, Martínez se ha
envalentonado para ahondar en detalles repugnantes para que entendamos
la sentencia. El primero, insistir e insistir en que «en el vídeo solo
se oyen jadeos» (como si por jadear a una no la pudieran estar violando)
y el segundo, y más espeluznante, reconocer que el comportamiento de
sus clientes no fue -y cito literalmente- «caballeroso». «Le quitaron el
móvil y se fueron sin despedirse», dijo el abogado. Con lo sencillo que
hubiera sido «abusar», don Agustín, y al final darle dos besos. Se han
perdido las formas.
La Voz de Asturias
"Viólame con caballerosidad"
Sandra Faginas
La Voz de Asturias
DdA, XIV/3836
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