Félix Población
El
pasado mes de julio, un tal Tertsch fue condenado por un juzgado de Zamora a
indemnizar con 12.000 euros al padre de Pablo Iglesias, Javier Iglesias Peláez,
por intromisión en el honor de la familia del secretario general de Podemos. El
colaborador del diario ABC, periódico en el que publicó su infamia, había
acusado a Manuel Iglesias, abuelo de Pablo y padre de Javier, de colaborar en el
asesinato de “civiles inocentes” durante la Guerra Civil.
La sentencia resolvió la demanda presentada un mes antes por Francisco Javier Iglesias Peláez, en nombre de la familia, por haber vulnerado el honor de Manuel Iglesias en un artículo publicado en el diario monárquico el 17 de febrero de 2017. El tal Tertsch reaccionó a la sentencia con estas palabras: “Orgulloso de recurrir esa injusta sentencia y llamar a los españoles a no dejarse intimidar por esos enemigos de la libertad y de la verdad”. Se está a la espera de lo que ocurra con este “orgulloso recurso”.
Mientras, la mejor memoria de este país, la memoria cívica de la cultura y la fraternidad, representada siempre en la de aquellos ciudadanos que en todo momento han condenado que sobre España cruce errante la sombra de Caín, ha venido a enaltecer la de quien fue difamado por un prototipo del cainismo guerracivilista, cuyo estilo asilvestrado anda suelto por las páginas de un diario otrora con más dignidad para elegir a sus colaboradores.
Miguel
Polaino-Orts, profesor de Derecho de la Universidad de Sevilla, ha recordado recientemente en
un artículo publicado en la revista Entorno Literario la amistad entre su
abuelo, Lorenzo Polaino, y el abuelo de Pablo Iglesias. Los dos fueron
licenciados en Derecho, los dos compartieron vocaciones literarias y, a pesar
de ser adversarios políticos durante la Guerra de España, el uno salvó al otro
y el otro al uno de haber sido ejecutados.
Lo suyo es un clamor de esperanza contra la sombra errante de Caín, cuya acechanza no deja de cruzarse sobre la convivencia de los españoles, quizá porque nos falten muchos como Lorenzo Polaino y Manuel Iglesias, cuyas trayectorias biográficas bien podrían glosarse en aquella inscripción que encontré un día en el portal de una vieja casa de Aguilar de Campoo: vivir debes tu vida de tal suerte que dejes vida en la muerte.
DdA, XIV/3827
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