Ana Cuevas
Gracias a la intervención de Rodrigo Rato en el
Congreso de los Diputados, los españolitos hemos recibido una lección
gratuita e ilustrativa sobre el gansterismo que domina en las altas
instituciones. Vamos, que confunden la cosa pública con la cosa
nostra. Ha de ser por eso que los dineros se evaporan de la caja común y
aparecen, como por arte de magia, en sus cuentas privadas de Suiza. No
en vano a Rodrigo Rato se le conoció como "El ministro milagro",
artífice, mano a mano con Aznar, de la burbuja inmobiliaria que
desencadenó después las graves consecuencias económicas que aún
sufrimos. Y por si fuera poco, luego se puso a dirigir el FMI, que es
algo así como poner al lobo a cuidar de los corderos. Un puestazo que
tuvo que abandonar por motivos "poco claros".
Pero el
"milagro" de Rato no acabó ahí. Rajoy y Esperanza Aguirre le regalaron
Bankia como premio de consolación. Un presente que se pulió en unos
meses y que nos ha costado a los contribuyentes 20.000 millones de
eurajos. El chocolate del loro.
Sin embargo yo creo que hay un
talento de Rato que ha permanecido oculto y que se ha manifestado casi
corpóreamente en sus delirantes explicaciones. Rodrigo es un
monologuista de tomo y lomo. Con esa voz ronca y su aspecto chulesco
brillaría con luz propia en el mundo del humor. Negro, eso sí. No hay
mas que escuchar su alocución, estilo conjura de los necios, acusando a
tirios y troyanos de su deshonrosa caída en desgracia. Desde el Banco de
España a la Audiencia Nacional. De Aznar a Rodríguez Zapatero recalando
en Guindos y en Montoro. Todos éstos y muchos más fueron los agentes
que conspiraron para conducir al pobre Rato camino del Calvario. Y
respecto a la previsión de la crisis económica, las tarjetas black o la
burbuja inmobiliaria concluyó que todo se debía a factores esotéricos
que marcan los mercados. ¡No fue un saqueo!- espetó ofendido el ex-vicepresidente- Es el mercado, amigos.
¿O tal vez quiso decir, imbéciles? Cuentan que a partir de ahora las
cajas negras de los aviones se van a hacer con las pieles muertas que se
exfolie Rato de la cara.
Fruto del discurso conspiranoico de
Rato implicando a todo quisque, ha quedado otro momento cinematográfico
en la política patria. Me refiero a ese "duelo al sol", aunque haya
sido a la sombría sombra del Congreso, entre Rodrigo Rato y el diputado
de Ciudadanos Antonio Roldán. Aquí hubo una balacera cruzada. Pero de
fogueo, de mentirijillas. Roldán afirmó que, de la declaración de Rato,
se deducía que el Parlamento y el Tribunal Constitucional están podridos
desde sus cimientos. A lo que el pillín de Rato le contestó retador: "¿Usted cree que los partidos políticos están saqueando el sistema financiero español? Pues denúncielo."
La cosa quedó en tablas. Como pasa en todos los combates amañados donde
se lanzan patéticos puñetazos al aire esquivando la cara del contrario.
Hubiera dado lo mismo que Rato hubiera agarrado al bueno de Roldán por
su cosita a la vez que le susurraba con cavernosa voz en el oído: ¿Nos
vamos a hacer daño vida mía?.
Puede que el "ministro milagro"
sea el chivo expiratorio de una trama extensa y poderosa. Entre
mafiosos tienen códigos así. Todos valen más por lo que callan que por
lo que dicen. Pregúntenle a Bárcenas y a los que aún no han desentrañado
quién es ese M. Rajoy que aparece en su libreta de incentivos. Pero
aunque hayan echado a Rodrigo Rato a los perros, eso no lo convierte en
mártir y santo.
Rodrigo Rato se presentó ante los diputados
al natural, perdonándoles la vida, con reproches, chulería y sin asumir
un ápice de responsabilidad en ninguno de los asuntos que se trataban.
Según el ex-director del FMI, todo estaba bien. Pero igual que sucede
con los milagros, existen contra-milagros que vienen a complicarnos la
existencia. La crisis mundial fue uno de ellos. A Rato debió pillarle de
resaca. Como la declaración ante el Congreso. Aún debemos estar
agradecidos porque ninguno de las disputadas y diputados cayeran en su
trampa y le hubieran preguntado: ¿Qué mercado?
A lo que él,
haciendo gala de su fanfarronería espontanea, seguro que hubiera
contestado: El que tengo aquí... Dejo a su imaginación rematar bien esta
rima.
DdA, XIV/3741
No hay comentarios:
Publicar un comentario