Ser patriota sirve, por ejemplo, para distinguir sin
dudar a policías buenos de policías malos y perversos. En este sentido,
nadie parece recordar ya las 100 bombonas de butano que aparecieron en
el chalé de Tarragona en el que vivían unos amables terroristas. Los
policías buenos, los de casa, no repararon en que aquellos no eran
coleccionistas compulsivos de envases de butano, sino fabricantes de
bombas para colocar en la Rambla. Siendo patriotas se perdonan los
errores, eres más comprensivo con tus policías.
Ser patriota es muy útil también para reclamar a la
UE y la ONU que sean mediadores en el conflicto catalán, como si España
fuera una república subsahariana o el Ulster en los tiempos de plomo. El
patriotismo inflamado pasa por alto que la UE y la ONU son dos de las
principales responsables de la muerte de miles de inmigrantes en el
Mediterráneo y en otros sitios. Sin ir más lejos, la UE ha nombrado
administrador único de la letrina migratoria al señor Erdogán, un
demócrata de toda la vida que permite la libertad de expresión sin
cortapisas y sabe organizar unos golpes de estado de muchos quilates.
En el terreno deportivo ser patriota permite insultar
a Gerard Piqué por sus opiniones algo chulescas y inoportunas, pero no
crea conflicto alguno cuando en tu equipazo juegan más extranjeros que
españoles o cuando la alineación está trufada de defraudadores fiscales,
aprendices de gangster, maltratadores, conductores suicidas y otras
perlas sociales.
Lo bueno de ser patriota es que te permite seguir
considerándote de izquierdas pero sin necesidad de sentirte
internacionalista, y apoyar sin empacho las causas de la más rancia
burguesía que tomó sus primeras lecciones con la familia Pujol si esta
no andaba trasegando euros por Andorra. En manifestaciones a favor del
patriotismo catalán hay gente que considera fascista el muro mexicano de
Trump, insulta a los israelitas por su paredón anti palestino, propugna
en la barra del bar el final de las fronteras y el libre tránsito de
todas las personas, pero se desgañita en favor de la creación de un
nuevo coto de caza privado en Cataluña.
Ser patriota es estupendo porque te permite
preocuparte estéticamente por las ballenas blancas, los perros
abandonados y las focas monje, pero te exime de eso que se llama
solidaridad interterritorial que sirve para pagar la Variante de Pajares
(si la hubiera) en Asturias, las carreteras en Extremadura, y el AVE o
los pufos farmacéuticos en Cataluña por poner algunos ejemplos. El
patriotismo de estos días se resume en “bien me quieres, bien te quiero:
no me toques mi dinero”.
Y como bien dice un sabio llamado Álvaro Noguera, si
la bandera oficial de España es la del escudo y las columnas y la del
aguilucho o “pita” es ilegal, ¿por qué no es ilegal la estelada si la
bandera oficial de Cataluña es la senyera? Gracias por la indicación,
señor Noguera.
Gracias a ustedes también por llegar hasta esta línea. Me voy a la cama que es mi patria más querida.
Articulos de Saldo DdA, XIV/3653
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