martes, 17 de octubre de 2017

ESPAÑA RESUME SU HISTORIA EN LA INTOLERANCIA


Jaime Richart

La historia de España puede resumirse en la historia de la intolerancia. Es lo que la distingue de los países euro­peos en general. Allí, desde hace siglos, en muchos casos, no se han prevalido los poderes políticos y menos los reli­gioso ni del dogma ni de la Inquisición ni de las verdades absolutas. Y la política, también en general, y dentro de las democracias burguesas, se ha caracterizado por la flexibi­lidad sin invocar a toda hora la rotundidad de las leyes y de las Constituciones. Porque lo fácil, cuando se dispone de toda la fuerza militar y represiva, es la intransigencia. Lo difícil es el pulso que requiere manejarlas civilizada­mente.

 El progreso, en esta materia, se cifra en el prohibi­do prohibir. Lo difícil, en política y en casi todo, es la tole­rancia que aquí es en la práctica un valor desconocido. Aquí siempre es el “no” por metodología, aquí es la con­tumacia, la obstinación, la legalidad… La legalidad de los despótas, para lo que y cuando les conviene a ellos, es lo que prevalece. Porque cuando no les conviene, no es que no la invocan, es que la sofocan -la legalidad- con actitu­des y comportamientos indeseables, que es lo que han he­cho los componentes del partido en el gobierno respecto a las leyes fiscales y a las leyes que coartan y condenan la malversación, la prevaricación o la obstrucción a la Justi­cia.

Aquí no, aquí sólo la fuerza, sea de los ejércitos, sea de las policías o sea de la cerrazón paleta. Aquí es la razón de la fuerza y no la fuerza de la razón lo que más o menos siempre ha gobernado y gobierna. Desde tiempo inmemo­rial, pero especialmente desde el caudillaje hasta ahora, es lo único que los que heredaron los modales y el tremen­dismo del caudillaje saben aplicar.

Por algo millones en España no queremos que confun­dan nuestra españolidad con la de los ladrones, los venta­jistas y la de todos esos miserables que la centran exclusi­vamente en poner banderas en los balcones o llevar ban­deritas de lo mismo en su muñeca. Me refiero a esos y esas que mangonean en este país, directa o indirectamente y en la práctica, desde siempre.

DdA, XIV/3663

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